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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
El riesgo de la República
Miguel Molina
8 de noviembre de 2018
alcalorpolitico.com
Y entonces el expresidente Carlos Salinas de Gortari declaró que la República "está ante un gran riesgo, el de renacer o desaparecer".
 
¡Huy! Se le fueron encima analistas serios y de los otros, y los habituales de las redes sociales olieron el azufre del satanás neoliberal, y hubo políticos (más bien chicos) que vieron una amenaza en las palabras del ex mandatario, que externó su opinión en un foro sobre El Príncipe, que se publicó hace quinientos años, centímetros más o menos. Las redes ardieron en el fuego de los impecables y las fijaciones de quienes opinan sin saber.
 
Los medios, que no publicaron la versión completa de lo que dijo Salinas de Gortari, se fijaron mucho en la advertencia de que "(e)l riesgo es alto para la República si las circunstancias cambian y el gobernante no cambia su forma de proceder(...) porque lo más difícil para un gobernante es cambiar su actuar ante un fenómeno inesperado". Nada más obvio.
 

Habría que leer todo lo que dijo Salinas de Gortari antes de emitir un juicio. Pero también habría que leer la obra de Maquiavelo – sobre la que muchos hablan aunque no la hayan leído – para ver o entender qué quiso decir el mexicano.
 
Por lo pronto, este espacio ofrece a los lectores algunos párrafos del florentino que bien pueden referirse a lo que vive México en nuestros días. Ojalá disfruten.
 
Los hombres que mudan gustosos
 

Los hombres que mudan gustosos de señor con la esperanza de mejorar su suerte (en lo que van errados), y que, con esta loca esperanza, se han armado contra el que los gobernaba, para tomar otro, no tardan en convencerse por la experiencia, de que su condición se ha empeorado. Así́ como el vencedor, antes de la victoria, no podía contar con ninguno de ellos, así́ también no debe cogerles miedo ninguno después de haber vencido.
 
(...)
 
Debe notarse bien que no hay cosa más difícil de manejar, ni cuyo acierto sea más dudoso, ni se haga con más peligro, que el obrar como jefe para introducir nuevos estatutos. Tiene el introductor por enemigos activísimos a cuantos sacaron provecho de los antiguos estatutos, mientras que los que pudieran sacar el suyo de los nuevos no los defienden más que con tibieza.
 

Semejante tibieza proviene en parte de que ellos temen a sus adversarios que se aprovecharon de las antiguas leyes, y en parte de la poca confianza que los hombres tienen en la bondad de las cosas nuevas, hasta que se haya hecho una sólida experiencia de ellas. Resulta de esto que siempre que los que son enemigos suyos hallan una ocasión de rebelarse contra ellas, lo hacen por espíritu de partido; no las defienden los otros entonces más que tibiamente, de modo que peligra el príncipe con ellas.
 
(...)
 
El que consigue la soberanía con el auxilio de los grandes se mantiene con más dificultad que el que la consigue con el del pueblo; porque siendo príncipe se halla cercado de muchas gentes que se tienen por iguales con él, y no puede mandarlas ni manejarlas a su discreción. Pero el que llega a la soberanía con el favor popular se halla solo en su exaltación; y entre cuantos le rodean no hay ninguno, o más que poquísimos, que no estén prontos a obedecerle.

 

El pueblo sólo quiere no ser oprimido
 
Por otra parte, no se puede con decoro, y sin agraviar a los otros, contentar los deseos de los grandes, pero se contentan fácilmente los del pueblo, porque los deseos de este llevan un fin más honrado que el de los grandes en atención a que los grandes quieren oprimir, el pueblo sólo quiere no ser oprimido.
 
(...)
 

Lo peor que el príncipe puede temer de un pueblo que no le ama, es ser abandonado por él. Pero, si le son contrarios los grandes, debe temer no sólo verse abandonado sino también atacado y destruido por ellos, que teniendo más previsión y más astucia que el pueblo, emplean bien el tiempo para salir del apuro, y solicitan dignidades de aquel que esperan ver sustituir al príncipe reinante.
 
(...)
 
Un ciudadano llegado a príncipe por el favor del pueblo ha de tender a conservar su afecto, lo cual es fácil, ya que el pueblo pide únicamente no ser oprimido. Pero el que llegó a ser príncipe con el auxilio de los grandes y contra el voto del pueblo, ha de procurar conciliárselo, tomándolo bajo su protección.
 

Luego el príncipe puede captarse al pueblo de varios modos, pero tan numerosos y dependientes de tantas circunstancias variables, que me es imposible formular una regla fija y cierta sobre el asunto, y me limito a insistir en que es necesario que el príncipe posea el afecto del pueblo, sin lo cual carecerá́ de apoyo en la adversidad.
 
(...)
 
No se halla en el caso de los momentos pacíficos, en que los ciudadanos necesitan del Estado, porque entonces todos se mueven, prometen y quieren morir por él, en atención a que ven la muerte remota. Pero en épocas revueltas, cuando el Estado más necesita de los ciudadanos, son poquísimos los que le secundan. Y la experiencia es tanto más peligrosa cuanto que no cabe hacerla más que una vez.

 

República en riesgo
 
Eso... Lo que es claro es que la República se encuentra en un momento delicado. No son pocos los que darían cualquier cosa a cambio de que fracasara el primer gobierno que ha elegido una mayoría incuestionable en la historia de México. Ese es el verdadero riesgo.
 
(Los textos que aparecen en esta columna son de una edición tan anónima que no tiene pie de imprenta ni crédito de traductor. Otros son de la edición de Espasa Calpe, y tampoco tienen crédito de traducción)