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Sección: Estado de Veracruz

Amanecer en la Reserva Natural de Xocotitla

Hace 25 años le cambiaron la vocación ganadera a la tierra, creció la vegetación natural y llegaron innumerables especies de animales

Miguel Valera Xocotitla, Ver. 11/01/2021

alcalorpolitico.com


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Hace 25 años, una doricha eliza —Colibrí Tijereta Mexicano— les marcó el destino. Fue como una revelación, una epifanía. Durante toda su vida se habían dedicado a la ganadería pero en esa ocasión, la aparición del ave en peligro de extinción, cuyo nombre coincide con el de su madre, Dora Elisa, les llevó a tomar la decisión de abandonar esa vocación productiva de la tierra y convertirla en una Reserva Natural, me cuenta Aurelio Molina Hernández.

Llegamos con Adriana Lorena Ramírez Gasca y Adam Romero Luna al amanecer de uno de los últimos domingos del 2020. En la carretera Paso de Ovejas-Acazónica, pasando por El Limón y Angostillo, conejos corrieron asustados a nuestro paso, por el resplandor de las luces del vehículo. Hombres montados en caballos, con perolas para la ordeña, nos saludaron. Las sombras de los árboles de huanacaxtle, iluminados por la luz de la aurora, asemejaban a gigantes guardianes del camino.

La Reserva Natural de Xocotitla, convertida en área privada de conservación, se encuentra ubicada a 22 kilómetros de Paso de Ovejas, la cabecera municipal, a unos cuantos metros de la comunidad de la que toma su nombre. Esa mañana fresca, el último día del otoño en el Hemisferio Norte, nos recibió con Venus en el horizonte -comentó Adam-, con conejos en la carretera, con el canto de grillos y las voces de dos halcones guaco comunicándose entre sí.



A las 6:10 de la mañana, el sol empezó a asomarse tímido entre los árboles de selva baja seca, refrescados por las lluvias de la reciente temporada, luego de dos años de sequía. Mientras acomodamos una mesa para poner las tortas y el café caliente que doña Dora Elisa preparó, a las 6:33 un avión cruzó en el cielo, era quizá un vuelo de llegada o de salida del aeropuerto Heriberto Jara Corona del puerto de Veracruz.

Con la luz de este amanecer, Aurelio Molina Hernández nos contó que desde niño su padre lo traía a él y a sus hermanos a caminar por el campo, entre arroyos secos. “Le gustaba mucho caminar en el cauce de los arroyos. Ahí te encontrabas serpientes y varios animales. Mi padre amaba la naturaleza, no mataba ningún animal, cuidaba los árboles. Eso le inculcaron desde que creció y eso nos enseñaba”, expresó, mientras la luz del amanecer nos iba descubriendo la cabaña y la vegetación de la Reserva Natural de Xocotitla.

“Éramos como unos biólogos en potencia, aunque nos decían que de eso nos íbamos a morir de hambre”, cuenta, para darnos a conocer el ingente trabajo que realiza para mantener esta Reserva Natural que desde hace 25 años se ha convertido en un espacio de conservación de flora y fauna nativa.



-¿Por qué cambiarle la vocación ganadera a una propiedad de 106 hectáreas -más de un millón de metros cuadrados- de tierra que pudo traerles grandes beneficios económicos? Esa es la pregunta que se mantiene en el ambiente. Y la respuesta está en la conciencia ecológica, en la decisión de aportar un grano de arena, en contribuir a detener el cambio climático.

Según Greenpeace, el sector agrícola es responsable del 24% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y el 14,5% del total proceden de la ganadería, tanto como el transporte mundial. El 80% de la deforestación mundial es resultado de la expansión agrícola y la mayor parte se destina ya a alimentar animales, en lugar de personas. En la Reserva Natural de Xocotitla, la familia Molina Hernández está contribuyendo a mejorar la calidad del aire, a la reforestación, al cuidado y protección del medio ambiente.

“Como mi padre, todos tenemos esta forma de ver la naturaleza, de cuidarla, de protegerla. No aprendimos a matar animales. Nunca hemos comido un animal de monte”, expresa Aurelio, en una zona del estado de Veracruz en donde los pobladores suelen comer iguanas, conejos, armadillos, venados, entre otra fauna silvestre.



Añade que su padre los llevaba cada fin de semana a La Mancha, “esa es la playa de mi infancia” y ahí disfrutaban mucho de las aves y los animales de ese hábitat. Insiste en que si bien, para mucha gente los animales de campo son parte de la dieta alimenticia, ellos decidieron otra cosa y no matarlos ni de manera irracional ni por deporte.

Mientras nos cuenta cómo nació en él y su familia la vocación por la conservación, rememora también como un día tuvo un encuentro casual con un Colibrí Tijereta Mexicano -doricha eliza, cita el nombre científico-, en peligro de extinción. “Se me apareció enfrente, se dejó tomar fotografías. Yo creo que era un colibrí joven, porque los jóvenes son inexpertos y no saben que los seres humanos somos malos”, refiere.

Esa misma especie ha reaparecido en diferentes momentos a lo largo de los años, entre julio y agosto de 2014; en 2019 y recientemente, el 18 de noviembre de 2020. Es una especie que se reproduce en la zona de Chavarrillo y por los datos que tenemos baja de vez en cuando a Xocotitla, sobre todo cuando es buena temporada de lluvias y hay muchas flores, comenta.



En esta tierra de alacranes y serpientes de cascabel, Aurelio interrumpe la conversación para hacer notar el canto de un “benteveo mediano”, también llamado “Luis gregario”, “mosquero” o “chepío” a quien también cita por su nombre científico: “myiozetetes similis”. El del “Luis gregario” es un canto muy particular al amanecer, nos dice.

Enseguida nos dice del canto de un Pepe, de una Calandria, de una Perlita, mientras detecta volando una garza garrapatera y escucha la voz de un “troglodita”, un ave paseriforme, migratoria, que viaja desde Estados Unidos a Xocotitla, para pasar el invierno.

La Reserva Natural de Xocotitla se ha convertido en un espacio para un sinfín de aves y otro tipo de animales. Mientras desayunamos y Adam descubre una pequeñísima Mantis religiosa que intenta subir al depósito de café, escuchamos una polifonía de pájaros, cuyas voces Aurelio va descifrando. A lo lejos, ladrido de perros y rebuzno de burros de la comunidad de Xocotitla.



Mientras caminamos por una pequeña parte de las 106 hectáreas del predio, van apareciendo otras, como el Matraca Nuca Canela o rufinucha, cuyo canto nuestro anfitrión busca en “Merlín”, la aplicación para identificar o llamar aves. Ahí están una aguililla caminera, papamoscas, un Coa Cabeza Negra —trogon melanocephalus— un Mosquero cardenal o petirrojo —pyrocephalus rubinus,vermilion flycatcher—, nuevamente un Halcón guaco o vaquero.



Se suma a la polifonía mañanera un tordo cantor, un pecho amarillo o “Luis Gregario”, una calandria, una chara verde, llamada en Estados Unidos “green jay” —cyanocorax luxuosus—, una ave muy llamativa, de cuerpo verde lima, con plumas externas de cola amarillas y cabeza negra y azul.

Se suman un Carpintero mexicano, una Summer Tanager o tángara roja migratoria —piranga rubra—, cocolochitas o columbinas, un tirano, marinero oropéndola, carbonero cresta negra, patos migratorios que llegan a las ollas de captación de agua, así como zambullidores.



Rodeados de almendros, un árbol de chicozapote, un mango, árboles de jonote, frijolillo y sicadas mexicanas, que rodean la casita de la Reserva, caminamos entre nidos de hormigas león, viendo el espectáculo del amanecer y de la vida bullendo en el monte, en las matas de cornizuelo, entre las blanquísimas flores de los árboles de patancán, guayabillos, espinos blancos y palos amarillos, entre otros.

Aurelio Molina Hernández cuida de la depredación humana la Reserva Ecológica de Xocotitla y ha emprendido una tarea titánica de promoción del cuidado ecológico. De manera permanente realiza recorridos para que la gente vea la naturaleza, los árboles, las plantas y los animales que aquí han encontrado un hábitat sin peligro.

“Estoy plenamente convencido que nuestras prácticas de protección y cuidado de la Reserva Natural Xocotitla están dando resultados. La vegetación nativa se está recuperando, tenemos casi 200 especies de aves, somos sitio de descanso

de aves migratorias en el otoño y la primavera, refugio y santuario de especies residentes, tenemos registros de su reproducción, registros con cámara trampa de venado cola blanca, mapaches, coyotes, zorrillos, etcétera”, me ha dicho Aurelio Molina Hernández.

Esa mañana de diciembre, en el último día del otoño y a unas horas del solsticio del invierno, fuimos testigos de que en efecto, el esfuerzo de una familia y su modesta contribución al cambio climático está dando resultados. Salimos de la Reserva Natural de Xocotitla a las 9:45, con el canto de un halcón guaco detrás y las notas de un mosquero cardanalito que iluminó el agreste paisaje de esta tierra que se ha convertido en área privada de conservación.