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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Disparate de fin de año
Miguel Molina
20 de diciembre de 2019
alcalorpolitico.com
Y cómo la ves, me preguntan casi cada vez que hablo con alguien en México, y a veces en otras partes. No la veo, les respondo. No hay una respuesta todavía. Me pongo a pensar y no me da la cabeza para entender qué está pasando y qué puede pasar. La cosa no va bien.
 
A veces pienso que los mexicanos votaron contra algo sin comprender qué estaban eligiendo, y comprendo su impaciencia. Pero cambiar la forma en que se hacen las cosas desde hace siglos en un país como el nuestro no es asunto de un año ni es tarea de una persona o de un grupo de personas. No se pueden esperar resultados diferentes si uno sigue haciendo las cosas como antes.
 
En fin, eso y los refrescos en las escuelas de Veracruz (y como sin duda en algún otro estado). El contrato exclusivo de la secretaría de Educación con la Pepsi se vino abajo, pero no porque era claro que alentar el consumo de refrescos en las escuelas daña la salud de los niños sino porque el gobernador Cuitláhuac García así lo dispuso. La prohibición debería ser automática.
 

No faltó un diputado. Juan Javier Gómez Casarín – de MoReNa – propuso que en vez de los productos chatarra de la trasnacional se vendan refrescos Coyame en las escuelas. Y ya dispondrá el gobernador, pese a la abundancia de estudios y datos del sector Salud que advierten de los peligros que los refrescos y la comida basura representan para los niños.
 
El asunto no es una decisión política sino una vaina de salud pública para que los niños de hoy no sean los obesos diabéticos ni los hipertensos de mañana, para evitar sufrimientos y gastos innecesarios, y porque es obligación de todo gobierno pensar el futuro y organizar las cosas para que ese futuro – siempre mejor que el presente – sea posible.
 
Me preocupa no tener una idea clara de cómo se va abatir la violencia, y cómo se va a enfrentar a los grupos armados que afligen al país. Me preocupa no saber con claridad cómo va a ser la cosa en materia de salud, que tiene tantas carencias como antes.
 

Me entristece ­­– porque me padre me inculcó el cariño y el respeto al Derecho – ver que la justicia todavía es asunto de decisiones superiores. Carajo, yo me emocioné cuando vi un palimpsesto de Ulpiano, quien hace dieciocho siglos dejó dicho que la justicia es la perpetua y constante voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde según su derecho. Y ahora se consulta sobre si hay que aplicar la ley a tal o cual personaje.
 
No me atrevo a decir que por ahí no va la cosa, porque uno nunca sabe. Para nacer hay que destruir un mundo – como advirtió Hesse –, y entre el viejo y el nuevo siempre hay un desmadre. En el principio era el caos, entonces como ahora. La mayoría votó por eso, aunque no supiera por qué votaba.
 
Lo que nos toca es ver qué se puede hacer para que el país cambie como uno pensaba, pero más que nada nos toca pensar en qué cosas queremos que cambien y cómo queremos y podemos hacerlo. La cosa pública es muy importante como para dejarla en manos de políticos...
 

Para los pesimistas, ya es demasiado tarde. No importa qué haga este gobierno o los gobiernos de otras partes. El calentamiento global ya no tiene remedio, y ya nacieron las personas que van a morir cuando el ambiente del planeta deje de ser propicio para la vida que conocemos.
 
Por lo pronto, les deseo a los lectores de este espacio felices fiestas. Y un año que será nuevo aunque no sepamos si será bueno. Así veo la vaina desde lejos, claramente. Les deseo todo bien. Nos reencontramos en enero.