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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

El Altísimo está en el suelo

Pbro. Jos? Juan S?nchez J?come 23/04/2017

alcalorpolitico.com

Después de verlo enfrentar semanas completas de angustia e incertidumbre, semanas de desesperanza y sufrimiento, hemos tenido la dicha de ver al pueblo de Dios vivir una semana diferente, una semana de aliento y fortaleza, una semana santa.

Ha sido tan sólo una semana pero sus efectos nos han recordado nuestra vocación de eternidad y la manera tan especial como Dios ama, cuida y da la vida por su pueblo. Esos hermanos que sufren y se cuestionan por la inseguridad, la violencia, el desempleo, las injusticias, la corrupción y tantos otros problemas de diversa índole se han dado la oportunidad de poner en la cruz de Cristo todos sus padecimientos y han recibido la iluminación que deja la pascua del Señor.

En mi comunidad cristiana han sido tres las ideas directrices que han conducido nuestras meditaciones, celebraciones y momentos de oración durante esta semana santa.



1. El Santísimo se hace pecado por nosotros. Retomando algunos textos de San Pablo hemos descubierto cómo el Señor se encarnó, compartió nuestra condición humana y se humilló por nosotros. En su plan de salvación, el Padre del cielo no escatimó a su propio Hijo el cual fue crucificado y muerto por nuestra salvación. Es un misterio del amor que Dios se despoja de su divinidad para asumir la condición humana.

Nos han impresionado, también, dos meditaciones del viernes santo que cimbraron en su monumental y antiquísima estructura el mismo Coliseo Romano, sede tradicional del recorrido del Viacrucis, donde fueron martirizados los primeros cristianos. Estas reflexiones del santo viacrucis habían sido previamente preparadas por la biblista francesa Anne Marie Pelletier, por encargo del Papa Francisco.

2. Dios está donde no debería estar. Hemos relacionado a Dios con la bondad, la santidad, la belleza y la justicia. Hemos aprendido que Dios está en lo bueno y en lo santo que hay en la vida. Sin embargo, esta semana hemos contemplado cómo Dios se hace presente padeciendo las injusticias, la crueldad, el pecado y la maldad de los hombres.



Dice la meditación de la novena estación: “Sí, Dios está allí donde no debería estar, y sin embargo necesitamos que esté allí. Vino para compartir con nosotros su vida. «Tomad», dijo sin cesar mientras ofrecía la salud a los enfermos, su perdón a los corazones extraviados, su cuerpo en la cena pascual. Pero ha caído en nuestras manos, en territorio de muerte y de violencia: la de cada día en el mundo, que nos deja atónitos; y la que se insinúa dentro de cada uno de nosotros. Lo sabían bien los monjes asesinados en Tibhirine, los cuales, a la oración «desármalos» añadían la petición «desármanos». Era necesario que la dulzura de Dios visitase nuestro infierno, era el único modo de librarnos del mal. Era necesario que Jesucristo trajese la infinita ternura de Dios al corazón del pecado del mundo. Era necesario esto, para que la muerte, puesta ante la vida de Dios, se retirase y cayese, como un enemigo que encuentra un rival más fuerte que él y se dispersa en la nada”.

3. El Altísimo está en el suelo. Dios ha salido de sí mismo, Él nos busca primero. Dios ha tomado la iniciativa para darse a conocer y también es el primero en el amor. El Altísimo se encarna y desciende de muchas maneras a nuestra vida para glorificarnos. Y para rescatar al género humano el Altísimo, en la persona de Jesús, pasará por este proceso de humillación hasta la muerte de cruz.

“Los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza: «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz». Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo: «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos»” (27,39-42).



Dice la meditación de la quinta estación: “El Altísimo está en el suelo. Fijemos la mirada en Jesús. A través de él, el Altísimo nos enseña que es, al mismo tiempo -increíblemente-, el más Humilde, dispuesto a descender hasta nosotros, incluso más abajo si fuera necesario, de modo que ninguno se pierda en los bajos fondos de su propia miseria”.

Así vivimos la semana santa, reconociendo cómo el Santísimo se hace pecado por nosotros, descubriendo que Dios está donde no debería estar y contemplando que el Altísimo está en el suelo. Una semana así nos confirma la presencia de Dios en medio de las circunstancias más difíciles de nuestra historia y al mismo tiempo muestra el camino al pueblo de Dios para triunfar con Cristo sobre los mecanismos de muerte que hay en el mundo.