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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Cierta desilusión ante estas cosas
Miguel Molina
25 de febrero de 2021
alcalorpolitico.com
Primero – en orden cronológico – están los tres mil quinientos veinticinco millones cincuenta y un mil ochocientos pesos destinados a programas de agua potable, alcantarillado y saneamiento en zonas urbanas, programas de de tratamiento de aguas residuales, programas para el desarrollo regional turístico sustentable, y otros programas regionales. Ah, y a los fondos regional, metropolitano y de contingencias económicas.
 
Nadie ha explicado ni ha rendido cuentas de ese dinero, que desapareció durante el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, convicto por lavado de dinero y asociación delictuosa. Ni Duarte, que era responsable de la administración, ni ningún otro de sus colaboradores, aunque algunos devolvieron fondos sin que se supiera por qué.
 
Eso fue entonces, dirán algunos. Pero ahora también faltan cuentas claras. Para comenzar, el Congreso del estado – ni más ni menos – no ha podido justificar ni comprobar el uso que le dio a más de ciento dieciocho millones de pesos que recibió del gobierno federal hace dos años.
 

El Poder Ejecutivo – que presume de transparencia sin igual y de un manejo impecable de las finanzas – también recibió observaciones de la Auditoría Superior de la Federación porque no ha podido explicar qué hizo con dos mil cuatrocientos trece millones de pesos.
 
De esa suma, sesenta y dos millones y medio de pesos cuyo gasto no se ha explicado eran para el Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa de la secretaría de Educación de Veracruz. Al parecer, el dinero se usó para pagar sueldos a aviadores, a trabajadores en escuelas fantasmas, a empleados que fallecieron, a profesores que ya se habían dado de baja o tenían licencia sin goce de sueldo, y a trabajadores comisionados a sus sindicatos.
 
Como bien señala mi colega – y ex compañero de la Facultad de Letras – Arturo Reyes Isidoro, los señalamientos no los está haciendo la prensa ni actores políticos de la oposición, sino el máximo órgano fiscalizador del país. El informe de la ASF – advierte Arturo – "cae como un poderoso artefacto explosivo que tambalea al gobierno estatal y a su partido, Morena, cuando se está en pleno proceso electoral y a solo noventa y siete días de las elecciones".
 

Más allá de las consideraciones legales y políticas, uno siente cierta desilusión ante estas cosas. El gobierno de Morena llegó al poder con apoyo sin precedentes en las urnas, con la esperanza de que las cosas y las formas de hacer las cosas desde el gobierno iban a cambiar. Parece que no ha sido el caso en Veracruz ni en muchas otras partes.
 
La vaina no es que aclaren las cosas sino que tengan que aclarar las cosas.
 
No hay partido
 

Nadie esperaba que el cambio se produjera de una día para otro, o de un año para otro. Habrá quien cite lo que dice el semanario británico The Economist sobre el presidente, quien "se ve como sucesor de la guerra de independencia de 1810-21, la guerra de reforma liberal de 1858-61 y la revolución de 1910-17. Pero en dos años de transformación AMLO ha cambiado a México mucho menos que estos eventos importantes".
 
Lo que pierde de vista el anónimo redactor (todos los redactores de The Economist son anónimos) es que la guerra de independencia duró once años, la reforma tardó tres y la revolución siete, y el gobierno de López Obrador lleva apenas dos, aunque eso no justifique errores y horrores propios y ajenos.
 
Quizá el problema es ese: que el gobierno es del presidente y no de su partido, porque hasta donde puede verse no hay partido sino una aglomeración de tribus políticas más interesadas en promover sus intereses que un cambio verdadero. El debate político en el Congreso es pobre y es mínimo, limitado por una mayoría incondicional que no ve ni vigas ni pajas en su propio ojo.
 

Lo mismo se puede decir de la oposición, que hizo de lado principios e ideologías para derrotar a los otros y no para impulsar una idea de país, un proyecto de nación que dure generaciones en vez de sexenios.
 
Poco o nada de lo que han hecho los gobiernos que han sido sirvió para que los mexicanos dejaran de ser pobres. Poco o nada de lo que han hecho esos gobiernos ha reducido la corrupción y ha combatido la impunidad. Poco o nada ha sido para mejor servicio de la Nación...
 
Un amigo – que no es mexicano – me preguntó cómo veía al país. Le conté que varias veces vi a mi papá sentado en su silla de ruedas, entretenido con la gente que pasaba por la calle. Le preguntaban cómo está, licenciado. De la chingada, decía mi papá, malhumorado y serio. Así se siente uno ahora.
 

Desde el balcón
 
Uno puede salir en camiseta a ver la tarde, que a veces es como en el cine. Uno veía montañas nevadas desde las butacas del cine Ada, o bajo las estrellas en el cine Terraza, que estaba en el patio de una cuartería, y más de una vez en la pantalla hechiza que colgaban en la pared de una casa en contraesquina del mercado.
 
Después hubo muchos cines en mi vida, como los de Xalapa, donde uno podía ver películas o entregarse al amor en penumbras cuando el mundo era joven. Tal vez por esos recuerdos me conmovieron las imágenes de lo que fue la sala Luis Buñuel en el Puerto de Veracruz (que al final de sus días pasaba películas eróticas): un salón silencioso lleno de escombros y desechos y vidrios rotos, donde ya nadie verá nada ni habrá hombres solos que en sus butacas trataban de imitar las escenas que veían en la pantalla...
 

Oye uno a los pájaros, que celebran sin saber que celebran, y un vecino toca su piano sin saber que celebra con ellos, como en el cine.