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Sección: V?a Correo Electr?nico

Mutatis mutandis

Vialidad y pérdida de vida

Rafael Arias Hern?ndez 23/01/2013

alcalorpolitico.com

Como en muchas otras ciudades de Veracruz y del país, en la orgullosa capital del estado, una forma de perder vida incrementa su frecuencia y su presencia.

No es, la noticiosa y condenable del mundo del crimen y tampoco, la lamentable de los accidentes y lo imprevisto por la salud. Éstas, a fin de cuentas, se caracterizan por la obligada pérdida de la vida, por el forzado fin del total tiempo restante de existencia.

No es el caso. A la que hoy me refiero, es a otra forma de perder fragmentos de vida, a causa de obligada o forzada situación, que a fin de cuentas hace consumir, dilapidar o desaprovechar, irremediablemente buena parte de tiempo, que a fin de cuentas es vida.

¿Cómo se le puede llamar a los cada vez más frecuentes y prolongados embotellamientos, inmovilizaciones, atolladeros, obstrucciones en las vías públicas, a los cuales destinamos decenas de minutos y hasta horas, diariamente?
¿Nos hemos puesto a pensar que, más allá del tiempo razonable, cuÁnto representa al día, esta pérdida para cada uno de nosotros?

¿Y en particular, cuánto y cómo afecta a los más pobres, débiles y en desventaja, que obligadamente tienen que trasladarse, varias veces al día, de su hogar a sus centros de trabajo, educativo o de servicios?

Ellos, la inmensa mayoría de la ciudad, destinan cada vez más tiempo a esperar y esperar, que el tráfico fluya, que el pésimo y caro transporte público aparezca, para embarcarse en una aventura que más bien se ha convertido y ya es una tortura obligada y repetida.

Es más, nos hemos detenido a pensar y analizar, ¿cómo este problema junto con otros, se agravan día a día, por una falta de previsión ante sistemas viales obsoletos, falta de espacios para estacionarse, un parque vehicular creciente, un costoso e inoperante transporte público, la ausencia o complicidad de autoridades y una política de ocurrencias, de descabelladas ideas con las que se dice o simula que se pretende resolver, lo que no sólo aumenta la pérdida de vida en frecuencia, sino también en duración?

No me crea. Pregunte y pregúntese sobre las decenas de minutos y hasta horas que ahora se tiene que perder.

Atrapados, paralizados, liberados lentamente, quedamos a la buena de Dios en una ciudad, de espacios, calles y vías en su mayoría reducidas, saturadas y obstruidas. Mucho de esto, se repite y complica en otras ciudades y conurbaciones.

Mal de muchos…

Antes, no hace muchos años, se localizaban las vías, los cruceros, las horas o momentos al día, en los que se manifestaba el problema. Ahora, al extenderse a casi en todas partes y buena parte del día, amenaza con la parálisis, parcial o total de grandes áreas urbanas y suburbanas. El justificado malestar e inconformidad de la población crece.

Así, más pronto de lo que pensamos, de la insuficiente o nula atención gubernamental al problema, podría pasarse a la falta de interés público y ausencia de participación social: la justificación del conformismo. Total, mal de muchos, consuelo o pretexto de nosotros. Así pasa en otras partes, así sucede a otras poblaciones…

Pero ante la evidencia de la justificada y creciente inconformidad social. Tiempo de recordar y tener presente, que en el centro de toda actitud personal y, con más razón, de toda política pública y deber gubernamental ineludible, está la protección a la vida humana.

Así que no hay de otra. Hay que exigir al gobierno, en todos sus ordenes y ámbitos, que atiendan y resuelvan problemas viales y en general los urbano-regionales, de afectación, total o parcial, que no sólo determinan la existencia en términos de las múltiples enfermedades e innecesarios gastos, sino también y lo que es lo más importante, influyen en la cantidad y calidad de vida de las personas.

No se necesita ser un experto profesional en salud, para entender que estas situaciones incrementan las posibilidades de muchas enfermedades como el aumento de stress, ansiedad, artritis, reumatismo, problemas cardiacos y, desde, luego paradójicamente, también la falta de circulación sanguínea, que provoca la obligada espera en la misma posición corporal.

Eso sin entrar a detalles que pueden cuantificarse, como los crecientes costos en consumo de gasolina y combustibles, de las consecuencias por retrasos en el trabajo, por no llegar a tiempo con los productos o mercancías, de las pérdidas y mermas. ¿Cómo ser competitivos, productivos y efectivos ante la obligada inmovilidad o la creciente lentitud vial?

Lo más fácil, lo obvio y natural es que ante un problema acumulativo, creciente y complejo que nos afecta, agravia, limita y sacrifica, acudamos a las autoridades en turno y exijamos se atienda y encuentre una solución o soluciones.

Esto es, sin duda, un derecho ciudadano y a la vez una obligación ineludible de quienes están en la responsabilidad y el compromiso de hacerlo.

Pero, ¿qué sucede cuando dicho problema rebasa las capacidades y posibilidades no sólo del gobierno municipal en turno, porque exige una coordinación conurbada o de zona metropolitana?

Desde luego que es preciso acudir y activar también, a los municipios conurbanos y a los otros ámbitos de gobierno (el estatal y el federal), para atender tránsito y vialidad, así como otros servicios prioritarios, como agua, drenaje, saneamiento, basureros, alumbrado, seguridad y recreación.

Pero además exige tener presente que su atención y solución, es vital una intensa participación social y también que los gobiernos trabajen tanto en la atención, como en la previsión y remediación de los asuntos bajo su responsabilidad. Gobernar es también anticipar.

Vida es tiempo…

Por ahora, baste recordar y tener presente, que se comete el error y lo demás son consecuencias. Vivimos faltas de atención, previsión y errores del pasado.

Esto es, simplificando el análisis y el comentario, ante éste y otros importantes problemas citadinos, lo que se encuentra y se encontrará, es una falta de previsión y, por decir lo menos, una deficiente planeación urbano regional.

En muchas formas gobiernos y población de hoy, sólo somos víctimas, limitados o sacrificados del pasado; por decisiones y concretamente, por previsiones no tomadas, simuladas o mal aplicadas, en forma y a tiempo.

En resumen. Vivimos las consecuencias de un pasado, en el que no se hizo lo que se debe hacer. Consecuentemente, nuestra responsabilidad ciudadana y gubernamental presente, es muy simple y sencilla, aprovechar el impulso de cambios y reformas, para impedir que todo siga igual.

Porque si seguimos sin previsión, orientación y control del desarrollo urbano-regional, entonces no debe extrañar el incremento y complicación de los problemas. Toda solución no sólo será más cara en recursos, sino también en tiempo, que es vida.

Ya ni hablar de la pésima o perversa planeación urbano-regional, como la de las avenidas que se pavimentan para después meter el drenaje y volver a mal pavimentar; o construir en tiempo de lluvias e inundaciones, para encarecer y volver a hacer, pagar y volver a pagar; o como debilitar y abandonar el servicio público para después privatizarlo.

Contra el hambre

Por cierto, el esfuerzo iniciado por el presidente Peña Nieto y respaldado por el gobernador Javier Duarte, obliga a hablar del tema en Veracruz.