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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Uno ve a los muchachos en las calles...
Miguel Molina
7 de junio de 2012
alcalorpolitico.com
Los muchachos salieron a las calles y ahora todos hablan de la Primavera Mexicana, e imaginan que las multitudes de estudiantes van a cambiar la vida política del país porque otras multitudes - no necesariamente de estudiantes - hicieron que las cosas cambiaran en otros países.

Uno, que ha visto muchas cosas e imaginado otras, ve a los muchachos y sabe que no fue así, que no es así, y que lo más probable es que no sea así. Algunos citan la Primavera Árabe como ejemplo de lo que puede hacer una sociedad que un día se harta.

Pero olvidan decir que los militares asumieron el poder después de la caída de Hosni Mubarak en Egipto, y que quienes van a ganar son el candidato de los militares o el candidato de la Hermandad Musulmana, porque el candidato del pueblo alzado no logró los votos necesarios para pasar a las segunda vuelta electoral.


Y el de Egipto es sólo un ejemplo de que cuando hay movimientos cataclísmicos quienes llegan al poder son los grupos que estaban preparados para asumir el poder, no las multitudes que coincidieron en la necesidad de romper el viejo orden político...

Otro ejemplo de los riesgos que hay en las primaveras rebeldes es el de los indignados de España, que no supo ver qué pasaría si caía el gobierno de izquierda y el Partido Popular llegaba al poder. Tal vez muchos ni siquiera imaginaron que los conservadores se volverían gobierno.

Los dos ejemplos que uno cita vienen al caso en México. Pero eso no quiere decir que el movimiento estudiantil sea una vaina vana, ni mucho menos.


Siempre es refrescante saber que los jóvenes están dispuestos a cambiar el mundo, el suyo y el nuestro, y es alentador darse cuenta de que están haciendo cosas que nosotros, los de entonces, no pudimos, no supimos o no nos atrevimos a hacer.

No importa que el movimiento peque de inocencia cuando pide juicios políticos a algunos de los protagonistas de nuestra vida (porque al presidente sólo se le puede hacer tal cosa por traición a la patria o por faltas semejantes, y porque a los otros - candidatos o ex funcionarios - lo único que se les puede hacer es aplicarles la ley a secas). Los muchachos quieren justicia.

Y ahí, en el concepto de justicia, es donde el movimiento se topa con un serio obstáculo, porque la justicia sigue siendo la constante voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde según su derecho. En este caso, el derecho de hablar y de hacer campaña.


Uno puede estar de acuerdo y pensar que el sistema es injusto, pero no puede ni debe asestar a los adversarios las mismas injusticias que uno condena: la intolerancia, el insulto, el odio, la calumnia, no se valen en ningún caso.

También hay que tomar en cuenta que la democracia sigue siendo un asunto de números. La mayoría determina los rumbos que debe seguir la vida pública, y toda minoría democrática tiene el deber de acatar los deseos razonados y razonables de los más, aunque no esté de acuerdo con ellos, porque de nada serviría que hubiera elecciones limpias si uno se opusiera porque ganó el candidato de otros...

Tan es de números la democracia que no falta quien quiera desestimar la fuerza de los jóvenes inconformes con el argumento de que son muchos pero son insuficientes. Como bien advierten algunos, hasta el momento los manifestantes han sido miles o decenas de miles en un país donde hay casi ochenta millones de votantes.


Pero lo que hay detrás de los muchachos no son ni la justicia ni el número, sino la fuerza de quienes no quieren un país marcado por lo que ha marcado a México durante mucho tiempo. Muchos de ellos sólo conocen una manera de hacer política y una forma de gobierno. Quieren ver otra cosa, y ese es su mérito, aunque - repito - no es probable que logren cambiar al país.

Peor sería que no hicieran nada.

Que otros quieran ver otras cosas en el movimiento que salió a la calle no es problema de los muchachos sino de los que quieren ver a toda costa algo que no está ahí. Uno, que ha visto muchas cosas, sabe que el error, como la belleza, está en el ojo del que mira...


Uno se entera de que murió Ray Bradbury, un hombre que soñó otros mundos posibles e imposibles. Alguien tiene que soñar ahora el país que queremos.