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Sección: Estado de Veracruz

Las palabras de la ley

De la ley en los libros a la ley en la acción

Salvador Martínez y Martínez Xalapa, Ver. 20/05/2020

alcalorpolitico.com

Cuentan que un profesor petulante le pidió a un lanchero que lo llevara al otro lado de un río. Desde el inicio del traslado, con cuestiones eruditas, el profesor puso en vergüenza al lanchero por su ignorancia. El engreído profesor creyó haber dictado una lección y cerró su discurso de este modo: “¡Usted ha perdido la mitad de su vida!”. En ese momento, a medio río, la lancha golpeó una piedra y, por los daños sufridos, se comenzó a hundir. Entonces, el lanchero preguntó al profesor: “¿Sabe usted nadar?” y, ante la negativa, exclamó: “Ha perdido usted toda su vida”.

“Los saberes abarcan un universo de entes y dejan fuera otros, es decir que todos los seres humanos, por científicos que sean, están condenados a ser tontos, porque respecto de los entes que están fuera de los límites de su saber pueden ser víctimas de los mismos prejuicios que cualquier persona.” (E. R. Zaffaroni).

Un reporte informativo leído en el Portal alcalorpolítico.com (15/05/2020) cuya cabeza de la noticia reza: “Fuerte granizada daña cultivos de papa, en Ayahualulco”, nos hizo volver el rostro hacia la cuestión agraria. Por esto, es menester acudir a los libros de aquellos que saben sobre el tema y debemos acercarnos al Derecho agrario como recién conversos.



Sabemos, por ejemplo, que el Derecho agrario es una disciplina jurídica. Pero, ¿Cuál es su objeto formal de estudio? Los libros de los enterados nos hacen ver que el Derecho agrario es un saber sobre un conjunto de normas jurídicas que regulan todo lo relativo al cultivo de la tierra y los derechos de las mujeres y los hombres que la trabajan como son: las diversas formas de tenencia de la tierra, la organización, la explotación y aprovechamiento de la actividad agrícola.

El problema significativo del contexto social es la inminente demanda de productos agrícolas, en porcentajes más altos que los niveles actuales. Dado el escaso margen para expandir el uso agrícola de más tierras y recursos hídricos, los aumentos de la producción necesarios para satisfacer la creciente demanda de alimentos tendrán que venir principalmente de mejoras en la productividad y de la eficiencia en el uso de los recursos. La consigna: producir más con menos.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo 27, párrafo segundo, es nuestra fuente de cognición:



“La nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural y urbana. En consecuencia, se dictarán las medidas necesarias para ordenar los asentamientos humanos y establecer adecuadas provisiones, usos, reservas y destinos de tierras, aguas y bosques, a efecto de ejecutar obras públicas y de planear y regular la fundación, conservación, mejoramiento y crecimiento de los centros de población; para preservar y restaurar el equilibrio ecológico; para el fraccionamiento de los latifundios; para disponer, en los términos de la ley reglamentaria, la organización y explotación colectiva de los ejidos y comunidades; para el desarrollo de la pequeña propiedad rural; para el fomento de la agricultura, de la ganadería, de la silvicultura y de las demás actividades económicas en el medio rural, y para evitar la destrucción de los elementos naturales y los daños que la propiedad pueda sufrir en perjuicio de la sociedad.”

Hoy, todos con la humildad del neófito, debemos cuestionarnos sobre la noción del Derecho agrario y, aún en el encierro de la cuarentena, redimensionar los sonidos del silencio: ¿El cultivo de la tierra? ¿Los derechos de las mujeres y los hombres que la trabajan? ¿Las diversas formas de tenencia de la tierra, la organización, la explotación y aprovechamiento de la actividad agrícola?

Las cuestiones anteriores suscitan una observación que raya en lo obvio: la brecha entre “la ley agraria en los libros” y “la ley en las actividades agrarias” es amplia. Las autoridades en la materia están atentas y agradecemos sus esfuerzos. Pero. La voz de los cronistas indígenas del siglo XVI, referidas sobre todo a conquistadores y encomenderos, adquieren validez en la actualidad. Fray Bernardino de Sahagún transmite aquella voz:



“Y cuando ellos les habían dado todo esto, los españoles riéndose de alegría, se alegraron mucho; como monos cogieron el oro, todo su corazón se dirigía hacia él, su corazón estaba blanco, su corazón estaba casi fresco. Porque de esto tienen mucha sed, de esto se hinchan, de esto tienen hambre, buscan el oro en el suelo como cochinos, y la bandera de oro la agitan, la examinan, como si ella estuviera hablando una lengua extraña, ininteligible lo que está hablando, en lengua ininteligible.” (Citado por José B. Zilli).

Los campesinos de hoy son los sucesores de los indígenas de ayer. Afirmar, sin embargo, que estamos ante “virreyes, conquistadores y encomenderos” de imperios nuevos es más impactante. Hasta hace poco, dos imperios se disputaban el mundo, hoy presenciamos uno sólo. ¡Ningún imperio es eterno! Pero, lo que importa decir es que la crónica de los indígenas de antaño, será similar a la crónica de los campesinos de hoy.

Que algo anda mal en la realidad agraria que la ley debería regular -otra obviedad- se muestra en que las mujeres y los hombres que trabajan el campo son “los de abajo” en la estratificación social (¡Oh! Mariano Azuela). En efecto, los de arriba son los señores, los clérigos (profesionistas y maestros), comerciantes, industriales y banqueros. Los de abajo, en cambio, son los obreros, los paracaidistas, los campesinos y los indígenas. Los últimos, campesinos/indígenas son los más pobres entre los pobres.



Nacimos, crecimos y vivimos rodeados de cafetales. Podría decirse que el problema agrario nos es connatural. La verdad, sin embargo, es que tomamos buen café, café de altura, café de Coatepec y, solamente hoy, ya no ignoramos las penurias de las mujeres y los hombres del campo.

Algún día charlando sobre el tema con el licenciado Lauro Altamirano Jácome, originario de Coatepec (hoy ya fallecido), expresamos el deseo de adquirir una finca en la región y él nos animó con estas palabras: “Hágalo licenciado y yo le digo cómo producir café de calidad en un pequeño terreno”. Él estaba convencido de que con pocos recursos se podría producir más y mejor.

Desde el confinamiento, escuchamos que los habitantes de los pueblos, incluidos los otrora pueblos mágicos, están preocupados y ocupados en sembrar vegetales comestibles dentro de los solares de sus casas. Que en los jardines de las casas clasemedieras se hace otro tanto. Está bien, pero, ¿Por qué no pensar en que se reduzca la brecha entre la ley en los libros y la ley en la acción, en materia agraria?



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