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Sección: Vía Correo Electrónico

Rumbo al Socialismo Autogestionario

Jorge Salazar García 08/04/2019

alcalorpolitico.com

El Socialismo es el nombre político del Amor[1]


Lo expuesto a continuación son notas extraídas del libro “Manifiesto Autogestionario…”[1] de Enrique González Rojo; obra creada en el 2002 y publicada apenas hace dos años por haber resultado, antes, incómoda al sistema. Esta creación, escrita de manera sencilla sin tecnicismos ni expresiones ociosas, está dirigida “a los trabajadores y a líderes de opinión del movimiento anticapitalista”. Es, me parece, un esfuerzo importante para contestar la pregunta de Lenin y millones de desposeídos sobre ¿qué hacer? para erradicar o al menos detener al capitalismo ecocida dominante. Le sugiero leerlo (el libro) junto con otros trabajadores; en él, encontrarán ideas para construir un régimen donde la explotación[2] y el despojo[3] dejen de ser los ejes de la política económica. Con puntual actualidad, a pesar de los 17 años transcurridos, el autor expone en pocas líneas una propuesta de liberación. (Descargable de www.brigadaparaleerenlibertad.com)



Desde el inicio, yendo directo al grano, el autor propone sustituir del modelo Capitalista por uno Socialista donde la propiedad privada de los medios de producción (materias primas, capital, maquinaria, equipo, etc.) sea abolida y a nadie se le permita apropiarse de los beneficios del trabajo ajeno. Externa razones del fracaso del socialismo en el siglo pasado, instaurado por la vía armada en la URSS (1917) y por la electoral en Chile (1970). Este socialismo de ESTADO, llamado tecnoburocrático, no funcionó de acuerdo con el autor, por haberse intentado instaurar desde arriba, desde otro Poder. Aunque los trabajadores se habían liberado de los capitalistas nunca poseyeron los medios de producción y además, continuaron estando bajo el dominio de otra burocracia política. Para invertir la ecuación propone un Socialismo democrático capaz de transformar las relaciones de enajenación vigentes en otras donde la conciencia de clase de los trabajadores del campo, la ciudad e intelectuales sea el motor del cambio. Como lo anterior, en las condiciones actuales de fraccionamiento y opresión, no es posible, entonces contestando la pregunta ¿Cómo poner fin a la formación capitalista? el autor propone, como alternativa, OPONER al poder un CONTRAPODER, el cual, madurado el proceso de unificación social y mediante una “suspensión general de labores” sustituya aquel implantando un modo de producción autogestionario. Lo anterior, dice, es posible porque al globalizarse la explotación también se globalizó la indignación, el descontento y las rebeldías y, éstas, ya empezaron a organizarse.

No niega que el neoliberalismo ha sembrado un escepticismo pesimista en la gente pero al hacerlo, dice, este irremediablemente ha engendrado en la sociedad civil su propio sepulturero, constituido por obreros industriales, agrícolas y los asalariados del comercio y los servicios. Para cumplir su función este enterrador, aclara, requiere reconocer su condición de clase explotada, organizarse en “células sin partido autogestionarias”, conformar una “red de redes” de células y construir el CONTRAPODER con el cual se desplace al poder burgués antidemocrático. Estas células deben autogobernarse (comités, consejo…), autovigilarse y planear tareas (económicas, sociales, culturales…) cohesionadoras de los intereses y anhelos colectivos. Tales actividades, incluidas en sus documentos normativos deben CREAR espacios propicios para CAMBIAR el modo de ser y de pensar individualista y CONTRIBUIR a enfocar el proceso de maduración psicológica hacia lo colectivo. En la célula debe practicarse la democracia auténtica con autodisciplina y, sobre todo, mandando obedeciendo. La rotación de cuadros será el resultado de congresos deliberativos y resolutivos, pero de ningún modo electivos.

Con respecto a la vía electoral, la rechaza por considerarla demagógica, ya que sin importar la ideología de los partidos, al ver al Poder como un fin, mantienen inalterables la condiciones de explotación. No obstante, acepta, sí un partido asumiera el PODER como un medio y estableciera una democracia participativa (reformismo revolucionario) donde el ciudadano tuviera siempre la posibilidad real de revocar el mandato de cualquier autoridad, entonces si sería viable transformar las relaciones de producción prevalecientes.



Como puede advertirse, no apuesta a una transformación radical inmediata (porque no funcionan generalmente) en cambio sí prevé un proceso de evolución difícil y progresivo muy parecido al iniciado en 1994 con la insurgencia del EZLN en varios municipios de Chiapas. Hay ya en las comunidades zapatistas una clara toma de conciencia de clase cuyo ejemplo irradia hacia otros lares del planeta. [email protected]



1Frei Beto: teólogo, filósofo, antropólogo y escritor brasileño.