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Columnas y artículos de opinión
Poza Rica. (5a. parte)
Luciano Blanco González
21 de febrero de 2012
alcalorpolitico.com
6 de Octubre. La Masacre.
 
El local de la coalición estuvo hirviendo de gente indignada durante todo el día, la jornada electoral era una estafa, un engaño en la que imperaba la mala fe orquestada y dirigida por los caciques locales, cual más, cual menos, se quejaba de todo tipo de atropellos y de malos tratos, había impotencia y coraje, afloraba en todas las caras el reclamo de justicia, nadie estaba apachurrado, todos querían seguir luchando, el triunfo de Salas Castelán era un fraude humillante, una farsa mal montada y una oprobiosa burla contra todos, por la tarde un mar de gentes acordaron con sus líderes hacer una manifestación al día siguiente, para exigir democracia y justicia.
 
Al otro día en el atardecer, cuando el sol otoñal comenzaba a ocultarse, una multitud de gente, algunos dicen que 10,000, otros afirman que 20,000, invadió la intersección del Boulevard Adolfo Ruiz Cortines y Avenida Juárez, oficinas de la Coalición, que así le llamaban ya, por haberse unido los obreros descontentos con el sindicato (“Goyos”) y el pueblo en lucha (Partido Demócrata Pozarricense). Un poco después del ocaso, iluminados por antorchas, partió la peliculesca manifestación hacia el centro de la ciudad, con la intención de retornar hacia el parque Juárez, el trayecto incluía el paso frente a las oficinas del poderoso Sindicato de la Sección 30 ya que entre el Edificio sindical y el edificio de la Cooperativa,- donde esta ahora el Edificio de Correos- había una Calle que desembocaba en el Parque Juárez, la mayoría de manifestantes portaban antorchas encendidas y encabezaba la marcha algo parecido a una procesión fúnebre, 3 ataúdes negros con los nombres de los sátrapas, el que encabezaba el cortejo, llevaba el nombre de Merino, el siguiente el de Vivanco y el otro el de Salas Castelán. Junto a cada ataúd, caminaba una mujer vestida de negro que lloraba a gritos desconsoladamente. La fingida viuda de Merino, era una mujer alta y güera, pues la esposa de Merino era nada más, ni nada menos, hermana de la esposa del futuro Presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon.
 
Todo iba bien en la marcha, cuando retornaron, los que presidían la columna se encaminaron hacia el Parque Juárez, hicieron un alto frente a las oficinas sindicales que parecían sombrías y abandonadas, las luces estaban apagadas y reinaba el silencio en el interior del recinto, afuera los llantos de las supuestas viudas se oían estruendosos y lastimeros, los manifestantes blandían sus antorchas, mientras vociferaban a coro y con indignación, consignas reclamando justicia. El ambiente era tenso, los gritos desaforados de quien desea ser oído, eran cada vez más fuertes, Por fin avanzó la columna, los manifestantes de la retaguardia marchaban más sin control. En la penumbra y entre las sombras, no faltó un provocador que arrojara algún objeto al interior del sindicato y lo que siguió fue el pandemónium: Ráfagas de rifles, pistolas y metralletas contra los manifestantes, el resultado?, no se sabe y no se sabrá cuántos, ni quiénes fueron los muertos, por que en todas estas revueltas cunde la exageración o la secrecía, pero Vox populi y los testigos de aquel entonces, que aun viven, platican que el pueblo inerme fue masacrado, que los cuerpos de los muertos los recogieron y los transportaron en camiones para quemarlos, unos en las calderas de PEMEX, otros desaparecerlos en los tanques de chapopote, otros tirarlos en la orilla de la carretera y otros más enterrados clandestinamente o desaparecidos. Para otros la masacre nunca existió y es producto de la imaginación popular, simplemente politiquería y otros solo reconocen con nombre y apellido a la Señora Consuelo Marroquín Galloso.
 
Los momentos posteriores al tiroteo fueron momentos de locura, la poca iluminación publica que había, se apagó de repente, la luz de Poza Rica en ese entonces no la proporcionaba la Comisión Federal de Electricidad, sino que directamente la proporcionaba PEMEX, en todo el sector hubo corte de energía, la gente corría en tropel, despavorida y descontrolada, buscando a gritos en la penumbra a sus familiares y amigos, nadie sabia qué pasaba ni qué había pasado, todos eran presa de la incertidumbre, el tropel humano era ruidoso, todos buscaban un refugio seguro, debajo del puente, atravesando a nado las pestilentes aguas del arroyo que atraviesa la Ciudad por ese rumbo y por los solitarios y obscuros callejones que conducen a la Colonia Laredo y Cerro del Abuelo, otros más hacia 52 o a la Colonia Merino, todos huyendo de la violencia y de la muerte.
 
El 7 de octubre, ya no hubo reunión, ni concentraciones, hubo velorios de los cadáveres que sí recogió el pueblo, lágrimas, caras de espanto, persecución, sobresaltos, cuchicheos en todas partes, la noche de terror no terminaba, hubo detención de simpatizantes y de cualquier sospechoso de ser oposicionista. Para restablecer el orden intervino el Ejercito Mexicano, y para perseguir y castigar a los inconformes, intervino la Policía del terrible servicio secreto del Estado, el Doctor, Fausto Dávila, el Profesor Isidro Capitanachi, el Doctor Francisco Villa y Víctor Meseguer, el líder petrolero, Maestro Mason Rufino Rodríguez, a salto de mata, pusieron a salvo sus vidas y su libertad, hay quienes afirman que en este Inter fueron llevados a México y luego se pasaron una temporada detenidos en Tuxpan. El pueblo doblemente burlado, los maestros cesados, los obreros despedidos, los sospechosos ajusticiados y una serie de latrocinios inenarrables fueron la vil respuesta de los dueños del poder.
 
Poza Rica tiene ahora la obligación de establecer un tribunal de la verdad, para arrojar la luz verdadera sobre estos acontecimientos, todavía es tiempo, aun hay muchos actores y víctimas respirando bajo este sistema solar y su memoria no ha languidecido. Máxime cuando hay una corriente reivindicadora de Jaime J. Merino, quizás esta corriente enjuicie también a los Atilas, a las mentes enfermas y retrogradas que destruyeron gran parte del patrimonio de nuestra ciudad. Las heridas están abiertas, todavía supuran. Todavía es tiempo de evitar las divisiones que se avizoran en el futuro inmediato.
 
Los restos de los mártires……….