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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
Turquía en la encrucijada
Rebeca Ramos Rella
15 de octubre de 2012
alcalorpolitico.com
Lo que pasa en otras regiones del mundo, puede parecernos muy ajeno y distante. Pero en la globalización y en la era de las tecnologías de comunicación que vinculan, acercan y nos enteran en el acto, los procesos y fenómenos nos afectan y tienen repercusiones políticas y económicas a nivel nacional.

De entrada la agresión militar, amenazas y acusaciones mutuas, entre Turquía y Siria han impactado en el precio internacional del petróleo, que para México es primera fuente de ingresos del PIB. La semana pasada, el jueves 4 de octubre, cuando Turquía respondió agresiones de Siria a su frontera, con saldo de 5 civiles muertos, el precio del barril se desplomó a 4.08%, -a 88.14 US dlls en Nueva York- el peor precio desde el 2 de agosto; el Brent bajó 3.04% en el mercado de futuros de Londres, -a 108.17US dlls-; la mezcla mexicana cerró en 98.27 dólares, con una caída de 3.37% y se desataron preocupaciones severas sobre una posible desaceleración mundial en la demanda de energéticos. Esta semana el petróleo subió y bajó, cardiacamente. Y ante la confusa y riesgosa prospectiva del desarrollo de estas nuevas tensiones en la región, el orbe puede esperar tiempos bien inciertos.

¿Por qué Siria ataca Turquía?


Turquía conserva su estatus milenario de ser una región estratégica en la geopolítica. Es un país entre dos mundos; una bisagra entre el Occidente y el Medio Oriente; una tierra que convive entre las dos visiones: la modernidad y la democracia europea y la tradición y la religión musulmana.

Estambul, su ciudad más poblada, es la capital mundial de la cultura, porque en cada esquina, en cada calle, en cada templo, se testimonia la historia de la humanidad. Estambul es reflejo de la diversidad de un país que ha sido protagonista de la evolución histórica del mundo. Además, es el núcleo político, comercial, social, cultural, histórico y de seguridad regional más importante de la zona. Vocación que mantiene desde que se llamaba Constantinopla y luego Bizancio.

Es Estambul paso obligado del comercio del Medio y del Lejano Oriente y de Asia Central hacia el Oeste; comunica a tres Mares: el Negro, el Mármara y el Mediterráneo y en tiempos de la Guerra Fría, era la cuña transterritorial del conflicto bipolar, entre el oso ruso y el tío Sam.


Hoy es la capital financiera del país, que en los últimos años ha logrado un importante desarrollo industrial; liderazgo en turismo –es el octavo en el mundo- y en servicios, que lo posicionan como una de las 11 economías emergentes más destacadas del orbe.

La importancia geopolítica y económica de Turquía es tan determinante como lo es la posición de México entre las Américas. Fraterniza con los Estados islámicos y en democracia y gobierno, con los asiáticos y europeos. De manera que podemos comprender el balanceo permanente en su política exterior, en la intermediación y también en las alianzas regionales.

Tras la caída de los regímenes aliados a Washington –Egipto, Libia- y cierto debilitamiento en Jordania y después del estallido social de las revoluciones árabes en la región, que han sembrado la semilla de libertad y democracia, pero también, que han dado inicio a procesos accidentados para consolidarlas, que tornan inestable y hasta frágil la gobernabilidad, Turquía está concretando su liderazgo político y estratégico, como país balanza, que apoya la causa Palestina, por ejemplo, pero no es enemigo declarado de Israel; que ha avanzado en su régimen democrático y secular, sin confrontarse crudamente con sus vecinos fundamentalistas islámicos, como Irán y en alguna medida ha tratado de sobrellevar buena vecindad con Armenia, Azerbaiyán, Georgia, antiguas repúblicas soviéticas que han tenido guerras étnicas cruentas. Tampoco se había enfrentado con Irak ni con Siria, como ahora sucede.


La República democrática, unitaria y constitucional de Turquía respeta a rusos y a estadunidenses; a la Alemania poderosísima. Inteligentemente ha construido un sistema moderado y tolerante a las religiones; si bien la mayoría de los turcos practica el Islam, sólo algunas provincias son muy conservadoras en la interpretación del Corán. Ha optado por la liberalización de su economía, por las privatizaciones; ha impulsado la reforma monetaria y la atracción de más inversión extranjera.

En los últimos 20 años, Turquía ha luchado por consolidar su lugar en la región y en el planeta como país democrático y en pleno crecimiento, pese a que aún, en el rubro de los derechos humanos y en específico, en los derechos de las mujeres, el reto sigue siendo la igualdad, la no violencia y no discriminación, sobre todo en las provincias, donde la religión se practica con más ortodoxia.

Este país transcontinental, que ha edificado su destino como cuna de las civilizaciones, hoy es miembro activo del Consejo Europeo; de la OTAN; de la OCDE; referente de los MIST y actor en el G20. Es miembro asociado de la Unión Europea y desde 2005, negocia su entrada como miembro con todos los derechos.


Desde el comienzo de la guerra civil en Siria, allende fronteras, el territorio turco ha sido la esperanza de vida de miles de sirios que subsisten en campamentos de refugiados. La postura turca ha favorecido la lucha de los revolucionarios sirios contra la dictadura represora y contra las matanzas cotidianas. Así, Turquía y Jordania han sido los aliados de Occidente y en particular de EUA para monitorear los arsenales nucleares del gobierno sirio, que en vista del conflicto interno, desvelan a Washington.

Para nadie es sorpresa que el gobierno de Obama ha mantenido especial observación en Siria y hasta la infiltración de inteligencia para conocer a fondo el desarrollo de la guerra. Ya el Canciller sirio en la tribuna de Naciones Unidas, el mes pasado, denunció la intromisión y acción de las potencias occidentales en su país y los acusó de azuzar las revuelas anti-régimen, mediante recursos y armas.

Por su lado la comunidad internacional, impotente ante la negativa de Rusia y China, para detener los crímenes de guerra y la crisis humanitaria en Siria, desde el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, está empezando a desatarantarse ante eminentes agresiones y violaciones a la seguridad y soberanía de Turquía.


De manera que lastimarla es picar a sus aliados occidentales.

Esta provocación sangrienta que ha empezado con toques y muertos; con el acuerdo del Parlamento turco que permite al gobierno responder armadamente cuando sea necesario; con la decisión de bajar un avión civil sirio por sospechas de material ruso hostil contra los sirios levantados, que desataron acusaciones de ambos lados y con la decisión de prohibir el uso del espacio aéreo para aviones civiles, sirios y turcos, ya son muestras claras de que hay pretensión de usar a Turquía como anzuelo para incitar una conflagración más peligrosa.

El Primer Ministro turco ha puesto sal y limón en la llaga al condenar los ataques a su país y ha exigido a la ONU y al Consejo de Seguridad, a actuar con más determinación y valor, ante lo que acontece en Siria y ante la escalada militar que lo ha obligado a resguardar su frontera; a movilizar aviones y ejército; a responder con disparos y obuses, las agresiones sirias. Y ya de una vez, se fue más lejos. Demandó la reforma del Consejo de Seguridad, que ciertamente ya no es operante en el nuevo contexto global, pues se ha convertido en un órgano colegiado antidemocrático y falto de representatividad mundial, pues sólo 5 miembros tienen el voto para resolver un conflicto de estas dimensiones en el orbe. Y en este caso, sostienen atascada la solución para el pueblo sirio y ahora, para el pueblo turco.


Y pese a que la OTAN y la Casa Blanca condenan las agresiones sirias y los muertos turcos, nadie le quiere entrar, ni quiere adueñarse de la decisión de conjuntar una alianza internacional militar para parar esta guerra que arriesga la frágil estabilidad política de la región. En tanto deciden, Turquía, está siendo obligada a responder.

¿Qué bando está provocando a los turcos?

Irán, aliado incondicional del gobierno sirio en el banquillo, fue el centro del discurso de Obama y de Netanyahu, ante la Asamblea General de la ONU. Preocupa su arsenal nuclear y sus amenazas y el apoyo expresado al dictador sirio. Y nadie quiere que la dupla Al Assad-Ahmadineyab prospere; tampoco que la ONU siga mirando matar a niños y mujeres sirias, sin hacer nada. Ni que Rusia y China sigan obstruyendo sanciones severas hasta la intervención internacional para detener masacres. Ni que Putin por debajo del agua, siga enviando armas y provisiones al ejército del gobierno sirio.


Es posible que los rebeldes sirios, ya desesperados, quieran alentar la definición global a favor de su causa justa; es posible que las fuerzas de Al Assad y los iraníes, agraviando a Turquía, busquen pretexto para que Occidente conteste militarmente y entonces puedan hacer lo que quieren: atacar a Israel, el aliado natural de EUA en la región.

Hay probabilidad de que el ventajoso negocio de la guerra sea el objetivo y también la inestabilidad del mercado petrolero.

Lo cierto es que han obligado a una nación neutral y en pleno crecimiento a defenderse. Que la comunidad global no puede permitir que la usen, ni que la embistan; que hay miles de sirios sufriendo y cientos de miles, desplazados, desamparados. Que la ONU no ha resuelto ni treguas ni altos al fuego. Y lo peor. El conflicto ya saltó fronteras, en tierra y en política; en ley y en razón. Y en medio, como antes, desde hace siglos, está Turquía, en la encrucijada.


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