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Sección: Estado de Veracruz

Productora de RTV, censurada y despedida por documental sobre selva mexicana

- Con voces de científicos y conocedores, Arleth Barradas Padilla expone la fragmentación de la selva del sureste afectada por diversos factores

- Con un criterio “miope y reduccionista”, superiores sólo se enfocaron en que aborda la afectación por el Tren Maya

- Advierte: “Aquí estoy, con principios firmes; Seguiré haciendo lo que sé hacer: comunicar, documentar, observar y resistir”

Ángel Camarillo Xalapa, Ver. 05/07/2025

alcalorpolitico.com


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La productora Arleth Barradas Padilla denunció haber sido víctima de censura y despido injustificado por parte de Radiotelevisión de Veracruz (RTV), luego de realizar un documental que planteaba, entre otras muchas cosas, cómo la fragmentación de la selva en el sureste mexicano afecta la coexistencia entre la fauna y los desarrollos humanos, turísticos y urbanos (...) un trabajo que hablaba del Tren Maya, sí, pero no como único eje, sino como una de las muchas infraestructuras que modifican los ecosistemas

Barradas, quien formó parte de RTV desde 2003, difundió una Carta Abierta en la que narra cómo tras la producción del trabajo audiovisual, la institución tomó represalias en su contra, reduciendo sus proyectos, bloqueando su trabajo y finalmente removiéndola de su puesto.

“El punto de quiebre fue un documental. Un trabajo que hablaba del Tren Maya, sí, pero no como único eje, sino como una de las muchas infraestructuras que modifican los ecosistemas”, escribió. De acuerdo con la productora, el documental también incluía testimonios de investigadoras, ejidatarios, conservacionistas, guías de campo y niñas y niños que reflexionaban sobre el medio ambiente.



La respuesta institucional, asegura, fue la censura, una “interpretación miope y reduccionista”, enfocada únicamente en el fragmento que mencionaba al megaproyecto federal, ignorando el resto del contenido. A partir de ese momento comenzó lo que describe como un proceso de aislamiento y hostigamiento laboral.

Convencida de que deben presentarse los trabajos de investigación a la sociedad, sobre todo en un medio público como es RTV, manifiesta que la paradoja más dolorosa es que, siendo alguien aparentemente insignificante dentro de la estructura institucional, “una servidora resultó tan incómoda para sus directivos que bastó con ejercer su derecho a preguntar, exigir transparencia y defender procesos para ser tratada como un riesgo. Me he preguntado muchas veces: ¿de verdad era tan grave pedir procedimientos? ¿Era tan peligroso hablar de coexistencia ambiental desde la ciencia?”, cuestionó.

Barradas lamentó el rumbo actual de RTV, al considerar que la institución “ha perdido su propósito social” y opera sin criterios claros ni transparencia, lo que pone en riesgo su función como medio público. “Porque lo que menos deseo es que una institución con origen noble, que fue creada para servir a la sociedad, pierda su rumbo por la falta de diagnósticos, de procesos claros o, peor aún, por no saber ya ni quién la ve, quién la escucha o quién la defiende. El derecho de las audiencias está perdido por completo”.



Aunque actualmente se encuentra laborando en otro entorno, afirmó que su compromiso como comunicadora permanece. “Aquí estoy, con años de trayectoria, con principios firmes. Seguiré haciendo lo que sé hacer: comunicar, documentar, observar y resistir”, finalizó.

El documental que dio origen al conflicto se encuentra disponible en línea, y según la autora, fue realizado con rigor técnico y con el objetivo de abrir conversaciones sobre desarrollo, medio ambiente y ciencia, en un espacio que, afirma, debería defender la pluralidad de voces: los medios públicos.

Ver documental en:




El texto íntegro de su carta, es el siguiente:



CARTA ABIERTA

Mi nombre es Arleth Barradas Padilla. He dedicado más de treinta años a la producción de contenidos audiovisuales con sentido social, científico, ambiental y cultural. Desde 2003, fui parte del equipo de Radiotelevisión de Veracruz (RTV), donde trabajé con responsabilidad y compromiso, creando proyectos reconocidos a nivel local y nacional.

Durante años creí —y sigo creyendo— que desde los medios públicos se puede contribuir a una sociedad más informada, crítica y sensible. Pero también sé, hoy con más claridad que nunca, que para que eso ocurra deben existir procesos institucionales claros, criterios técnicos transparentes, diagnósticos que valoren el trabajo más allá de las filias o fobias políticas, y una verdadera voluntad de proteger a quienes ejercemos la comunicación desde la ética.

El punto de quiebre fue un documental. Un proyecto que planteaba, entre otras muchas cosas, cómo la fragmentación de la selva en el sureste mexicano afecta la coexistencia entre la fauna y los desarrollos humanos, turísticos y urbanos. Un trabajo que incluía testimonios diversos, de científicas, conservacionistas, guías de campo, ejidatarios y ciudadanas. Un trabajo que hablaba del Tren Maya, sí, pero no como único eje, sino como una de las muchas infraestructuras que modifican los ecosistemas.

La respuesta institucional fue la censura. La interpretación fue miope, reduccionista y profundamente descontextualizada: se ignoraron todas las variables del documental y solo se fijaron en el fragmento incómodo. A partir de ahí comenzó una cadena de represalias, aislamiento laboral, retiro de proyectos, bloqueo institucional… y finalmente, mi despido injustificado.

A veces, la paradoja más dolorosa es que, siendo alguien aparentemente insignificante dentro de la estructura institucional, una servidora resultó tan incómoda para sus directivos que bastó con ejercer su derecho a preguntar, exigir transparencia y defender procesos para ser tratada como un riesgo. Me he preguntado muchas veces: ¿de verdad era tan grave pedir procedimientos? ¿Era tan peligroso hablar de coexistencia ambiental desde la ciencia?

Hoy, con tristeza lo digo, pero también con la esperanza de equivocarme: RTV parece no despuntar. Y ojalá no sea así. Porque lo que menos deseo es que una institución con origen noble, que fue creada para servir a la sociedad, pierda su rumbo por la falta de diagnósticos, de procesos claros o, peor aún, por no saber ya ni quién la ve, quién la escucha o quién la defiende. El derecho de las audiencias está perdido por completo .
Yo quiero que RTV se vea, que se escuche, que cumpla su propósito social, porque sé que es fuente de trabajo para muchas compañeras y compañeros que también la quieren. Sé que muchos se alinean al lado fuerte —es humano—, pero eso no significa que hayan perdido el cariño o el respeto por la institución. Hemos servido a gobiernos de todos los colores, siempre desde la base, con la convicción de que RTV debe servir a la población, no a los intereses personales o partidistas.

Lo que hoy duele no es solo mi despido. Es ver que quienes están al frente no representan la esencia de esta institución. No es RTV la que falla, son los funcionarios en turno, los que no han sabido ver ni valorar la riqueza de lo que ahí se construyó durante años.

Ojalá me equivoque. Porque, como muchos y muchas, yo también la amé.
Por eso escribo esto. Porque no me estoy rindiendo. Porque aún confío —aunque con heridas y hasta utópica — en que las instituciones hagan lo que tengan que hacer. Porque sigo creyendo que la transparencia no debe temerse, sino asumirse. Y porque lo que enfrentamos no es solo personal: se trata de entender cómo los medios públicos pueden perder su razón de ser cuando se olvidan de lo público y se subordinan a intereses personales o temores políticos.

Hoy tengo otro empleo, en un entorno distinto. Pero mi voz sigue siendo la misma. Y aquí estoy: con años de trayectoria, con principios firmes.

Aquí está el documental que originó todo. Lo demás, lo dejo a su juicio. El documental que motivó esta historia de censura habla, entre muchas otras cosas, de la fragmentación de la selva, del desarrollo mal planeado, y de cómo la fauna intenta coexistir a pesar de nosotros. Menciona, sí, al Tren. Pero también recoge las voces de niñas y niños que reflexionan sobre su entorno, de comunidades que resisten, de investigadores que diagnostican.

Quienes quieran verlo, que lo vean. Quienes quieran juzgarlo, que lo juzguen. Y quienes quieran simplemente disfrutarlo, que lo hagan con el corazón abierto, como fue hecho.

Porque eso es lo que haría un medio público: escuchar, mostrar, abrir conversación.

Y si algo de todo esto culminó en mi despido, tras semanas de hostigamiento y aislamiento institucional, ya lo dirá la ley. Yo seguiré haciendo lo que sé hacer: comunicar, documentar, observar y resistir.
P.D. Son varias las anécdotas y personas que han censurado o revictimizado a una servidora en está cadena de omisiones. No las incluyo aquí no solo por agotamiento, sino porque son demasiadas y no caben. Si lo expongo es porque soy comunicadora, y puedo tener —y extender— mi voz. Lo hago con orgullo, aunque represente vulnerabilidad. No importa. Aquí estoy, como buena ejempla de ser mujer formada en el trabajo rudo.

Con respeto,
Arleth Barradas Padilla
Productora