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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Veo a Veracruz
Miguel Molina
23 de diciembre de 2021
alcalorpolitico.com
Quisiera hablar de asuntos amables en estos días que nos dan la ilusión de que algo termina y algo empieza. No puedo. Acabo el año con preguntas que tal vez nadie contestará nunca, con dudas sobre el futuro del país, sin saber a dónde vamos ni a dónde quieren que vayamos. Aquí no se trata de ideologías sino de necesidad de entender qué cambios se necesitan y por qué.
 
Veo a Veracruz. Desde lejos, pero con claridad. Veamos. El poder Legislativo que se fue es uno de los más incompetentes (no encuentro la palabra justa) en el último medio siglo, porque los de antes no me interesan. Más de quince veces sufrieron la afrenta de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación declarara inconstitucionales leyes y decretos veracruzanos que violentaban los derechos humanos y quién sabe cuántas otras cosas. No hubo interés por la cosa pública, ninguna legislación necesaria o útil. A cada diputado y a cada diputada le pagaron en promedio de cien mil pesos mensuales, y no me atrevo a pensar de cuánto fue su aguinaldo.
 
El poder Judicial no está mejor que el Legislativo. Manchado por escándalos internos y casos de corrupción impune – cuyo castigo se limita al despido o la amonestación de jueces –, debilitado por serios problemas de presupuesto, y comprometido financieramente por contratos que lo obligan a pagar más de mil millones de pesos a empresas privadas que construyeron o siguen construyendo ciudades judiciales y otros misterios, parece seguir la tradición política y acata instrucciones del gobernador.
 

Y luego está el Ejecutivo, enfrascado en quién sabe qué, mal aconsejado, metido en discusiones innecesarias, dudosamente legales, sobre la culpabilidad de detenidos con el pretexto de ultrajes a la autoridad. Hay que sumar las cifras optimistas – porque después de todo parte del gobierno es el manejo del optimismo – y las ocurrencias desafortunadas para darse cuenta de que nadie sabe hacia dónde va Veracruz ni a dónde quieren llevarnos quienes toman decisiones. Tal vez haya una meta pero no hay un camino.
 
Así termina el segundo año de la pandemia. Qué va uno a hablar de asuntos amables...
 
Desde el balcón
 

Esto ya es invierno. Uno deja una botella de Prosecco en la mesita amarilla y se olvida de ella hasta el viernes, cuando uno se bebe el vino mientras envuelve los regalos, que son los de otros años: calcetines calientes, libros, cuadernos, rompecabezas, guantes, pantuflas, aretes, tal vez una botella de algo, cosas así. En el balcón, el frío despierta la memoria, aviva el gusto y enriquece el sabor de la malta.
 
El mundo está otra vez a merced del virus, aunque muchos ya olvidaron – o dejaron de pensar – que es un bicho que mata, y que la pandemia va para largo. Pocos nos atrevemos a admitir que ya nada será igual cuando todo termine. El optimista dirá que todo volverá a ser casi como antes. El pesimista dirá que nada vuelve a ser lo que fue.
 
Habrá que prepararse para vivir de otra forma, porque además está el cambio climático, que va a cambiar muchas cosas dentro de no mucho tiempo. Pero eso será el año que viene, porque a este ya no le cabe más.
 

Pese a todo, uno espera que la vaina no sea tan seria. Y desea que todos – propios y ajenos – pasen esta temporada tan bien como se pueda. Estos apuntes volverán a publicarse dentro de poco, en enero. Que la pasen bien.