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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Un espectáculo triste, denigrante, soez, violento
Miguel Molina
25 de mayo de 2023
alcalorpolitico.com
Me fui de vacaciones para no pensar. No sirvió de mucho. Lo primero que vi una noche mientras esperaba unos tacos de carnitas – sí, tacos de carnitas – en Porto fue que el gobierno de Veracruz había publicado una vaina dirigida a la opinión pública de la gente convocando a una manifestación pacífica contra la Suprema Corte de Justicia.

Antes, o después, cuando comía lechón en Pedro dos Frangos leí que alguien cuyo nombre absorberá la historia propuso que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación fueran elegidos por votación popular.

Ya no quise volver a ver las noticias de México para no echar a perder las vacaciones, pero no pude dejar de pensar en la manifestación ni en la propuesta de elegir a los ministros, dos despropósitos que dan una idea de cómo andan las cosas.


Primero, la manifestación. No fue pacífica. Fue un espectáculo triste, denigrante, soez, violento, que muestra los valores de la clase política que gobierna Veracruz. La gente vio a los funcionarios estatales en las calles del centro de la capital, las cámaras mostraron los ataúdes que llevaban con efigies de la presidenta y algunos ministros de la Suprema Corte, los micrófonos recogieron el discurso del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, triste, denigrante, soez, como la manifestación que encabezó.

El ingeniero García Jiménez sostiene que la Suprema Corte es corrupta y conservadora y neoliberal, y afirma sin pudor y sin pruebas que los ministros son enemigos de la cuarta transformación porque han declarado que varias reformas legales propuestas por el presidente López Obrador son inconstitucionales.

La palabra presidencial pesa más que cualquier otra cosa, y es suficiente para que el gobernador diga lo que dijo sin pensar en lo que decía, y sin que ninguno de sus asesores le recomendara prudencia, que es una virtud escasa en estos tiempos.


García Jiménez no está solo. La presidenta del Congreso veracruzano, Margarita Corro, declaró que la Suprema Corte no respeta la división de poderes porque hay injerencia en el Poder Legislativo. Basta leer la Constitución para darse cuenta de que uno de los trabajos de la Suprema Corte es determinar si las leyes que emite el Congreso cumplen con la letra y el espíritu de la Carta Magna, pero es mucho pedir. La ignorancia es atrevida.

No se sabe

Y luego está la vaina de elegir a los ministros de la Suprema Corte, una ocurrencia sin pies ni cabeza que cobró fuerza en las redes sociales y en la conferencia de prensa presidencial mañanera. Más de una vez me senté en la Plaza de las Verduras de Pontevedra a tomar una copa de vino y a pensar en cómo se puede organizar esa cosa.


No se sabe cómo serían esas elecciones de ministros. No se sabe si habría que elegir a todos de una vez, ni cómo sería ese proceso. No se sabe si uno tendría que votar en cada estado por once candidatos o por uno, o por algunos. No se sabe cada cuánto habría elecciones ni quién financiaría las campañas de los aspirantes.

Tampoco se sabe quién propondría a los postulantes, ni se sabe qué pasaría si alguno de ellos no tuviera idea del derecho constitucional – o del derecho en general – ni se sabe cuánto tiempo durarían los elegidos en su encargo. Sólo sé que hay cosas que no se saben... Es algo que pasa con las ocurrencias.

Desde el balcón


Otra vez en el balcón, a salvo de la resolana y a merced de la brisa tímida, uno prueba la malta y sabe que las cosas vuelven a ser como eran, aunque nada es nunca como fue. Las ranas se regocijan otra vez en el jardín cercano. Volvió el pájaro carpintero de cada primavera.

Uno vio a trescientas mil personas que caminaban en la noche como si nada de la orilla del lago de Ginebra a la estación central del tren, las calles llenas, las plazas llenas, los autobuses y los tranvías de las once de la noche hacia cualquier parte llenos, varios trenes de cercanías llenos, llenos los ojos del espectáculo de drones con luces que acababan de ver.

Uno vio, como ellas, brillar formas y colores en el cielo sin estrellas de la noche, y adivinaba la música de más allá, donde muchos bailaban esperando las luces, y siguieron bailando con los ojos pegados a la vaina esa de maravilla, y dejaron de bailar sin darse cuenta, hasta que llegó la hora de irse a otra parte a recordar lo que habían visto.


Ah, la primavera. La tarde hace con la vida y la memoria lo que la primavera hace con los cerezos.