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Universidad Anahuac

Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Ser capaces de adorar el silencio de Dios

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 17/08/2020

alcalorpolitico.com

De suyo es muy fuerte hablar del silencio de Dios. Se siente como un verdadero desafío para nuestra fe porque, qué sería de nosotros si Dios se mantuviera en silencio, si no nos escuchara; a dónde iríamos, cómo sería nuestra vida. Sufrimos mucho los creyentes al enfrentar esto que plantean muchas personas cuando hablan del silencio de Dios.

Precisamente en estos tiempos de pandemia, a nivel espiritual se habla mucho del silencio de Dios. En el fondo estamos a la expectativa de que Dios irrumpa en nuestra vida pero mientras llega esa respuesta, muchas personas se suelen preguntar: ¿dónde está Dios? ¿Por qué no se manifiesta ante el sufrimiento de su pueblo?

Por eso es muy duro hablar del silencio de Dios. Pero es más doloroso hablar del rechazo de Dios. El evangelio así nos va llevando para que además de decir una palabra acerca del silencio de Dios, constatemos también el aparente rechazo de Nuestro Señor Jesucristo a la plegaria de la mujer cananea (Mt 15,21-28).



Es duro hablar del silencio de Dios pero es inconcebible hablar del rechazo de Dios, del desprecio de Dios, de la indiferencia de Dios ante la petición de una mamá que llega destrozada rogándole a Jesús y gritándole su angustia y su necesidad.

Más que fijarnos en Jesús para hablar de su dureza y para comentar que no esperábamos ese comportamiento delante de una mujer afligida, el propósito del Santo Evangelio es llevarnos hacia el comportamiento de la mujer para descubrir lo que tiene que ser la fe en el creyente.

La Palabra de Dios nos propone a esta mujer cananea para que aprendamos a vivir de la fe, a que todas nuestras acciones estén marcadas por la fe. Nos se trata de echarse para atrás si uno experimenta el silencio y el aparente rechazo de Dios. Esta mujer insiste y va hacia adelante, no se siente ofendida ni se toma de manera personal la inexplicable respuesta de Jesús porque sabe que Jesús no es así. No hay que cansarse de pedir e insistir porque sabemos que Dios jamás nos va despreciar ni rechazar.



Pero todavía hay algo más contundente que descubrimos en la fe de esta mujer. ¿Qué tenemos que hacer si el algún momento sentimos que Dios está en silencio y nos sentimos rechazados por Él? Hay momentos en la vida en los que uno tiene que adorar el silencio de Dios, adorar el aparente rechazo de Dios. Eso es lo que hace una persona de fe que no se echa para atrás, que no se queja, que no abandona a Dios, sino que adora el aparente silencio y rechazo de Dios. Así lo hizo la mujer cananea cuando se postró ante Jesús y le responde como una persona de fe.

Cuando aparentemente Dios no nos escucha, en vez de quejarnos, en vez de cambiar de religión, en vez de echarnos para atrás, hay que adorar a Dios, adorar su silencio, adorar los tiempos que Dios tiene porque, como sucede en esta historia, llega la respuesta. No sólo llega la respuesta en los términos que la mujer deseaba: la curación de su hija, sino que llega una respuesta de Jesucristo que es una enseñanza para todos: “mujer qué grande es tu fe”.

Esto debe ser la fe, la fe no es pedir sólo una vez, no es estar contento con Dios cuando me da algo y desconocerlo cuando no responde. La fe es siempre seguir adelante y adorar hasta el silencio de Dios, sabiendo que en tiempos así habrá mucho que aprender.



Viendo a la mujer cananea encontramos aquí una enseñanza respecto de la oración y de la adoración. Y viendo a los discípulos también encontramos una enseñanza respecto de la intercesión. Además de orar y adorar el silencio de Dios, también hay que interceder como los apóstoles que le piden a Jesús que atienda a esta mujer. Nosotros estamos para pedir por los demás. El cristiano también hace propias las historias de otras personas como las que ahora nosotros conocemos.

¡Cuántas historias de dolor conocemos! ¡Cuántas historias trágicas! ¡Cuántas historias nos parten el alma! Y no se queda uno indiferente, sino que procuramos interceder. En tiempos críticos como los que estamos pasando, le decimos a Jesús: “Señor acuérdate de este enfermo, de esta familia, de este médico, de este pueblo, de esta enfermera, ve su necesidad, mira su aflicción, atiende los ruegos de tantas personas”.

Hay que apegarnos fielmente a este camino que nos señala el Santo Evangelio cuando experimentemos el aparente silencio de Dios: oración, adoración e intercesión. Que en esta pandemia esta mujer cananea sea para nosotros una maestra en la vida de fe y que en la oración aprendamos a darle la razón al Señor.