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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Cien años de autonomía universitaria

José Manuel Velasco Toro 14/06/2018

alcalorpolitico.com

La autonomía universitaria constituyó una verdadera revolución porque implicó un cambio político en la relación Estado-Universidad que se sustentó en el sentido nacional de libertad de cátedra y espíritu de autogobierno. Su origen cumplió cien años en este mes y se derivó de la protesta de los estudiantes de medicina de la Universidad de Córdoba, Argentina, ante la supresión del internado en el Hospital de Clínicas, el precario nivel académico de las cátedras y la actitud autoritaria del claustro de docentes. En reacción a la movilidad estudiantil, la autoridad universitaria los llamó “insurrectos” y se negó a dialogar con ellos, actitud que propició la convocatoria al Primer Congreso de Estudiantes Universitarios que se celebró el 11 de junio de 1918. De ahí que esta fecha sea considerada fundacional de la autonomía universitaria en nuestra América. De los trabajos de éste Primer Congreso emergió el célebre manifiesto liminar del 21 de julio: La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica.

El Manifiesto liminar es alma de la autonomía que nació en Córdoba. Y es liminar porque significó el paso de una Universidad decadente a una Universidad moderna vista el rostro hacia la sociedad, y donde la “autoridad, en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando”. Para los estudiantes cordobeses, el movimiento simbolizó “el nacimiento de una verdadera revolución que ha de agrupar bien pronto bajo su bandera a todos los hombres libres del continente”.

El llamado a “colaborar en la obra de libertad que inicia” se reprodujo hacia las universidades de Buenos Aires, Santa Fe y de la Plata. Y en años subsecuentes se difundió, paulatina, pero de manera profunda, hacia siete países. Así, la universidad nacional de Perú logró su autonomía en 1919, Chile en 1920, México en 1929, Colombia en 1922, Cuba en 1923, Paraguay en 1927, Brasil en 1928, Bolivia en 1928 y Costa Rica en 1933.



El legado de Córdoba que se trasluce en el Manifiesto liminal, se fundó en el sentido de identidad libertaria y social, base del pensamiento crítico y creativo. Emergió del deseo democrático fundado en el amor por la paz, la búsqueda de la igualdad en la diversidad y del ánimo por conocer lo nuevo e innovar para proyectar, elementos fundamentales en la libertad de cátedra e investigación. El movimiento exigió la “salud moral” que permitiera la generación de conocimiento vinculada y vinculante con la formación de los estudiantes. Que la Universidad tuviera el derecho y la capacidad para otorgar grados y títulos, diseñar dinámicas de articulación social, difundir y divulgar el conocimiento, y desde luego, la autonomía académica, de gobierno y administrativa para garantizar la libertad que es posibilidad para la transformación sin perder el vínculo indisoluble con la sociedad a la que se debe.

La exigencia de autonomía universitaria planteada por los estudiantes de Córdoba, retomada por los estudiantes de diversas universidades en Latinoamérica, entretejió, en ese entonces, la prioridad de abrir la Universidad hacia el avance de la ciencia y del nuevo conocimiento (razón de ser de la demanda de libertad de cátedra), crear el sentido social de vinculación con el entorno y articularla al sistema educativo nacional de base. Estas tres exigencias vuelven a tomar vigor en plena Sociedad del Conocimiento que requiere cultivar habilidades intelectuales y operativas para que el estudiante establezca sincronía entre su formación y el mercado laboral completamente heterogéneo que exige autonomía para el aprendizaje a lo largo de la vida.

En el centenario del legado de los estudiantes de la Universidad de Córdoba, no sólo es necesario sino también urgente, repensar el futuro de la Universidad en Latinoamérica. La Universidad no puede estar quieta ante la acelerada transición de época que se significa por el intenso avance del conocimiento científico. Un avance que exige impulsar la investigación científica en campos nuevos del conocimiento entremezclada con el proceso de aprendizaje del estudiante en el hacer. Que reclama estar al día a día de manera permanente en lo referente a la innovación tecnológica que incide en la dinámica económica y en los procesos de reconversión productiva. Que requiere de estrategia para lograr la transferencia cognitiva y tecnológica. Que necesita reconfigurar el vínculo social hacia los diversos sectores. Que tiene que ampliar su visión ante un mundo que se encuentra inmerso en dinámicas en red y movimiento sinérgico complejo que demanda la homologación de títulos y créditos académicos, el incremento de la movilidad regional académica y la creación de ambientes de aprendizaje en los que se aprenda en el hacer para incorporar experiencia intelectual y operativa. Una Universidad que posea apertura fluida con los niveles precedentes del sistema educativo nacional. Pero, sobre todo, una Universidad que goce de solida autonomía financiera pública y apertura a la búsqueda de recursos vinculándose con sectores productivos y empresariales de la sociedad.



Hace un siglo los estudiantes de Córdoba exigieron la transformación universitaria abierta al nuevo conocimiento científico del siglo XX. Hoy, en el siglo XXI, se requiere de una nueva transformación que afiance su autonomía académica, de gobierno y financiera, a la par de conducirla hacia la articulación pluridisciplinar de conocimientos, el pensamiento creativo y la comprensión de las diversas dimensiones de la realidad en proyección al futuro que exige democracia social en la democracia cognitiva.