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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Educación, nuevos mapas de esperanza

José Manuel Velasco Toro 13/11/2025

alcalorpolitico.com

En esta ocasión comentaré el sentido esencial de la Carta Apostólica Diseñar Nuevos Mapas de Esperanza del Papa León XIV de 27 de octubre de 2025. Ella centra la atención en la educación y plantea la urgente necesidad de recuperar la cosmología de la Paideia, palabra griega que refiere al proceso integral y de formación completa de la persona y que la Carta Apostólica resalta por la importancia que posee el patrimonio espiritual de la humanidad, capaz de responder a los retos del siglo XXI. Resalto los postulados notables que, desde la expresión cristiana, son tratados en este revolucionario documento. ¿Cuáles son los elementos esenciales de la Paideia propuesta en la Carta Apostólica? Se parte de la tesis de que el entorno educativo enfrenta la fragmentación del espíritu, del conocimiento, la individualidad y la digitalización acelerada. Pero también resalta el hecho de que la humanidad tiene la habilidad para reaccionar con creatividad para abrir “nuevas posibilidades para la transmisión del conocimiento y del sentido en la escuela”, y de la investigación, desde la educación preescolar hasta la superior.

¿Por qué? La respuesta es clara, pues señala que los “carismas educativos no son fórmulas rígidas: son respuestas originales a las necesidades de cada época” que permiten expresarse de múltiples maneras donde la maestra y el maestro “auténtico suscita el deseo de la verdad, educa la libertad para leer los signos y escucha la voz interior”. En lo referente a las universidades se destaca que éstas “desde sus orígenes se revelaron como un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad”, brío que debe incentivarse en el actual entorno digital y fusionar interdisciplinariedad, experimentación y el pensamiento crítico que llegue hasta las fronteras del conocimiento con la dignidad espiritual. La persona, se resalta, es “capaz de verdad y relación”, por lo que la educación, la comunidad educativa está obligada a fluir, no a estancarse en el “siempre se ha hecho así”, sino a renovar el “compromiso con el conocimiento tan intelectualmente responsable y riguroso como profundamente humano”.

Rescatar la visión empática que permite que la emocionalidad fluya en todo proceso educativo y la apertura al conocimiento nuevo, nos consentirá comprender con prodigalidad “(...) al ser humano hoy en día a fin de desarrollar y profundizar su enseñanza”, objetivo que solo se logra si no se separa “el deseo y el corazón del conocimiento”, pues las “preguntas no se silencian y la duda no se prohíbe, sino que se acompaña”, de lo contrario, se rompe a la persona. Me encanta con sentido de hechizo la siguiente afirmación: “Educar es un acto de esperanza y una pasión que se renueva porque manifiesta la promesa que vemos en el futuro de la humanidad”. Visión antropológica de la Carta Apostólica que resalta una verdad incuestionable que es el “aprender a afrontar los problemas que siempre son diferentes, porque cada generación es nueva, con nuevos retos, nuevas preguntas”.



Quienes nos hemos dedicado a la noble tarea educativa sabemos que esto es verdad. Vivencia que es “misión y oficio de promesas” porque, al estar la persona al centro se descubre el sentido de la vida, se da tiempo para el aprender, se afianza confianza en sí mismo, se labra la participación en común y se cultiva el espíritu creativo que nos hace humanos. Se advierte, con cabal certeza, que de reducirse la educación a una mera formación funcional o a un instrumento de competencias, entonces se reduce a la persona a un ser que no posee su propio rostro, su propia historia y vocación. Y resalta que la educación radica en buscar la verdad juntos, en defender la libertad como respuesta y en rechazar la autoridad como dominio para colocarla en su real función que es el servicio.

Por ello la urgente necesidad de abandonar esos enfoques reduccionistas que transgreden la imaginación creativa y orientar la educación con mirada que permita “descubrir el sentido de la vida, la dignidad inalienable, la responsabilidad hacia los demás”. Quien educa tiene una responsabilidad que va “más allá del contrato de trabajo” y es la de educar con formación científica, pedagógica, cultural, ética y espiritual, porque no “bastan las actualizaciones técnicas: es necesario custodiar un corazón que escucha, una mirada que anima, una inteligencia que discierne”. En pocas palabras, educar en todos los niveles del sistema educativo, tiene que ser un acto de libertad, una actitud de responsabilidad social y un constante ejercicio de inteligencia para “paso a paso, libro a libro, años tras año”, abrir caminos posibles que conduzcan hacia la emergencia de ciudadanas y ciudadanos libres y comprometidos, creativos y responsables, espirituales y humanos en quienes habite “un humanismo integral” impregnado del sentido de respeto y “desarrollo de todas las dimensiones humanas”.

Con gran sentido de comprensión de la complejidad y la incertidumbre que caracteriza el tiempo social que estamos viviendo, se plantea una “constelación educativa” que promueva “comunidades educativas participativas” donde instituciones públicas y privadas compartan la misma responsabilidad: educar en libertad, pues “no basta con conservar, es necesario relanzar” la imaginación e iniciativa creativa. ¿Por qué? Porque, transcribo, las “diferencias metodológicas y estructurales no son un lastre, sino recursos. La pluralidad de carismas, si se coordinan bien, compone un cuadro coherente y fecundo. En un mundo interconectado, el juego se desarrolla en dos tableros: el local y el global. Se necesitan intercambio de profesores y estudiantes, proyectos comunes entre continentes, reconocimiento mutuo de buenas prácticas, cooperación misionera y académica. El futuro nos obliga a aprender a colaborar, a crecer juntos”.



En palabras fecundas que invitan, o más que invitar, indican la necesidad de aprender a navegar “por nuevos espacios” cuyas coordenadas ubican la responsabilidad ecológica, la paz que es la fuerza que rechaza la violencia, deponer las “armas de la palabra agresiva y de la mirada que juzga”, aprender el lenguaje de la misericordia y la justicia, escuchar a las personas, promover la dignidad, “abrirse a la acogida de la inclusión”, alentar la participación para “renovar la economía y la política al servicio del ser humano” así, fundamental, como “cuidar la casa común” que es la Tierra. La Carta Apostólica no omite uno de los rasgos que caracterizan a la sociedad del conocimiento: la tecnología digital. Señala que ésta debe “servir a la persona, no sustituirla; deben enriquecer el proceso de aprendizaje, no empobrecer las relaciones y las comunidades”.

Para logra tal fin, señala que es urgente formar a las y a los docentes en el ámbito digital para que sepan discernir en diseño didáctico acorde, evaluar, posibilitar acceso educativo y proteger datos, ya que el “punto clave no es la tecnología, sino el uso que hacemos de ella”. Vías para una nueva educación que sea luminosa y “oriente los pasos en la oscuridad del tiempo presente”. Concluyo mi reseña de la Carta Apostólica Diseñar Mapas de Esperanza con la transcripción de las tres prioridades consignadas que deben ser consejera en estos tiempos aciagos de violencia, intolerancia y autoritarismo. “La primera se refiere a la vida interior: los jóvenes piden profundidad; necesitan espacios de silencio, discernimiento, diálogo con conciencia y con Dios. La segunda se refiere a lo digital humano; formemos en el uso sabio de las tecnologías y la IA, colocando a la persona antes que el algoritmo y armonizando las inteligencias técnica, emocional, social, espiritual y ecológica.

La tercera se refiere a la paz desarmada y desarmante; eduquemos en lenguajes no violentos, en la reconciliación, en puentes y no en muros (...) para hacer “florecer el ser” y “cuidar el alma”. Revelador el análisis de la crisis educativa que es reflejo de la crisis que vive la humanidad, revolucionaria la visión educativa del Papa León XIV porque señala el camino del futuro educativo a seguir y agitadora porque invita a la reflexión para mover consciencias hacia la acción liberadora de mente y espíritu.