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Columnas y artículos de opinión
¡Vamos al bingo!
Rafael Martínez Zaleta
2 de junio de 2011
alcalorpolitico.com
El que por necesidad juega, por derecho pierde.
Sentencia Popular

Hace unos días escuché una dramática historia, la cual por razones de espacio he de resumir. Hará tres años en esta ciudad un matrimonio vivía felizmente. Él, trabajaba en una empresa constructora con un ingreso aproximado de 120 mil pesos mensuales, tenía casa propia, automóvil y una vida cómoda en lo general. Pero se hicieron aficionados del bingo. El bingo es un juego que consiste en llenar un boleto de quince espacios, puede ser manual o electrónico, y en cada jugada puede el costo ser de 10 pesos como mínimo, hasta muy fuertes cantidades de dinero. Actualmente, él, anda con urgencia buscando empleo. Ella, vendiendo relojes rolex en 15 y 20 mil pesos y alhajas, que es el único patrimonio que les queda. El bingo, dice ella llorosa, nos ha hecho comenzar nuevamente nuestras vidas. ¡Todo lo hemos perdido!

Los llamados “Calientes”, “Bingos”, “Yaks”, “Big bola”, como se denominan, es una aportación de la administración panista para que se instalaran en el país legalmente este tipo de juegos, que eufemísticamente denominan “casinos” y despectivamente “desplumaderos”. Las máquinas están diseñadas para ganar, nunca para perder. Cierto, que hay premios y se dan realmente, pero hay una equivalencia de un 3 por ciento para toda la población jugadora y un 97 por ciento para la empresa. Ésta es una de las razones por la que otras administraciones nunca aceptaron su apertura. A nadie se le obliga jugar, es cierto; como a nadie se le obliga a drogarse. Pero: ¿qué sucede si conocemos la droga y nos familiarizamos con ella?, ¿Qué sucede si conocemos el juego y nos familiarizamos con él? Se dice que son empresas que generan empleos. Es cierto, también el narcotráfico genera empleo y… ¿sirven realmente a la sociedad? o la destruyen..


Aquí en Xalapa hay tres centros de acopio económico, el Play City de Plaza Ánimas, el Caliente de Plaza Américas y el Big bola que se encuentra al lado. En todos ellos, no existe la representación de una autoridad. Hay agentes de autoridad (seguridad privada) al servicio de ellos, pero no autoridades que regulen el buen funcionamiento o la defensa del usuario. La contaminación asfixiante, el humo del cigarro penetra en todos los rincones, y los ductos oxigenadores son insuficientes: ¿y la ley general para el control del tabaco?, por qué no se aplica en estos centros, ¿sabía usted que, desde que llegó el bingo a Xalapa, se elevó una alta tasa de mortandad sobre todo entre usuarios de la tercera edad? Si usted es aficionado(a) al bingo, seguramente ya escuchó este comentario: murió la maestra fulana, falleció mengana. En su generalidad han fallecido por enfermedades del tracto respiratorio, cáncer, infartos e incluso suicidios. Valdría la pena que autoridades sanitarias se acercaran con el propósito de remediar estos graves problemas de salud. No podemos evitar que quien quiera gastar su dinero, lo haga, pero sí es nuestra responsabilidad evitar que algunos hospitales se saturen, porque una empresa depredadora incumpla con la ley.

El relato siguiente, devela la frágil naturaleza del ser humano ante el propósito de obtener dinero, con la mayor facilidad y por la vía más rápida. Pero también evidencia el trágico fin a que están expuestos quienes esperan con ansiedad la buena suerte, y no el trabajo, para hacerse ricos.

“A Willy y a Rafael desde la infancia siempre los había unido una grata e invariable amistad, pero en los albores de la juventud se separaron. Willy se fue a Miami a buscar un mejor nivel de vida. Rafael se quedó en La Habana desempeñando trabajos varios, y un buen día, unió su vida y destino a una mujer. Procrearon varios hijos y cada día el pan, la habitación y el poco dinero que ganaba se iba reduciendo. En esa desesperante pobreza, que a cada paso se agigantaba, Rafael tenía como única ilusión, que el destino fuera generoso con él, en algún episodio de su ordinaria vida… y precisamente en ese instante, en que daba el último sorbo a su taza de café, antes de marcharse, se le cumpliría su deseo.


“Willy Noriega estaba a unos cuantos pasos de su mesa. Llegaba del aeropuerto. Había hecho un recorrido en el interior de Cuba y antes de partir a Miami se tomaría unos rones en cualquiera de los múltiples casinos de La Habana. Seguramente nunca imaginó que una repentina sorpresa le esperaba. Al encontrarse se dieron un fuerte abrazo, se arrebataron la palabra en los primeros diálogos ¡tanto tiempo sin verse!, y ya con más tranquilidad, dieron paso a las preguntas y respuestas.

“¿Cómo te ha ido, Rafael?

“¡Mal!, Fulgencio Batista se preocupa más por los yanquis que por los cubanos. Con este gobierno entreguista, aquí en Cuba, hijos es lo único que hacemos, para aumentar la servidumbre de los extranjeros.


“¡Oye! –bajando la voz preguntó Willy-, ¿y qué sucede con los guerrilleros de sierra Maestra?

“Siguen necios, su lema es patria o muerte, la nación entera se está bañando de sangre. Hace unos días asesinaron a Frank País, un joven de 23 años, simpatizante del movimiento de Fidel Castro, y la sociedad está muy conmovida. Pero ya no quiero seguir contándote las malas, mejor dime tú, ¿cómo te va en Miami?

“Bien –repuso Willy-, la vida allá, ha sido misericordiosa conmigo, me inicié en una micro empresa hace años, ahora me dedico a exportar, a eso obedece mi presencia, ando en busca de mercados.


“Al cabo de un rato la chispa del humor se desbordaba sobre los vasos llenos de ron y de whisky. Un rostro alegre y uno triste. Un hombre con mucho dinero y otro en la extrema pobreza. Ya en el cielo habanero se anunciaba la aurora. Willy tenía que partir, abrazos efusivos y buenos deseos, y una mano insistente en darle a otra un rollo de dólares de alta denominación. Y una mano que se resistía a recibirlos.

“¡Tómalos! ¡Para algo te han de servir hermano!

“Los dólares se quedan y el amigo se pierde entre tanta gente que abarrota el casino. Rafael saca de la bolsa de su pantalón el dinero y pretende contarlo. Pero mejor se lo guarda. Son miles de dólares se repite a sí mismo. Son miles de dólares… Se acerca a la primera ruleta, hace el cambio por fichas y en el casillero 24 negro las deposita todas. La ruleta da vueltas, da vueltas y unos hipnotizadores ojos siguen el trayecto de la esferita que llevará la suerte a uno, y la incomodidad o la desgracia a otros. En esta ocasión la esferita graciosamente se ubica en el casillero 24 negro. El coyme grita el número premiado y Rafael Rodríguez casi se tambalea al escucharlo.


En menos de seis horas en el corazón de La Habana había nacido un nuevo rico. Rafael hizo la siguiente reflexión: Willy llegó a las 24 horas, yo nací el 24 de octubre, y vivo en la calle Maciel número 24, definitivamente en esta madrugada el número 24 me ha hecho rico, como el día apenas comienza, el 24 negro me va a hacer más rico y con inusitada habilidad vuelve a depositar todas las fichas en el casillero mencionado. La esferita vuelve nuevamente a dar vueltas, se escuchan voces con discreción ¡toda una fortuna está apostando! Y otra vez la esferita se inserta en el número 24, ante el asombro de la nutrida concurrencia. Rafael con indescriptible felicidad cambia sus fichas, y sólo acepta al agente de seguridad para que lo conduzca al taxi más cercano.

Camino a su casa se pregunta ¿cuantos miles de dólares, llevaré en esta maleta? Baja del taxi, empuja la apolillada puerta de su casa y comienza a subir la escalera, que cruje por su peso y la podredumbre de los años. Se introduce a la recámara donde apaciblemente duermen su esposa y sus hijos. Se recuesta al lado de su mujer y comienza a cavilar sobre su buena estrella. ¿Qué hacer con tanto dinero? ¿Comprar un rancho en plena producción? ¿Un edificio nuevo aquí en La Habana? ¿Meterlo al banco y vivir cómodamente de los réditos? ¿Crear una empresa de bienes raíces? ¡Cuántas cosas se pueden hacer con el dinero!!, ahora sus hijos estudiarán en colegios de primera, estudiarán con los hijos de los americanos. “Mi esposa lucirá un carro último modelo, y la colmaré de joyas y piedras preciosas. El mejor casino de La Habana, poca cosa será para nosotros…” Pensaba. Hasta que un mortal pensamiento se le atravesó en el cerebro: y ¿si regreso al casino para duplicar mi capital? Rafael Rodríguez Durán ni remotamente, nunca, debió haberse hecho esa pregunta. Minutos después apresuradamente bajaba las escaleras y salía de su casa, para media hora después entrar al mismo casino, con la misma gente de hacía un rato. Ya era de día, pero eso que importaba, los casinos trabajaban las 24 horas.

“Cambió su fortuna por fichas dividiéndola en diez tantos. Con desesperante actitud, uno a uno fue acomodando en el casillero 24 negro. Cinco tantos se fueron y nada. Se había ido la mitad de su riqueza. Nerviosamente acomodó otro tanto al mismo número, Sin obtener ningún resultado. Otro tanto y lo mismo. Únicamente quedaban tres. Otro y otro más. ¡Nada!, Sólo quedaba un tanto, la décima parte del capital que tenía. Aguantando la respiración depositó temblorosamente las últimas fichas. Un sufrido silencio flotaba en el ambiente, la ingrata esferita se ubicó en otro número. ¡Todo se había perdido!, la ruleta vuelve a dar vueltas y Rafael deposita su cabeza sobre la mesa. La esfera tranquilamente se acomodó en el casillero 24 negro, pero fatalmente en el 24 negro nadie había apostado. ¡Señor! Alguien trata de despertar a la persona que tanta fe le tenía a ese número, ¡señor, su número! ¡Una ambulancia! Otro gritó. Aquel sujeto de aspecto deplorable se había desvanecido. Más gritos, revuelo, alboroto, palabras altisonantes, una muchedumbre confusa. Rafael Rodríguez Durán, ya no escuchó nada, traspasaba el limen de la vida para acercarse en ese momento a una cita que tenía pendiente con el destino.


E-mail: rafael_zaleta