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Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
Desempleo y estabilidad
Alfredo Ríos Hernández
11 de junio de 2019
alcalorpolitico.com
*Migrantes dañan México
*Complicidad e ilegalidad
*¿Y el respeto al derecho?
 
Las cifras indicadoras de los niveles de empleo, subempleo y desempleo en tierras nacionales, no se podrían calificar como alentadoras, y los hechos se encuentran claramente a la vista cuando es notorio el apunte cotidiano, en especial del sector comercial, en el que se refleja tanto en tierras veracruzanas como en gran parte del país, que el poder adquisitivo de los mexicanos se está demeritando, tendencia que no excluye a ninguna región de México, pero que aparentemente refiere mayores efectos del centro hacia el sur del territorio nacional.
 

Lo más preocupante que ya se consideran como de elevado riesgo para la estabilidad nacional, es que aparejado al estancamiento que se advierte en materia de crecimiento laboral, se suma no sólo el crecimiento poblacional, sino la presencia de migrantes indocumentados, cuya ruta hacia el norte del continente se ha complicado con las nuevas políticas implantadas en la frontera con Estados Unidos, escenario que se contamina con la férrea postura asumida por el gobierno estadunidense, marco en el cual ahora se involucran “convenios”, en los que nuestro país deberá evitar que la migración del sur hacia el norte del continente tenga como resultado el incremento de ilegales en tierras norteamericanas.
 
Bajo tales perspectivas, no es prudente que en tierras de Veracruz nos mostremos estáticos ante las factibilidades de que, en nuestros ámbitos, se incremente el tiempo de estancia de migrantes sureños, perspectiva nada alejada de las circunstancias que habrán de privar en próximos meses, si para ello no se actúa con eficacia en nuestra frontera sur, con la aplicación de programas emergentes y estrategias prudentes y efectivas, que en verdad disminuyan de manera considerable el paso y la presencia de migrantes con rumbo al norte del continente.
 
Está claro que las políticas de migración de México se caracterizan por sus tendencias conciliadoras, apegadas en mayor medida a criterios de hermandad latinoamericana, criterios de fraternidad que en cierta forma nos colocan, no sólo distante del cumplimiento de nuestras leyes, de la vigencia de la legalidad, sino que nos trasfieren hacia ámbitos de notoria complacencia y, de la misma forma, hemos abonado en el notorio desacuerdo y consecuente irritabilidad, tanto del gobierno de Estados Unidos, como de amplios sectores de la colectividad, no sólo del vecino país del norte, sino también al interior de nuestro territorio.
 

Tiempo tiene que amplios sectores de mexicanos, habitantes de las regiones que se han convertido en rutas “libres” para el paso de migrantes, están reflejando su desacuerdo, ya no sólo por la tolerancia que esos escenarios de ilegalidad reflejan, sino porque a más de ello, se prestan servicios no sólo de rango humanista como apoyarlos con alimentación, atención médica y en diversos casos alojamiento, pero ahora se nos ocurrió brindarles traslados gratuitos, sufragados a costa del presupuesto oficial, para que en el marco “de clara ilegalidad” los migrantes sureños arriben a la frontera norte y, evadiendo las aduanas estadunidenses, intenten convertirse en residentes contundentemente fuera de la Ley en tierras norteamericanas.
 
Todo ello ha originado argumentos duros en los niveles gubernamentales de Estados Unidos, para que ahora el actual presidente míster Donald Trump, refiera amenazante y a la vez sonriente (como decimos en nuestro país) que nos tomemos nuestro propio chocolate.
 
No busquemos, ni los unos ni los otros, tratar de endulzar o desvirtuar la realidad, porque en primer lugar, no es el actual presidente de México el único responsable en la historia de políticas de tolerancia e incluso cierta complicidad, que han extendido un manto protector hacia una clara ilegalidad, como lo es la migración arbitraria que nosotros los latinoamericanos hemos, no sólo tolerado, sino incluso de alguna forma estimulado cuando se les facilita incluso alimentación, atención médica, ropa, calzado a lo que ahora, nueva moda, se les brindan hasta autobuses para su traslado hacia la zona fronteriza, franja en la cual, por las políticas referidas de asistencialismo, nos convertimos de alguna forma en cómplices de la violación que se está cometiendo en contra del territorio estadunidense, en tanto que el ingreso y la estancia bajo tales circunstancias, constituyen un delito claro y notoriamente consumado.
 

Luego entonces y bajo tales escenarios ¿de qué nos quejamos cuando nos amenazan con “castigos arancelarios”?... ¿De qué nos incomodamos cuando Estados Unidos decide “devolvernos” lo que, efectivamente nosotros apoyamos a sabiendas de que se violarían las leyes migratorias del país norteamericano?...
 
Hoy el gobierno estadunidense, simple y llanamente nos está devolviendo no una, sino varias sopas de nuestro propio chocolate, poniéndonos de rodillas con amenazas de incrementos arancelarios a nuestros productos de exportación, ya no sólo si seguimos apoyando la peregrinación de sureños para introducirse ilegalmente a tierras norteamericanas, sino que a más de frenar la peregrinación de ilegales, ahora debemos aceptar y auxiliar prácticamente “en automático”, a todo ilegal que las autoridades estadunidenses expulsen de su país hacia tierras mexicanas, incluyendo a quienes incluso se encuentran en espera de un dictamen judicial de autoridades norteamericanas, que pudiera otorgarle la legalidad a un migrante de permanecer en tierras del “Tío Sam”.
 
Claro que no es fácil reconocer públicamente que México ha sido no sólo solidario con migrantes sureños, sino de la misma forma ha sido cómplice de acciones delictivas establecidas en las leyes norteamericanas y, en ese sentido hemos actuado en contra de nuestra herencia juarista, en la que se incluye el valioso concepto que “tanto entre las naciones, como entre los individuos, el respeto al derecho ajeno es la paz”… Ahí la dejo.