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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Dios se merece una disculpa

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 13/07/2020

alcalorpolitico.com

Puede haber mucha maldad a nuestro alrededor. Podemos constatar muchas injusticias; puede ser predominante, en nuestros ambientes, la manifestación del mal. Pero el amor siempre llama poderosamente la atención. Podemos estar viviendo tiempos turbulentos, se puede estar extendiendo la oscuridad en este mundo, pero el amor siempre conquistará nuestra mirada y arrancará un suspiro de nuestro corazón.

Por eso, después de ver tanta maldad y de ver tantas injurias; después de ver cómo el odio del mundo se descargó contra Nuestro Señor Jesucristo, aquel centurión romano exclamó: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Lo dijo un soldado que había presenciado el odio, el desprecio, la maldad contra Jesús. En un ambiente así donde predominaba el mal, este hombre tuvo esa capacidad para decir: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”.

Porque el amor llama poderosamente la atención, el amor se contempla, el amor se agradece, el amor estremece el alma y el amor nos conmueve hasta lo más profundo. Esto es para nosotros la santa misa -que tanto se añora en este tiempo de pandemia- porque el amor estremece el alma, el amor se contempla y se agradece.



Cada vez que venimos a la santa misa subimos al Calvario para ser todavía más explícitos y profundos que el soldado: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Verdaderamente aquí está Cristo, aquí Cristo se vuelve a ofrecer, se entrega una vez más por nosotros; aquí el Señor derrama su sangre para que todos tengamos vida.

Venir a la misa es venir al Calvario, es venir a contemplar, es venir a agradecer, a estremecerse porque, aunque se extienda la oscuridad en este mundo, aunque predominen las injusticias, aunque parezca que el odio se sigue extendiendo en este mundo, sin embargo, Dios se sigue haciendo presente. Este dato para nosotros es más poderoso que toda la maldad que pueda extenderse a nuestro alrededor.

Por eso, cuando alguien juzga que la misa es aburrida es que no tiene experiencia de lo que es la contemplación, de lo que es la gratitud, de lo que es adorar a ese Dios que se vuelve a entregar ahora por cada uno de nosotros. Cuando uno dice: “la misa es aburrida”, se parece uno a esos otros soldados que mientras Jesús se desangraba, mientras tres hombres estaban muriendo, los soldados, dice el evangelio, estaban abajo jugando a los dados.



Qué contraste entre estas imágenes: estos hombres muriéndose y los soldados jugando a los dados. Es decir: no contemplan, no se estremecen con la vida de estos seres humanos y especialmente con el amor de Cristo Jesús. No contemplan, no agradecen, no adoran, no se estremecen con el corazón abierto del Salvador que se derrama por todos nosotros.

Nos afecta esa corriente modernista, incluso dentro de la Iglesia, en la que uno quisiera que las cosas fueran más emocionantes y más dinámicas, cuando la misa es el momento en que Dios habla y Dios habla por medio de su Hijo. La misa, por eso, es para contemplar, para agradecer, para adorar, para conmoverse. Nos entra esta corriente y uno quisiera más modernidad, más emociones, más dinamismo, cuando venir a misa es venir al Calvario para contemplar a Cristo que ahora se ofrece por todos nosotros.

Debemos venir a misa con los sentimientos del Hijo, con esa actitud para escuchar, con esa capacidad para contemplar, con esa disposición para admirar, estremecerse y agradecer el sacrificio de Jesús por nosotros. Que nunca caigamos en esa tentación de los soldados que se ponen a jugar a los dados mientras Jesús está muriendo por la humanidad. Cada quien puede decir: “quién soy yo para que Jesús muera por mí, para que el Señor se entregue por mí”; “qué méritos he hecho en la vida para que el Señor Jesús derrame hasta la última gota de su sangre por mi propia salvación”.



¡Cuánta falta nos hace la santa misa! Esperamos con emoción ese momento de retorno a la Iglesia para llegar a consolar el corazón de Cristo no solamente por nuestros pecados sino también por todas las ofensas que se cometen contra su cuerpo místico que es la Iglesia. Por eso hemos realizado actos de desagravio por las ofensas, por los ultrajes, por todos los ataques contra el Señor y contra las Iglesias que son la Casa de Dios.

Dios se merece una disculpa y esas personas que atacan a Dios no se van a disculpar. Dios se merece una disculpa y por eso hacemos estas oraciones de reparación, para disculparnos, para pedirle perdón a Dios empezando por nosotros mismos sabiendo que cada uno de nosotros tiene su propia historia, sus propias faltas ante las cuales debe pedir perdón y misericordia.

Pero también pedimos por los que no piden perdón, por los que no están arrepentidos, por los que no se apiadan de los demás, por los que no reparan en el daño que han cometido. Se ha ultrajado el nombre del Señor y no solamente cuando se atenta contra las Iglesias sino cuando se asesina a los hermanos en las calles, en las carreteras, en los pueblos; cuando se secuestra, cuando se atenta contra la dignidad y la vida de los hermanos. Así también Jesucristo es ultrajado, cuando en nuestras calles corre sangre inocente.



En estos tiempos de mucha maldad, de mucha oscuridad, vivimos estas jornadas de desagravio pidiéndole al Señor que pronto regresemos a la santa misa para que, como el soldado, no nos dejemos impactar tanto por este ambiente de oscuridad, sino que también nosotros lleguemos a decir: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”; verdaderamente aquí está la vida, verdaderamente aquí está el Señor.