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Columnas y artículos de opinión
¿Y ahora qué?
Luciano Blanco González
10 de noviembre de 2017
alcalorpolitico.com
En la política como en toda actividad humana son muchos los factores que influyen y determinan las preferencias individuales y colectivas de la sociedad para inclinarse o para rechazar a una idea un programa, un candidato o un partido.
 
Ello quiere decir que el triunfo o la derrota en una contienda electoral, obedece en mucho a la atmosfera temporal generada por circunstancias de diferente índole que agradan o fastidian a quienes con su manifestación de voto, tratarán de variar su entorno o conservarlo según perciban la discordancia o la empatía por quien será el gobernante o parte del gobierno y consecuentemente parte de su destino, por la seguridad vital, el reconocimiento a su dignidad, así como el respeto a sus derechos y libertades que considera puede brindarle el aún candidato en el proceso con resultados inciertos.
 
El huasteco cuando concurre a una carrera de caballos, no elige siempre el equino de mejor porte, ni a golpe de vista, para decidir investiga de dónde es el caballo, quién es el dueño de la cuadra, qué tipo de sangre tiene, quién lo entrena y quién lo va a montar, en qué lienzos ha corrido y contra qué caballos, cuántas carreras ha ganado y cuántas ha perdido, porque le enseñaron y así lo sabe, que para conocer al caballo hay que conocer la caballada.
 

Así sucede también con los gallos, pero en ambas actividades, en que se observan más que nada las características de los gladiadores, rige el fugaz ego festivo del apostador, por lo frustrante o satisfactorio del resultado, el ímpetu por la ganancia fácil y la diversión apasionada del jugador que celebrará su suerte o lamentará su desgracia efímeramente, para en cuestión de minutos, horas o días olvidar la hazaña.
 
En cambio en una elección formal para la constitución de los poderes públicos, se impone en principio el sentido de pertenencia que permite a los partidos tener un mínimo de afiliados y que esta razón le permita en conjunto tener una imagen que proyectar ante la sociedad y frente a los demás partidos, por ello además de ideas limpias e inteligentes, los partidos deben de tener en todos sus niveles de dirigencia, líderes de conducta intachable, creativos, cuya personalidad sea garantía de trabajo y de honestidad.
 
El pueblo lo que quiere es un líder capaz de impulsar los esfuerzos individuales y colectivos, idóneo para crear las condiciones que le permitan desarrollar sus potencialidades como individuos, como pueblo y como nación.
 

No sé de un partido que postule la corrupción, pero sí sabemos de miembros de partidos que ya hechos gobierno, conviven con la corrupción, la toleran, la desarrollan y la revisten de formas legaloides para hacerla aparecer como conductas lícitas, como las licuadoras, las empresas fantasmas, los elevados sueldos, los gastos innecesarios, las obras suntuosas, las concesiones territoriales y de servicios otorgadas a los afines y allegados, los moches, las mordidas y todo un catálogo de inmoralidades que insultan a la honestidad y el buen gobierno, a sabiendas de que se encuentran y se encontrarán protegidos para gozar de la impunidad que les brindan las camarillas gobernantes, con un sistema de leyes elaboradas a modo y con funcionarios colocados en puestos estratégicos, dispuestos a encubrirlos y a borrar toda huella que los inculpe en la comisión de ilícitos que agravian el patrimonio de todos los gobernados y del país mismo.
 
Pues bien, quienes hemos visto crecer este país, intuimos que debido a la intensa observación y exigencia social, provocada por la comunicación instantánea y generalizada que ahora se tiene en la burbuja cibernética y de tele comunicaciones, existe al interior de la administración publica la palpable intención de acabar con la mayor plaga que corroe las estructuras oficiales como es la nefasta corrupción, ahora atacada implacablemente y denunciada, por un instrumento político de alta intensidad llamado transparencia.  
 
¡Insólito!, un Presidente de la República llevando ante los tribunales y a la cárcel a sus compañeros los gobernadores de su mismo partido y a colaboradores desleales que lo han traicionado con rapacerías, un Presidente y su partido promoviendo leyes drásticas para castigar la corrupción en todas sus modalidades, un Presidente y su partido obligando a todos los funcionarios públicos a transparentar el uso de los recursos públicos y a informar a quien se interese sobre el destino de los mismos. Un Presidente y su partido removiendo a su compañero fiscal para que sean las fuerzas de la nación representadas en el Senado de la República quienes decidan la titularidad de quien será el fiscal autónomo.
 

Y más insólito suena el hecho de que el Presidente Enrique Peña Nieto y su partido el PRI, renuncien a la posibilidad histórica de imponer un candidato con una larga militancia, con una reconocida lealtad a su partido, con una brillante carrera política, para poner a alguien que nunca ha militado en sus filas como José Antonio Meade, que proviniendo de un gobierno panista donde ocupó puestos relevantes, ahora se le encamine para desempeñar el puesto más honroso al que pueda aspirar todo mexicano, principalmente los priistas.
 
¿Por qué Meade?, ¿Por honrado? ¿Por eficiente?, ¿Porque por su experiencia garantiza que posee el mejor proyecto para impulsar en paz el desarrollo del país?, no tan sólo eso, sino porque Meade es uno de esos ciudadanos que provienen de la sociedad civil, forjado para servir, ajeno a las pérfidas ambiciones de encumbramiento, si las poseyera se hubiera afiliado desde hace años a algún partido político y hubiera perdido el tiempo en campañas, en chocholeos, en efusivos abrazos falsos y traicioneros o en redactar demagógicos discursos para promoverse con los tradicionales métodos oropelescos, por el contrario el actual Secretario de Hacienda ha permanecido distante de ese mundo político frívolo y perverso. En este país, en que el ciudadano común, ve en el gobierno a su eterno deudor, dice estar hasta la madre de los políticos que lo engañan y lo esquilman. José Antonio no es de esa calaña de aduladores falsos y convenencieros.  
 
El PRI con las certeras embestidas del líder nacional del PRI, Enrique Ochoa, mantiene a los demás partidos turulatos y desconcertados, sus máscaras hipócritas y demagógicas cayeron estrepitosamente, nada de renunciar al presupuesto del resto del año 17, nada de devolverle el dinero al pueblo como lo hizo Movimiento Ciudadano, el PRI, el Verde y el PES, para apoyarlo en la reconstrucción por las desgracias del sismo.
 

Con qué cara salen a defenderse el señor Ricardo Anaya o la señora Alejandra Barrales respecto de sus sospechosas fortunas o qué antifaz usará el Señor Alberto Anaya para explicar a la autoridad y a la opinión pública la acusación que pesa sobre su esposa por ser presumiblemente parte de una red política de lavado de dinero.
 
Ese ambiente de corrupción y de demagogia que campea entre los aspirantes para desplazar y arrebatarle el poder al PRI, son las circunstancias que vive el país en el actual momento político.
 
Las voces de las oposiciones a este partido se oyen bofas, incongruentes y monótonas por repetitivas, sus mejores ideólogos no han logrado reaccionar, ante este PRI desconocido que ahora se les presenta, estaban acostumbrados a vociferar calumnias y desprestigios para erigirse como los santurrones y puros, como únicos merecedores de la confianza popular, pero les interesó más mantener el bolsillo lleno para mantener sus camarillas ociosas y viciosas, que contribuir con su saco a resolver la problemática popular. Ante las andanadas de Ochoa Reza que los encuera y exhibe, con sus rostros impávidos, solo aciertan a preguntarse, ¿Y ahora qué hacemos o qué decimos? Porque sus intelectuales piensan con el estómago por su propio bienestar y no con el cerebro a favor de la patria, la cual no les interesa.
 

Esta recomposición que está experimentando el PRI, contiene verdaderos valores democráticos que de plano excluye individualismos, pues bastó el asomo de un candidato fuerte y confiable para que gran parte de empresarios seducidos por el populismo abandonaran las filas de quienes no poseen proyectos sustentados en la realidad y que ningún futuro firme ofrecen a la nación, ellos ahora retornan avergonzados de participar en el juego de palabras promitentes y embaucadoras.
 
Pronto regresarán a su redil, de hecho ya lo están haciendo, aquellos desertores, traidores a su partido, que creyeron significarse por tener un arrastre popular o valer por sí mismos por ser titulares de un voto o una representación, quienes se fueron y aún permanecen allá donde fueron llevados por su ambición o comprados, al fin oportunistas, están resignados para retornar con su ridículo a cuestas, pues ni la tómbola, ni las impenetrables castas partidistas de riquillos y rojillos los tomarán en cuenta, sino que los estigmatizaran con su natural desprecio. Ya los veremos apenados y con la cola entre las patas.
 
Finalmente es de señalarse que la política es una actividad de decoro, no debería de ser apta para los servilistas que se degradan públicamente para servir incondicionalmente al amo, no para aquellos que ahora lamen golosamente la mano del señor, para después morderla con odio. No debería de ser una actividad idónea para quienes creen que el poder es un irresistible y seductor perfume que se utiliza para satisfacer las más bajas pasiones, ni mucho menos un medio para conquistar poder y riquezas. No, la política es la posibilidad de servir humildemente a nuestros semejantes desde la pequeña o gran posición que el destino nos ha permitido alcanzar, sin mezquindades, sin rencores y sólo inspirados en la pasión por hacer el bien y en engrandecer con nuestro trabajo y nuestra voluntad, los pueblos y comunidades que nos han brindado la oportunidad de hacerlo. Si todos lo hiciéramos así, estaríamos en el principio de una sociedad ideal, más justa y más feliz. Por el bien de la causa.  
 

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