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Sección: Nacional

Feligreses mexicanos celebran a la Virgen de Guadalupe, en Nueva Jersey

En Passaic, sus habitantes son de origen latino y tienen una capilla destinada a la morenita del Tepeyac; fieles pidieron por la paz y la unidad de México

Vivian Mart?nez Nueva Jersey, Trenton. 12/12/2015

alcalorpolitico.com


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Por debajo de la Ruta 21, una pequeña capilla atrae cada año a cientos de devotos de la Virgen de Guadalupe en la ciudad de Passaic, en Nueva Jersey; son hombres y mujeres que agradecen, que suplican, que prometen o que cumplen, a cambio del favor recibido.

Y no es que en Passaic no haya templos donde se pueda adorar a la Virgen de Guadalupe, considerada la Patrona de México por la Iglesia Católica. De hecho, la comunidad de origen mexicana es numerosa en esta zona – se estiman más de 30 mil personas solo en Passaic – y en las iglesias se venera a la Guadalupana y se ofician misas en español.

Pero es a un costado de uno de los puentes de la Ruta 21, una autopista de 23 kilómetros que conecta las ciudades de Newark – la más poblada del estado de Nueva Jersey – y Clifton, donde creyentes afirman que se apareció la figura de la Guadalupana en la base de un árbol.



Para conmemorar esta aparición, que a muchos pareció milagrosa, se construyó una plazoleta y un mural sobre la pared del puente, que cuenta la historia de la aparición de la Virgen en ese lugar y ensalza la imagen de la Guadalupana con la leyenda “Reina de México, Emperatriz de América” en español e inglés; e incluye dos grandes banderas: la de México y la de Estados Unidos.

Hasta aquí llegan los más fervorosos, los que requieren del milagro o los que agradecen la milagrosa intervención de la Morenita, como le llaman cariñosamente.

Y es que lograr atravesar el infernal desierto para llegar hasta acá, constituye por sí mismo un milagro.



Este viernes 11, la plazoleta amaneció adornada con papel picado de colores rojo, verde y blanco. Los integrantes de la mayordomía guadalupana ya se encontraban organizando la velada y las tradicionales “mañanitas”. Para amenizar, habría grupos musicales y comida típica: tacos al pastor, tamales, atole, pan dulce.

Desde las 6 de la tarde, la grey comenzó a llegar desde diferentes puntos de la ciudad e incluso desde otras ciudades. Este año el clima fue benévolo y contribuyó a que salieran los devotos: apenas 12 grados centígrados registró el termómetro, cuando en esta época del año ya ha caído nieve.

El sacerdote Rubén Darío Castillo, párroco de la Iglesia de Fátima, inició puntual la celebración eucarística en la capillita guadalupana, a la hora que le marcaron: 7 de la noche. Para ese momento, ya se ha juntado un centenar de paisanos, aunque otros todavía siguen en el trabajo.



Durante la eucaristía, el sacerdote pide por la paz, la justicia y la prosperidad de los pueblos mexicanos. Sus palabras son seguidas atentamente por la multitud silenciosa, y solo son un poco opacadas por los motores de los tráileres que pasan zumbando por la ruta 21.

“Sabemos que muchos pueblos de México están sufriendo violencia. Por eso, le pedimos a nuestra Santa Madre que se acabe la violencia y la inseguridad en México y traiga paz para los mexicanos. Concédenos la paz y la unidad”, pronuncia el jerarca católico. Los rostros de la migración parecen respaldar la petición.

Entre los reunidos hay personas que han sido expulsadas de sus lugares de origen –Puebla, Veracruz, Distrito Federal, Estado de México, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Chiapas – por la pobreza y la violencia, en muchos de los casos. El discurso del sacerdote no les es ajeno.



Hombres de rostro cansado, endurecido por el sol, por el frío, por el desierto, por la pobreza y por la vida; mujeres con pañuelos en el cabello, con lágrimas en los ojos, con hijos en el vientre, en el alma, en el pensamiento; niños dormidos, ajenos al festejo, a la “mexicanidad”, despiertos, atónitos, expectantes. Jóvenes con mochilas al hombro, llenos de sueños e ilusiones. Multitud que sigue una tradición, que desea sentirse cerca de sus raíces, pero que sigue esperando también un milagro, su milagro, el que les mejore la vida.

Lograr reencontrarse con sus familiares; que quienes se quedaron en México no pasen penurias; que sanen las enfermedades; que el dinero alcance, son algunas de las peticiones a la Guadalupana, que adquiere forma humana en la imagen de la capillita y del mural, pero que dentro del nicho, en la base del árbol, posee una forma abstracta que solo los fieles ven como la figura de su Patrona.

Cerca de las 12 de la noche, llega el mariachi y la multitud se les une para cantarle Las Mañanitas a la Virgen. La música que sale de las bocinas es suficientemente alta, como para despertar a los edificios de viviendas en varias cuadras a la redonda.



Pero las gargantas también cantan alto y fuerte, animadas por los acordes de la guitarra mexicana. No importa si la voz es afinada o no, si da el tono o se pierde un poco. Lo importante es que se oiga, que la Virgen la escuche y pueda conceder la petición hecha.

Después de la cantada, la multitud se dispersa, con la promesa de volver el próximo año a agradecer por el favor recibido o a rogar nuevamente por el milagro. Las calles están oscuras y vacías, solo los trasnochados, los que están de fiesta o los que terminan su turno de trabajo patrulla la ciudad.

Una figura iluminada en la ventana de una casa sobre la calle Hope (Esperanza) ilumina el paso de los peregrinos que van de regreso al hogar. Es una imagen de la Virgen de Guadalupe adornada con luces que cambian de color, que parece velar el camino de sus fieles seguidores.