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Columnas y artículos de opinión
Trinchera Final
La república del odio
Jenaro del Ángel Amador
9 de mayo de 2018
alcalorpolitico.com
1.- Tenía intención de ocuparme de la prisa de Televisa y del Canal Once <<gubernamental>> para juzgar a Ricardo Alemán y su pecado de agregar dos palabras al re tuitear <<en la máquina absorbe conciencias>> un escrito de una navegante de las redes que invocó el cómo se fueron algunos ilustres.
 
Lo expulsaron hechos la mocha de la zona de confort periodístico por “algún delito que le encontraron”.
 
Pero de repente, ayer leí letras de Federico Reyes Heroles, a quien conocimos ser su amigo, cuando acompañó en Tuxpan en alguna ocasión, al malogrado político veracruzano Demetrio Ruiz Malerva.
 

Federico es un intelectual serio. NO ES CORRUPTO, NI VENDE SU CONCIENCIA. Así escribió ayer en Excélsior:
 
La república... del odio
Qué lleva por dentro. De qué madera está hecho. Cuáles son sus verdaderas intenciones. Qué lo gratifica en la vida. Si el poder magnifica bondades y mezquindades, debilidades y resentimientos, en esa consistencia emocional nos va la vida.
 
 “Ingratos”, “siniestros”, “traficantes de influencias”, “corruptos”, son palabras que desnudan una furia interior. “Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra una desgracia”. Allí una de las definiciones del odio. El odio nos ciega, el odio degrada la razón, el odio envilece al ser humano. No es un simple rechazo, válido o no, es una emoción perversa que domina el entendimiento. El que pierde la capacidad de razonar es un bárbaro, un esclavo de la barbarie. Con su permanente sonrisa —que mucho oculta— lanza los nombres de seres humanos a los que no conoce, no les ha estrechado la mano, no los ha visto a los ojos, no sabe nada de sus familiares, de sus creencias, pero él ya los tiene en una categoría: “minoría rapaz”.

 
Si los odia, qué mal les desea. Y menciona algunos nombres y al hacerlo provoca el odio hacia Roberto, Claudio, Alejandro, Eduardo y otros. Es el mismo odio que, desbocado, galopa en las redes sociales, que tan buen servicio le han hecho, odio contagioso, por eso se le van encima a Jorge, por su ascendencia judía. Y el “líder moral” calla y con su silencio otorga respaldo cómplice a las masas de odio que está convocando. Sintiéndose ganador, suelta su venenosa lengua y ofende a los empresarios, también en abstracto, ignora que la gran mayoría de los mexicanos vive día a día de los círculos concéntricos de actividad económica que desprende la empresa, sin concebir que los hogares de los mexicanos dependen de la prosperidad de las empresas, sea la que sea, una enorme o una pequeña, sin imaginar siquiera que los alimentos de los hogares mexicanos provienen de trabajos, empleos, ocupaciones, oficios, conocimientos, actividades que buscan primero un beneficio individual y que se vuelve colectivo. No comprende que la generación de riqueza, de prosperidad, es deseable, pero que para obtenerla se debe trabajar. Habla de pobreza mil veces, pero no sabe cuál es la salida. Nadie debe odiar a quienes generaran bienestar. Él lo hace: odia a los empresarios.
 
Dice provenir de una familia de comerciantes y que eso lo capacita para manejar las grandes cuentas nacionales, o sea que hay estirpes y él hereda ese conocimiento profundo. Pero el comercio también es una actividad lucrativa que brinda empleo a millones, es una de las más importantes acciones civilizatorias. Todo comerciante es un empresario. Está muy confundido. Odia en lo concreto, con nombres y apellidos; odia en lo abstracto, “minoría rapaz”; odia por actividad laboral, ser empresario; odia, punto. Pero después aparece la idea del perdón divino, perdón cargado de religiosidad, no habrá persecución, bendito sea el señor que nos perdona por encima de las leyes. “No impulsaré nuevos procesos” —¿y si la ley lo mandata?—, “pero tampoco frenaré los que están en curso”, como si fuera facultad de un presidente impulsar o frenar procesos judiciales. Ésa es la Presidencia que lleva en su cabeza.
 
Odia a los intelectuales “fifís”, odia a la sociedad civil, en la que muchos mexicanos entregan su vida por los otros. Pero su capacidad de odio pareciera insaciable y, por ello, a los que no voten por él los tilda de antemano de “cómplices de la corrupción”. De nuevo divide a la República entre los honestos —que votarán por él— y los cómplices de la corrupción que, todo indica, serían seis de cada diez mexicanos... o más. Entonces, vale la pregunta, ¿cómo gobernaría para los cómplices?, palabra compleja porque el cómplice colabora con la causa macabra que él lleva en su imaginación. Los mexicanos nos miraríamos en nuestra vida cotidiana pensando “fulano es cómplice, zutano no lo es”. Enemigos unos de otros. ¡Qué país! Pobre tipo, porque vive entre minorías rapaces, guerras sucias en su contra, mafias del poder, intrigas y conspiraciones, enemigos, cómplices casi todos. Su vida debe ser un infierno. El horror es que desea trasladar ese infierno, ese odio, a nuestro país, a México.

 
Ahí la trampa, que los odiados por él, muchos, los miembros de la mafia del poder y la minoría rapaz, los empresarios todos, los conspiradores, los millones de cómplices, los “fifís”, los de la sociedad civil, se envenenen con el odio que él prodiga generosamente y entonces terminen odiándolo. También eso está en juego, si llega al poder difícilmente podrá recoger todas las ofensas que ha lanzado. Y si no llega, que también es muy factible, su derrota alimentará aún más el odio de sus huestes. Nada hay de república amorosa, desde ahora ya trabaja para la república del odio.
 
2.- ¿Que espera a los mexicanos si después del primero de julio no queda opción alguna?
 
Algunos lo lamentarán; los que puedan se irán del país con sus capitales; otros se resignarán a vivir, si acaso, seis largos años, como puedan. Los más harán como que no ha pasado nada y tratarán de seguir con sus vidas.

 
La república del odio se nos viene encima porque nadie intenta detener su llegada con la única defensa de que disponemos: el voto.
 
3.- José Antonio Meade se les fue vivo a los de Tercer Grado en Televisa nocturno del pasado lunes; le buscaron por todos lados <<como Loret de Mola y René Delgado>> pero no pudieron atraparlo, quizá para que en el comparativo, MALO no salga tan raspado, y esto a pesar del alfombrado camino que le pusieron la semana pasado, cuando lo llevaron a la inauguración de una edición más de esa programación, donde le permitieron de todo, hasta quedarse sin responder.
 
Allí estuvieron: Leo Zukerman, René Delgado, Carlos Loret de Mola, Raymundo Rivapalacio, Joaquín López Dóriga y Leopoldo Gómez.

 
Cosas veredes, Mío Cid.