Le disgustan las atenciones a los niños quemados; “ya para qué”, dice lectora

Señor Director:

Con un nudo en la garganta al ver la noticia de los niños quemados originarios de Veracruz, Ver., las imágenes de las condiciones en las que vivían estos 5 pequeños me recuerda el grado de injusticia social que existe en nuestro país y por mucho en nuestro estado.

La pobreza acarrea consigo muchas desgracias, ésta es una de ellas. El lunes cinco niños quemados a los que "ahora sí" se les atenderá y se les brindará todo el apoyo para lograr salvar sus vidas, y para el niño que falleció todos los gastos funerarios!!! ¿Ya para qué? Estos niños, como miles más, necesitan ser atendidos en todas sus carestías, no sólo por derecho sino por humanidad, y no sólo en situaciones tan desafortunadas como ésta.

Los ostentosos gobernantes y legisladores deberían de vez en cuando echar un vistazo en las zonas más apartadas de la urbanidad y hasta en la propia urbanidad donde se encuentran los cinturones de miseria, en donde no se cuenta con los servicios y las condiciones de vida adecuadas para que un niño crezca sanamente, ya no feliz —lo cual sería ideal—, sino sanamente. No se alcanza a dimensionar el dolor por el que están pasando estos pequeños inocentes, víctimas de la miseria.

Un niño en un hospital es la imagen más triste y angustiante que cualquier persona pudiera ver. Yo sólo espero que quienes gobiernan este Estado tan "próspero", no se olviden de éstos y de todos los niños en situación vulnerable. Se le está agrediendo a la niñez de una manera infame, niños secuestrados, desaparecidos; en las escuelas públicas estatales (caso CENDI SEV-01, por citar un ejemplo) les quitan alimentos y vigilancia al arbitrio, según, por falta de presupuesto; hay niños con hambre, recogiendo basura, niños trabajando en lugar de estar estudiando o aprendiendo un oficio.

En fin, nada desconocido para cualquier mexicano. Y este 30 de abril les irán a dar migajas en forma de juguetes para arrancarles una sonrisa y que salgan bien en la foto y después... al olvido.

Abigail Jiménez Cuevas