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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Comprensión para la convivialidad (II)

José Manuel Velasco Toro 03/03/2022

alcalorpolitico.com

En la entrega anterior hablamos de la empatía que nos permite sentir como propia la vivencia del otro para inter existir; como también aludimos al sentido en tanto relación y conexión, más que sustancia. Principios, dijimos, fundamentales para ejercitar la capacidad de comprensión.

Continuemos con nuestra reflexión acerca de la comprensión, pero ahora hagámoslo desde la óptica de la educación. Comprender es fundamental para dialogar y en el campo educativo constituye una relación esencial para establecer la comunicación, esto es, la interlocución entre educador y educando, lo que permite realizar todo acto de mediación para el aprendizaje. Sobre todo, porque no puede haber mediación pedagógica si no se siente lo que se aprende y se encuentra sentido a lo que se hace.

La acción de mediar para promover el aprendizaje debe provocar interés por aquello que está por ser conocido, asombro ante lo nuevo y aprehensión de conocimientos con sentido. Saber por qué se hace algo y para qué se hace, es comprender que hacer lo que sabemos hacer conduce a encontrar sentido a nuestras vidas. Y en materia educativa, hacer con sentido implica necesariamente construir un horizonte que brinde emocionalidad al aprender.



Si no se cree y se siente el aprendizaje, no hay comprensión del conocimiento ni se sustentan bases para alentar la voluntad por aprender a lo largo de la vida, condición necesaria para hacer frente a los cambios y dinámica de la realidad laboral que demanda creatividad resolutiva.

La práctica escolar resulta poco satisfactoria para el estudiante, pues el talante de contenidos no le brinda sentido creativo ni utilidad práctica con el entorno, mucho menos en la situación actual, no por la pandemia solamente, sino también porque no se ha sabido estar a la altura de las circunstancias para atender adecuadamente la demanda educativa bajo situaciones inéditas que requieren de la emergente preparación pedagógica digital y de infraestructura para la enseñanza remota, la cual persiste y continuará siendo alternativa mixta.

La jerarquía autoritaria es conservadora y nunca ha incentivado la imaginación creativa con compromiso social y visión de futuro. Al mantener la anquilosada práctica de creer que educar es trasmitir datos, que es llenar la memoria con información fragmentada (no siempre actualizada), que es normar la conducta reprimiendo la espontaneidad, el asombro, la intuición y la creatividad, lo que realmente provoca es atraso con respecto a la dinámica contemporánea que exige de acciones innovadoras y prácticas flexibles con apertura hacia las fronteras del conocimiento. Educar no es ideologizar para masificar. Educar es un acto libertario que en su hacer impulsa la generación de conocimiento desde el potencial auto organizador de quien aprende.



La educación escolarizada, tal y como se imparte actualmente, más que provocar el amor por el conocimiento, desencadena fastidio y rechazo. Y no sólo en el estudiante, también en el propio docente que no siente emoción por aquello que trasmite, porque simple y sencillamente fue convertido en una máquina de repetir contenidos, antes que pensarlos y explicarlo. Pensar reflexivamente es la más elevada capacidad humana y está íntimamente relacionada con la comprensión.

En su relación dinámica produce, genera, despierta la capacidad de actuar que es lo que permite hacer del acto educativo algo valioso. Si queremos basar el acto educativo en la generación de conocimientos, en el autoaprendizaje y en la autoorganización, donde el alumno encuentre sentido al proceso educativo, entonces es necesario no sólo cambiar la estructura y el enfoque curricular, sino, fundamentalmente, es urgente cambiar la práctica docente reeducando al profesor para que sea un verdadero asesor pedagógico que, en el sentido latino del concepto asesor, es el que se sienta al lado y da consejo, lo que implica una relación horizontal de colaboración mutua que media el aprendizaje sin autoritarismo y sin dirigismo, pero sí con autodisciplina e intercambio de experiencias en corresponsabilidad.

En otras palabras, la mediación docente-aprendiente debe hacer sentir lo que se enseña y lo que se aprende, lo que se conoce y se genera para despertar y desarrollar los sentidos para que el acto de enseñar coincida con el acto de producir conocimientos.



La experiencia demuestra que no se puede motivar el aprendizaje si el estudiante no siente la necesidad del actuar que es aprender para la vida. Un aprendizaje que no se siente, sencillamente no desembocará en la culminación que es generar conocimiento para comprender la construcción del ser yo y con el mundo. Pero claro, para comprender tenemos que saber preguntar qué queremos, cómo queremos construir y hacia dónde queremos ir.

La escolaridad actual no enseña a preguntar y, mucho menos, enseña a relacionar y aplicar los conocimientos adquiridos. La prioridad es memorizar datos antes que aplicarlos, repetir información antes que entenderla, realizar tareas mecánicas antes que ejercitar la capacidad creativa, callar antes que preguntar. Es una educación que ha practicado una especie de apartheid neuronal, como la denominó el gran educador brasileño Hugo Assmann, porque bloquea la capacidad para desarrollar la emoción y la pasión por conocer.

Cuando la emoción es marca de la persona inquisitiva que le conduce a crear, indagar, a estar intelectualmente activa, sea docente, sea quien se desempeñe en una labor manual, agricultor, empleada o empleado en actividades diversas, pequeño empresario o comerciante, artesana o artesano, o bien científico.



La emoción nos permite lograr la grandeza y ser capaz de vivirla en el entorno, de trascender para situarnos en un plano de comprensión del pensamiento que abre a la posibilidad de derribar las distorsiones de la realidad y tener una visibilidad ilimitada. No se trata de convertir ideas en creencias, tentación siempre presente en quienes poseen ambición de poder y control, sino, como bien escribió Juan José Arreola, de aprender a relacionar las ideas para crear conocimiento con sentido de vida para seguir adelante y, afirmó, “los niños abominan de su memoria porque se la amueblamos con cosas que no les importan y que además son inútiles”.