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Universidad Anahuac

Sección: Estado de Veracruz

Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (I)

- El discurso, la gestión y los resultados distinguen al auténtico Estadista demócrata del político demagogo

- Los logros del primero son congruentes con su visión trascendente y su gestión transparente y eficaz

- El demagogo prefiere el discurso político por su enfoque cortoplacista, electorero; esclavo de prejuicios y ficciones

Víctor A. Arredondo 15/01/2024

alcalorpolitico.com

La pésima credibilidad social de la clase política y los partidos es un denominador común en el mundo de hoy. Lo mismo sucede con gobiernos, corporaciones, organismos multilaterales e instancias de la sociedad civil que menosprecian principios esenciales e incumplen compromisos. En buena medida, esto se explica por la enorme discrepancia que exhiben entre lo que prometen (discurso), la manera en la que conducen su labor (gestión) y el insignificante logro de metas comprometidas (resultados).

Y no hay que engañarnos, en las últimas décadas ningún partido político mexicano ni gobierno emanado de sus filas ha estado a la altura de las expectativas sociales creadas. Todos han incumplido promesas como las del abatimiento de la marginación social, la corrupción y la inseguridad. Sin ese piso básico, México no podrá asegurar la calidad de vida individual y colectiva ni la organización social, acordes con sus atributos y potencial.

La serie de ensayos que inicia con este artículo analiza algunos factores que se consideran cruciales para lograr una mayor congruencia entre un discurso político vanguardista, un quehacer público socialmente responsable y la entrega de resultados significativos (que puedan ser verificados por todas las partes interesadas). Y esto implica retomar consensos obtenidos en el pasado reciente sobre el uso de terminologías, fórmulas de cálculo, procesamiento de datos y la manera de reportar públicamente los resultados. La sociedad mexicana no puede permitir que tales avances se subestimen ni que se pretenda debilitar o desaparecer organismos descentralizados creados para ofrecer certidumbre y confiabilidad social sobre la información relacionada con diversos aspectos del quehacer nacional (tanto electorales como de transparencia, evaluación comparativa, rendición de cuentas, impartición de justicia y fiscalización).



Mucho se ha escrito sobre las características de personalidad de los auténticos líderes que logran cambios generacionales trascendentes; pero, para fines prácticos se puede simplificar así: Una vez concluida la etapa de competencia electiva, la gestión de un líder demócrata se caracteriza por convocar al mejor talento posible en cada área de decisión y por alentar consensos orientados al esfuerzo colectivo, la colaboración horizontal y el trabajo en equipo. Todo ello encaminado al logro gradual de metas intermedias que conducen a resultados que antes parecían inalcanzables. Bajo este enfoque, es esencial la suma de aliados comprometidos con el logro de las metas acordadas. También es fundamental el tiempo que dedica el auténtico Estadista para asegurar el indispensable liderazgo distribuido, gestionar mejores desempeños, monitorear avances y hacer ajustes en la labor de cada instancia ejecutiva. En ese ámbito de cosas, el discurso público se utiliza como herramienta estratégica para el logro de metas socialmente trascendentes, sumar aliados y rendir cuentas.

Por tanto, no es comprensible ni admisible que un líder social, cuyo discurso prioriza abatir la pobreza y la marginación, no conceda en su gestión ejecutiva una altísima prioridad a lograr resultados contundentes en materia de educación, salud, alimentación, empleo, seguridad y esparcimiento inspirador. La historia de la humanidad ratifica con vehemencia que tales factores son claves para lograr la movilización, la organización social y el empoderamiento social requeridos en la construcción de un mejor destino individual y colectivo. He ahí un dilema difícil de comprender: ¿cómo es posible sostener un discurso político de “primero los pobres” y de “bienestar social” mediante una gestión pública que no sólo desatiende el logro de avances verificables en esa materia, sino que permite retrocesos que ponen en peligro el futuro de la nación. ¿Cuál es la razón de tal contradicción? Se puede recurrir a diversas conjeturas, pero hay un par de premisas del actual poder ejecutivo, auto asumidas públicamente, que pueden ofrecer parte de la explicación: la noción de que el gobierno es una labor sencilla y que el criterio para seleccionar colaboradores debe poner el énfasis en la “honestidad” (90 por ciento) frente a un 10 por ciento de “talento”. La realidad es radicalmente distinta, el buen gobierno requiere profesionales y técnicos talentosos, preparados para servir como administradores públicos especializados, con experiencia probada, con una sólida formación ética y compromiso social demostrado.

La discrepancia actual en la opinión pública, en la que el Presidente sale mejor calificado (aunque ya no como antes) que los resultados de su gobierno (son mayoría los que lo reprueban) se explica por el tiempo y recursos que ha dedicado al culto de su imagen personal y a sus discursos políticos cotidianos de “buenos contra malos”. Sin embargo, este método ejecutivo le ha obstaculizado su labor para alcanzar la amplia convocatoria social requerida en cualquier transformación generacional. También, ha afectado su disposición y disponibilidad hacia la gestión pública y al logro de resultados en varios frentes; lo que no implica desconocer aciertos, particularmente en cuanto a una distribución más justa del ingreso mediante políticas salariales y algunos programas sociales, no todos. Con la cercana conclusión de su sexenio ya no funciona el pretexto de que sus adversarios son los culpables. ¿Qué lecciones pueden extraerse de tales dilemas y contradicciones? Eso se tratará en las siguientes entregas.


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Artículos de esta serie:
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (XII)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (XI)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (X)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (IX)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (VIII)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (VII)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (VI)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (V)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (IV)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (III)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (II)
Discurso Político, Gestión Pública y Resultados Gubernamentales: Dilemas y Contradicciones (I)