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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
El discurso de Trump en la derecha mexicana
Miguel Molina
21 de junio de 2019
alcalorpolitico.com
John – vamos a llamarlo John – estaba en la cochera de su casa cuando pasé. Nos saludamos, y la conversación fue del clima y la salud a la política. Cuando nos dimos cuenta, estábamos discutiendo Brexit (el rompimiento británico con la Unión Europea) y John tiró la primera piedra.
 
"No veo la hora de que volvamos a ser independientes", declaró. "Londres está lleno de extranjeros que nada más vienen a abusar del sistema". Le pregunté cuántos extranjeros había contado en su censo. "Muchos", me dijo. "Hace veinte años no era así, no había tanto extranjero". Le recordé que yo había llegado a Londres hace veintitrés años y era extranjero. No supo qué decir.
 
Es verdad que las cosas han cambiado – no sólo en Londres sino en la Gran Bretaña – desde mediados de los noventa. Una de las cosas que me deslumbraron fue la diversidad de razas y de lenguas que uno podía encontrar en las calles de la capital británica, y que muchos comenzaban a descubrir en otras ciudades del norte.
 

El señor de la tienda de la esquina era de Uganda. Los choferes de los mini-taxis eran indios. La señora de la tintorería era de Chipre. El peluquero era griego. Los vecinos eran afganos. Una de las meseras del pub que yo frecuentaba era española, y en la zona hay cafeterías y tiendas de polacos y restaurantes de portugueses. Yo soy mexicano.
 
Todo – o casi todo – se echó a perder cuando el gobierno (presionado por el ala más conservadora del Partido Conservador) anunció que iba a celebrar un referéndum para ver si el país seguía en la Unión Europea. A partir de ese momento comenzaron a verse y oírse cosas feas, crueles, repugnantes.
 
Creció el nacionalismo y la xenofobia (que ya existía desde mucho antes) se quitó la máscara. Muchos creyeron sin cuestionar las mentiras que soltaron sin vergüenza alguna los promotores de Brexit y comenzaron a soñar con una vuelta al Imperio y una época dorada que nunca existió. Las derechas radicales, emboscadas y más y menos marginales hasta entonces, asomaron la cabeza en otros países europeos.
 

Del otro lado del mundo, Donald Trump repetía en Estados Unidos, a su manera, las mismas mentiras sobre un pasado en el que todo era bueno, y ofrecía que el país volvería a ser grande. Como en Gran Bretaña y otras partes de Europa (Hungría, Austria, Holanda, Alemania, Francia, Bélgica, España, Suecia, por mencionar algunos países) el discurso anti-inmigrante se endureció y la intolerancia salió a las calles.
 
Ha habido muertos. Ha habido comunidades maltratadas y ofendidas, salpicadas por el odio y condenadas por la ignorancia. Poco a poco, el discurso público, alimentado por la prensa amarilla, ha dividido el mundo entre ellos (los europeos y cualquier otra persona) y nosotros (los británicos).
 
No es difícil darse cuenta de que ese discurso de derecha radical, anti-inmigrante, xenófobo, nacionalista, está encontrando ecos en México. No se sabe si fue primero la gallina europea o si fue primero el huevo trumpiano, y además no importa ya. La intolerancia se está colando en la conversación nacional, que va más allá de los medios.
 

No es nuevo. Cuando el presidente Lázaro Cárdenas abrió las puertas generosas de México a quienes huían de la guerra civil española, hubo críticas de los conservadores y de otros sectores que advertían que los refugiados iban a ocupar puestos de trabajo que tenían que ser para los mexicanos. No fue así. Pero la historia se repite, aunque siga siendo tragedia.
 
Los refugiados españoles de entonces son los centroamericanos de ahora, personas que huyen por su vida – como muchos mexicanos lo han hecho y lo seguirán haciendo – y los argumentos no han cambiado, aunque ahora sean más estridentes. La cosa sigue siendo asunto de nacionalistas equivocados que asumen el discurso de Trump.
 
Por eso los trumpismos abundan en las redes sociales y en algunos espacios de opinión: Nos van a quitar nuestros trabajos, Primero hay que ver por los que nacieron aquí, Vienen delincuentes. Son cosas que la derecha radical de Estados Unidos dice sobre los mexicanos y sobre cualquier otra gente. Y uno se presta a difundir esas mentiras, y la gente las repite sin saber lo que dice ni a quién le sirve lo que dice.
 

Es claro que la idea no es resolver el problema de Estados Unidos sino atender a tiempo a quienes necesitan más que nunca la mano amiga de México. Por eso me preocupan la intolerancia y la desinformación y la xenofobia. Me preocupa que sean cada vez más visibles y más estridentes. Luego serán otra cosa peor. Así llegamos al verano...