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Columnas y artículos de opinión
Con Duarte, la justicia está a prueba
Luciano Blanco González
21 de julio de 2017
alcalorpolitico.com
No es posible que la herencia maldita de las deudas y de la inseguridad, sea superior a nuestras propias potencialidades como individuos, como sociedad y como Estado que agraviados por las culpas de Duarte reclamamos justicia.
 
En el país, la ley parece torcerse y la justicia prostituirse, entregándose perversamente a las abominables talegas de los poderosos, que desde ahí y por los suyos, mandan, deciden, perdonan, negocian, porque para eso son, para eso sirven, para mandar e imponer, desafortunadamente todo lo pueden, menos el servir con lealtad a los gobernados.
 
En estos momentos el nuevo sistema penal acusatorio está a prueba ante millones de mexicanos esperanzados en que la administración pública nacional tome un nuevo sesgo y se enaltezca la justicia, de la resolución que tomen los tribunales nacionales respecto al caso Duarte depende de que toda la nación recupere la confianza en las instituciones y en sus gobernantes, o bien que se profundice el descontento contra el decepcionante actuar inmoral y ofensivo de la poderosa casta gubernamental.
 

A quienes les será tan fácil declarar que los videos acusatorios donde sus cómplices lo señalan de celebrar con ellos negocios personales con recursos del Estado que previamente había desviado y sustraído, se obtuvieron de manera ilícita y por lo mismo carecen de valor probatorio, sin siquiera tomarse la molestia de verificar las facturas y escrituras de los muebles e inmuebles reintegrados al Estado por sus acobardados asociados.
 
Quiero creer que por la incertidumbre y la falta de credibilidad en que descansa el débil andamiaje de la estructura penal, es que el Gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, como legítimo representante de los intereses de los veracruzanos, muy preocupado ha solicitado enérgicamente que se le tenga como coadyuvante del fiscal federal para aportar más evidencias sobre el inmenso daño patrimonial infligido al Estado y a la sociedad.
 
Nadie más indicado que él, que tiene los conocimientos necesarios y la energía para procurar la reparación de los daños millonarios, señalando a detalle los trucos y las maniobras Duartistas para despojarnos de gran parte del tesoro público, para ello no nos importa que las armas sean políticas o mediáticas, siempre y cuando estén debidamente sustentadas en evidencias claramente acreditadas.
 

Desde luego tenemos que partir de la convicción de que la justicia es algo serio y salirnos de la chunga barata y rijosa que le restan lustre y dignidad a la grandeza que representa la justicia en sí misma.
 
Se oyen mal y corrientes los comentarios despectivos que se hacen desde su esfera, respecto de los posibles coautores. Beto Silva, el diputado federal por Tuxpan, podrá ser un gran delincuente, pero el Fiscal del estado lo debe de respetar a él y a todos los ciudadanos, el Fiscal se descalifica a sí mismo cuando de manera arrogante y prepotente lo llama mitómano y mentiroso, entonces, uno tiene derecho a pensar que las cosas van por otro lado y que se trata de cosas meramente personales y que se está abusando de la jerarquía que ostenta.
 
Por ello es importante que nuestro Gobernador asuma con altura su responsabilidad y quizá desde ahí, lograr negociaciones fructíferas para que quienes estuvieron coludidos rembolsen parte de lo sustraído al erario y no nos interesaría que se les imponga la pena mínima, pero si quieren hacerlo y saben que se les va a exhibir públicamente, no dudo de que alegarán su inocencia y son capaces de enriquecer a los bufetes de abogados, a uno que otro juez banal o fiscal corrupto y nosotros como el chinito “nomás milando”.
 

Para la generalidad de la gente no importa mucho que los hundan, importa que se haga lo que el Gobernador hizo en un principio, recuperar bienes y dinero, eso sí importa, porque lo que se recupere seguramente será invertido en obras y servicios para el bienestar de todos los Veracruzanos.
 
El señor Gobernador debe de prepararse también para que a pesar de su jerarquía sea ignorado en este delicado asunto, inclusive puede ser ridiculizado, pero debemos de reconocer su valor, porque está cumpliendo cabalmente con un deber legal, aunque no faltará quien quisiera verlo sentado, esperando que los protectores de Duarte se sirvan con la cuchara grande y él resignado e indiferente a la desgracia pública.
 
Javier Duarte a los ojos del pueblo de México, que ya ha dictado su sentencia condenatoria, es culpable de una serie de ilícitos que están plenamente acreditados con pruebas acusatorias incontrovertibles que constan en voluminosos expedientes, sin embargo la interpretación dolosa e interesada de la ley, puede exonerarlo y ponerlo en libertad, sin que valga ningún argumento, ninguna protesta por válida o tumultuaria que pueda ser.
 

Nuestro sistema jerárquico de leyes, deposita en los jueces y fiscales federales toda la potestad para determinar en cualquier caso de esa naturaleza la inocencia o la culpabilidad del reo.
 
Voces autorizadas han señalado que por la acumulación de delitos, podría alcanzar una pena privativa de la libertad hasta de 80 años, pero tal vez para darnos el avión, tranquilizar sus conciencias y apaciguar nuestra indignación, se maquillara el proceso dando la apariencia de rigorismo para mantenerlo tras las rejas hasta que se celebren las elecciones del 18.
 
Si así fuera, en ese corto periodo, de aquí a la elección, se enfriará la papa caliente y entonces el señor Duarte podrá salir libre a gozar de su enorme riqueza.
 

Sin embargo, no hay que ser pesimista, tengamos confianza en que fuera de las validas especulaciones, exista una verdadera conciencia de justicia, sobre todo en el señor Presidente, Enrique Peña Nieto y que en este caso esté dispuesto a dar un vigoroso salto hacia arriba para dar un singular escarmiento a la corrupción y no un salto mortal hacia abajo hundiéndose en la podredumbre de la administración pública que el combate con denuedo desde el primer día de su gobierno. Seamos optimistas y con toda nuestra fe, esperemos que el supremo ilumine con honestidad y sabiduría al juez de conocimiento. Por qué ahora y siempre, lo bueno debe ocurrir. Por el bien de la causa.  
 
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