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Columnas y artículos de opinión
Una falta constitucional presumir la visita al Papa
Luciano Blanco González
16 de febrero de 2024
alcalorpolitico.com
Resulta muy interesante, en nuestro país, observar cómo a la supuesta parálisis de las campañas políticas de los candidatos en la búsqueda del voto popular, sus aspirantes al estar impedidos para organizar actos de proselitismo, busquen su penetración en el ánimo popular a través de distintos medios.

Para ello, ahora recurren a la fuerza espiritual que todos los mexicanos llevamos en el corazón para conmovernos y convencernos de que piensan y creen igual que todos nosotros la mayoría de católicos que habitamos en este territorio.

No les importa que por disposición constitucional nuestro país sea laico y exista en su texto un artículo que claramente establece la separación de la iglesia y del Estado (130), aunque hay que anotar que ellos, aunque políticos o de cualquier ocupación, color, posición económica, al igual que nosotros tenemos la libertad de creer en la religión que más nos acomode.


Lo que se pretende evitar es que las iglesias intervengan en los asuntos del Estado, habría que reflexionar en el hecho de que si las elecciones, las campañas, las candidaturas, son o no asuntos del Estado y desde luego que lo es, porque este es un ente político, una ficción para organizar a la sociedad y darle un orden mediante un gobierno sometido a las leyes, esta es la esencia del contrato social, como forma de dar orden y concierto a la convivencia humana.

Hay que recordar que, debido a la intervención constante del clero católico en la política mexicana durante el periodo de Don Benito Juárez, se rompieron las relaciones diplomáticas con aquella institución, a la que se le confiscaron todos sus bienes, se disolvieron las órdenes religiosas y desde entonces estableció la separación de la iglesia y del Estado.

Desde luego estas leyes fueron impopulares, el catolicismo estaba fuertemente arraigado y era la religión única desde 1519 en que los españoles nos la impusieron y nos obligaron a destruir todas nuestras antiguas creencias, prohibiendo todos los ritos que practicaban los nativos.


Durante toda la colonia por mandato regio en la Iglesia se depositaba gran parte del poder real, ya que la evangelización era lo único que justificaba la conquista y que los sumos pontífices de aquel entonces disponían todo lo concerniente a matrimonios, sucesiones, patrimonio y todo lo concerniente a las familias reales europeas.

Porfirio Díaz fue más tolerante y poco a poco se comenzó a fortalecer la iglesia, agarrando el vuelo de antaño, así se comportaron hasta 1926, en que el presidente Plutarco Elías Calles promulgó la Ley Calles, que prohibía el culto religioso en las calles, cerró iglesias y sus seguidores quemaron varias de ellas, inclusive interrumpían los cultos y agredían a los feligreses.

La ley prohibía a los curas y obispos participar en puestos públicos y molestó mucho a los creyentes, fue entonces cuando tuvo lugar la sangrienta guerra de los cristeros en la que los fanáticos religiosos, por miles, combatieron en contra del ejército federal, los curas vivían en la clandestinidad, oficiaban las misas en residencias privadas, pero los que eran sorprendidos eran pasados por las armas, ahorcados o fusilados, enardeciendo a los fieles que se rebelaban por todas partes, hasta que un acuerdo secreto con El Vaticano logró que cesaran las hostilidades y se estableciera una tensa paz.


En base al pacto el próximo presidente, don Emilio Portes Gil, gobernó con tolerancia permitiendo que se rehiciere la iglesia católica, siguiendo vigente la ley pero sin aplicarla, sin embargo las relaciones no eran buenas y el pueblo veía con desconfianza al gobierno, por eso la gente adoró al general Manuel Ávila Camacho que abiertamente se declaró católico.

Luis Echeverría, ansioso de aumentar su popularidad y a sabiendas de lo que el pueblo quería, visitó la santa sede, más adelante, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña hicieron lo mismo, por su parte y sin existir relaciones diplomáticas de por medio Juan Pablo ll, visitó México en 1979, hizo lo mismo en el 90, 93, 99 y 2002, el Papa Francisco vino en el 2016 y Benedicto en el 12.

Hasta 1992 la iglesia católica carecía de personalidad, no tenia reconocimiento oficial, fue después de 130 años que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se lo otorgó mediante una ley progresista que les dio personalidad a todas las Iglesias con los consabidos derechos civiles.


Ahora que tanto candidatas como autoridades están en el ajo, no es aplicable el último párrafo del artículo 24 Constitucional (refiriéndose a la religión).-Nadie podrá utilizar los actos públicos de expresión de esta libertad con fines políticos, de proselitismo o de propaganda política.-

El párrafo es contundente cuando se refiere a actos públicos de expresión. Que pueden ser declaraciones, entrevistas o cualquier expresión como la difusión de fotografías o de videos en que magnifiquen las candidatas su visita al Papa o una posible preferencia de éste hacia cualquiera de ellas con la velada intención de ganar adeptos, hacerlo sería violatorio no solo de las leyes si no de la misma constitución.

Este es un tema muy delicado que hay que manejar con suma prudencia y en ambos bandos hay constitucionalistas de alto rango que podrían hacer valer un recurso que llevaría a la nulidad del registro de quien tenga la osadía de hacerlo.


Finalmente, a nadie debería de espantar la presencia de las religiones, de la creencia o de la fe en la política, recordemos que en varios países del planeta el juramento de lealtad a la patria y la obligación de respetar y hacer cumplir la ley con honestidad y en base a los grandes principios morales en que se sustentan como sociedad desde el más modesto funcionario, presidentes y reyes, lo hacen jurando, poniendo su mano sobre la biblia y pronunciando las palabras sagradas que les manda su ley, sin que ello signifique sumisión a una determinada religión, por ejemplo en los Estados Unidos, lo hacen los presidentes católicos y los protestantes. Lejos estamos los mexicanos de practicar tan sublime acción, la historia nos muestra la decadencia en que se cae con tales prácticas y la constitución es muy clara, lástima que algunos la vean con la mirada insolente, pasándola por abajo del arco del triunfo. Por el bien de la causa.