icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Farsa o realidad
Luciano Blanco González
21 de agosto de 2020
alcalorpolitico.com
El admirable esfuerzo que hace el Presidente Andrés Manuel por conservar la línea recta de su intachable conducta, inclinada a la verdad y a la honestidad política, no le permite aplicar la ley con la contundencia que un dictador natural haría en contra de los enemigos de la nación, que son un ejército de corruptos que se pasean por el mundo disfrutando de las fortunas que saquearon.
 
Es tan grande el escrúpulo que caracteriza al estadista, formado en las aulas de La Universidad Nacional Autónoma de México, que para no macular su destacado humanismo, para no mancharse las manos y turbar su conciencia, en lugar de ello sugiere a los obedientes y sumisos fiscales del país que en caso de someter a los tribunales a los ex presidentes de la república, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, prefiere que tan grave decisión, de tomarse, la tome el pueblo en conjunto, brindándoles con ello protección frente a la furia persecutoria de sus fiscales que se ven paralizados ante la generosidad y benevolencia del Presidente.
 
Se equivocan quienes creen que el escándalo mediático creado por los orquestados bullicios sobre la corrupción del principito Emilio Lozoya, solo son para que el pueblo se entere de la asquerosa porquería que se vivió en la pasada administración -y que palpita aún en las entrañas del poder público- sea para juzgar al autor de quien confiesa sus pecados inspirado por los demonios de sus mandos superiores -quienes permanecerán intocados por los vicios que se están dando en el sonado proceso- la nube negra, por más que se niegue, tiene más el propósito de satanizar a todo y a todos los líderes poderosos y con futuro que pudieran constituir un obstáculo para el proyecto de control y dominio del partido en el poder.
 

Esta es en la vida de México, la primera ocasión que un delincuente confeso tiene la dispensa para vivir en la comodidad de su mansión, cuando lo correcto sería que desde la cárcel compareciera en los juzgados y que desde ahí señalara a quienes con un cuchillo en el pescuezo lo obligaran a cometer actos indebidos.
 
Siendo así, los mexicanos tendríamos la certidumbre de que se está llevando un proceso real, sustentado en verdades irrebatibles y no una farsa pesimamente montada, que no convence más que al pueblo inteligente y sabio que aplaude la comedia y se olvida de la cruda y difícil realidad económica, sanitaria y de seguridad que alivia sus preocupaciones por el peligro de los contagios, el dolor de sus enfermos ante la falta de atención médica y la carencia de medicinas, que distrae el angustioso chillar de sus tripas y las exigencias de su familia ante la ausencia de alimentos, vestido y ahora hasta de habitación al no poder pagar las rentas, que no le importa el suplicio ajeno que siembran los delincuentes, engañándose con el consuelo de que ni a él ni su familia le tocará un acto de abuso o de violencia, el pueblo tiene en el circo polifacético de la política un recreo en su desgracia que le place pero que no le llena.
 
El otro pueblo, el malicioso y crítico no cree que los famosos videos difundidos sobre los sobornos a senadores, diputados, líderes y funcionarios no pudieron haber salido de la nada, no cree que la demanda delatora de Lozoya haya aparecido por televisión y redes por un robo o sustracción sigilosa de las seguras e inviolables gavetas secretas de la Fiscalía General de la República.
 

La difusión ilícita de documentos públicos contenidos en la carpeta de investigación formada para el caso, cuya forzosa secrecía jurídicamente es sagrada e inescrutable por terceros parece formar parte de una maquinación perversa, más bien es un signo oculto de total obediencia al Presidente, que había pedido públicamente que se difundieran los videos y la demanda para que las conociera el pueblo y la mano fantasmal y oculta de la fiscalía, lo hizo.
 
Hasta ahora lo que conocemos son especulaciones, ignoramos que valor le vaya a dar la fiscalía y el juez a los videos y a las acusaciones de Lozoya, pero se da la impresión de que todo lo manipulan y ello les resta certidumbre y credibilidad.
 
Pero, qué pasará en la eventualidad de que todo sea cierto y que se prueben mínimamente las acusaciones, los senadores de entonces y hoy gobernadores ya han declarado ofendidos y con contundencia, de que ellos son inocentes y que se les está calumniando vilmente, acentuando que se pretende demeritarlos a ellos y a sus partidos por el proceso electoral que se avecina, apoyándose en un delincuente confeso como Lozoya, a quien el gobierno mantiene como reo para sus propósitos.
 

Hasta donde sabemos, todos los delitos que se les atribuyen a los acusados están prescritos, aunque habría que indagar si estamos en la situación que prevé el código penal en cuanto a la continuidad de los delitos, que podría ser el uso aún o reciente del dinero mal habido.
 
Hay indicios de responsabilidad, por ejemplo, la cercanía de Guillermo Gutiérrez Badillo Secretario privado hasta hace unos días del Gobernador de Querétaro, Francisco Domínguez, quien aparece en el video recibiendo y contando pacas y pacas de dinero que transportaba en maletas, actividad que dice su jefe ignorar y sinceramente esta difícil que un jefe no se de cuenta de este tipo de movimientos tan notorios, no creemos que haya sido a sus espaldas, pero no podemos juzgar hasta que se aclare.
 
Otro indicio constatable es el supuesto automóvil Ferrari que dice Lozoya le regalo el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, a Peña Nieto versión que aunque pintoresca, la subrayara el mismo Duarte con las mismas ansias de libertad que Lozoya, ambos reos de la justicia como lo es la traidora de Rosario Robles, que hoy paga culpas ajenas por no colaborar soltando la sopa denunciando a quienes quieren que denuncie y, con su infundada prisión, pagar el despecho que todavía debe de sufrir algún apasionado de muy, muy arriba.
 

Por lo pronto esperemos con paciencia, sin dejar de ser insistentes en que la ley se aplique con todo rigor e imparcialidad, al poder judicial no lo debe de intimidar el linchamiento de que están siendo objeto en las excitativas del Presidente y en las medidas correctivas que les está aplicando el Consejo de la Judicatura Federal, suspendiendo jueces y magistrados que dictan acuerdos contrarios a todo lo mediático, sin tomar en cuenta su apego estricto al derecho.
 
La lucha en contra de la corrupción debe de ser implacable, por lo pronto Lozoya debe de ser castigado con cárcel y condenado a devolver todo lo robado, mal se vería que si su colaboración no es suficiente y su acusación sea solo una relatoría con pruebas infundadas para buscar impunidad, o si resultara cierta, aun así debe de ser juzgado con todo el peso de la ley, de lo contrario, es una invitación a todos los funcionarios para que roben y después si son descubiertos, ofrecer colaboración y luego a gozar de la vida con los bolsillos repletos y el pueblo esperando castigo, no debe de ser así, pensaríamos que Duarte es toda una escuela al declarase culpable y que Emilio es un alumno muy avanzado. Por eso en la lucha contra la corrupción, debemos ser solidarios con el Presidente López Obrador, sea como sea y él debe de demostrarnos que él no es igual que los demás, que no son lo mismo y debe de ser riguroso, aunque se trate de sus propias gentes, porque ya están circulando videos en los que se habla de corrupción en su familia y sus colaboradores, ojalá no sea cierto el nuevo proverbio popular que ante los hechos dice: El que a videos mata, a videos muere. Por el bien de la causa.