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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Dios nos ama y no nos va a fallar nunca

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 06/07/2020

alcalorpolitico.com

Qué ternura, qué dulzura, qué amabilidad, qué bondad en las palabras de Nuestro Señor Jesucristo. Así hablaba y así nos habla ahora a nosotros. Por palabras como éstas (Mt 11, 25-30), que irradiaban tanta bondad, el apóstol san Juan no dudó ni un instante para recargar su cabeza en el pecho de Nuestro Señor Jesucristo, en la Última Cena.

Su mensaje era irresistible e infundía paz y confianza en sus oyentes. Por eso, ahora que nosotros lo escuchamos, vamos a agarrarle la palabra a Jesús. Ahora que tenemos ganas de un abrazo, vamos a agarrarle la palabra a Jesús. Ahora que necesitamos consuelo y una mano amiga, ahora que sentimos cómo va creciendo nuestro cansancio, agárrenle la palabra a Jesús, como el apóstol san Juan que inclinó su cabeza en el pecho del Maestro.

Pero no olvidemos que veníamos experimentando niveles preocupantes de cansancio ya desde antes de la pandemia. No le vamos a echar la culpa a la pandemia, no vamos a decir que allí está la causa de todos nuestros desánimos, porque ya desde antes, en nuestra forma de ser y en nuestra forma de vivir, se vivía un nivel preocupante de cansancio.



Para ir con esa confianza, como san Juan a recostarnos en el pecho de Jesús, hay que reconocer primero qué es lo que nos está cansando, por supuesto además de este tiempo de confinamiento. En primer lugar, darnos cuenta que el pecado cansa, la maldad cansa. También hacer el bien naturalmente provoca agotamiento, pero no cansa al alma que está convencida que cuesta hacer el bien, pero vale la pena hacerlo.

El pecado cansa. Cuando vivimos al margen de los criterios de Dios parece que no pasa nada, pero el pecado cansa, el pecado también provoca dolor en el alma. Y por eso a veces ya no sabemos a dónde ir, porque el pecado nos deja disminuidos, cansados, extenuados. Gran parte de nuestros cansancios se deben a la vida de pecado.

Nos cansa también el pecado estructural que termina por envolvernos y afectarnos de muchas maneras. Hay mucha violencia en nuestra sociedad y las agresiones suben cada vez más de tono. El nivel de confrontación es bastante preocupante y termina por arrastrarnos y desgastarnos. En nuestra sociedad hay mucha ira, hay tanta violencia y confrontación que también nos cansa.



Santo Tomás, citando a Aristóteles, distingue tres tipos de ira en el hombre. La de los violentos que se irritan en seguida y por el más leve motivo; a la primera responden las agresiones y no saben contenerse. La de los rencorosos que recuerdan mucho tiempo las injurias recibidas y llevan un historial perfecto de todas las cosas malas que han pasado. Y la de los obstinados que no descansan hasta que logran vengarse; son los que están esperando la ocasión para cobrarse las afrentas de los demás y para tomar venganza por las cosas que les pasaron.

Así vemos a esta sociedad, hay mucho insultos, agresiones y confrontaciones que van subiendo de nivel y parece que no es que estemos hablando de los demás, sino que nosotros mismos nos descubrimos entre los violentos, rencorosos y obstinados.

Si queremos acudir al descanso que nos ofrece Jesús primero reconozcamos que el pecado cansa. No le echen la culpa a la pandemia, que cada quien reconozca su desgaste emocional y espiritual por la forma como ha decidido llevar su vida al margen de Dios.



Por otra parte, hacer el bien desde luego que provoca agotamiento porque supone ir contracorriente y servir a la causa del reino para construir una sociedad más justa, fraterna y solidaria.

Por eso, si alguna vez nos cansa el hecho de que estamos haciendo bien las cosas y apegándonos a los valores del evangelio, reconozcamos que estamos trabajando por el reino. Si alguna vez estamos cansados porque cuesta mucho trabajo ser coherente y donarnos en todos los aspectos de la vida, recuerden que nos esforzamos en llevar adelante el sueño y el proyecto de Jesús. Si alguien no lo reconoce ni lo agradece, lo importante es que Dios lo sabe.

Cuando uno recobra ese sentido que tiene la lucha por el bien, se experimenta satisfacción y alegría en el alma. Trabajar por el bien y perder el sentido de lo que hacemos, nos puede cansar pero si nos acordamos que trabajamos por el reino, eso nos puede estimular a seguir adelante, a pesar de todas las dificultades.



Al trabajar por el bien también nos puede cansar la impaciencia. Tenemos que saber esperar los resultados. En definitiva, no nos cansa el trabajo que hacemos sino la falta de confianza. Como dice Mons. Munilla: "Saber que Dios nos ama y no nos va a fallar nunca es nuestro verdadero descanso".

De esta forma fascinados por las palabras de Jesús y confiados completamente a su misericordia nos echamos a sus brazos y nos reclinamos en su pecho santo cuando nos invita: “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados por la carga y yo les daré alivio”.