Carlos Fuentes y su relación indeleble con Veracruz (IV)

Pero es todavía más implacable cuando analiza nuestro sistema político que tiende a regresar a la autoridad vertical, unipersonal, porque nuestra pesada tradición del centralismo, el autoritarismo y el paternalismo están regidas por la circularidad del tiempo mexicano. Según Fuentes, eso provocó que, al final de la pasada década de los sesenta, el culto a la autoridad se tradujera en dictadura interna y luego en represión, con la intervención de un ejército agradecido por prebendas recibidas. También insiste en una permanente convicción mexicana de que la violencia que vivimos viene acumulada por siglos, por lo que no termina de concluir, y cito una de sus frases categóricas: “el fin puede estar a la vuelta de la esquina, en una bala perdida, en un encuentro casual, en un estallido de cólera, en la simple enfermedad, la simple hambre, la simple esclavitud. El llamado gusto mexicano por la muerte sólo se salva en la vida, sólo es parte de la vida, si se convierte en hecho consciente, en compañero permanente, en objeto de celebración y resistencia trágica. La muerte también es el recurso de la transfiguración”.

En esa obra, Carlos Fuentes anota salidas, siempre y cuando se destierre el autoritarismo investido con poder vertical y paternalista, propio del mundo religioso que promueve la divinización del presidente, la abyección pseudo-religiosa ante el jefe. Esas prácticas han obstaculizado la horizontalidad democrática a lo largo de la colonia, la dictadura porfirista y la revolución institucionalizada que fue irrumpida por el movimiento del 68 y reprimido con las consecuencias que él identifica: ”El sistema se arruinó a sí mismo: primero, demostró que carecía de respuestas políticas a un problema político; segundo, demostró la fragilidad de las justificaciones de su poder; tercero, demostró que la estabilidad, lejos de sostenerse por sus propios méritos, requería el apoyo eficaz de las fuerzas represivas;… demostró que el ejército mexicano, en un momento dado, podía despertar de una modorra procurada mediante grandes contratos y negocios a sus jefes (para) intervenir en la vida política a fin de preservar por la fuerza lo que la autoridad civil no podía con ineficaces actos políticos…”

Así mismo reconoce que, en el 68 los intelectuales vieron la promesa de un país más libre, defendieron la cultura contra la amenaza de un fascismo oficial que pretendía uniformar el pensamiento. Los artistas entendieron que la represión dejaba petrificado el lenguaje, como monólogo obediente, sumisión retórica y coro adulatorio. Así lo resumiría: “El país estaba despierto; el sistema, arruinado”. Y siguiendo la lógica de Fuentes, la cultura debería constituirse en el gran aglutinador de todas las relaciones sociales, políticas, económicas y espirituales, en verdadero sostén y motor de una sociedad. Es la totalidad que permite apreciar nuestra relación con la tierra, la organización y energía que lleva a la satisfacción de necesidades individuales y colectivas, al cultivo de lo más sublime en la naturaleza humana. Y deja ver que cualquier transformación debe partir de la realidad lacerante de que nuestro desarrollo ha estado manchado por la injusticia y la concentración de la riqueza basada en la explotación de la gente y que la disyuntiva a seguir no debe implicar una estrategia centralizada basada en el poder presidencial, sino recurrir a los canales de la expresión democrática, a la organización social que fomente la participación ciudadana. Es por ello que su convocatoria para la verdadera transformación implica la acción colectiva organizada, orientada por metas comunes, apoyada en la fuerza de toda la sociedad. Y esto significa una convocatoria que no puede ser sectaria. Como se puede observar, Tiempo Mexicano, una obra escrita hace más de medio siglo aún es vigente, ofrece conceptos útiles para interpretar el México de hoy. Nos permite descifrar nuevas circularidades, regresos a lo transitado sin éxito y caminos alternos no explorados cabalmente.



Ya para concluir, retomaré lo comentado sobre la magnífica donación que hizo Carlos Fuentes a la Universidad Veracruzana. En el momento de su anuncio dejó claro que la única heredera universal y albacea de su patrimonio sería su compañera por siempre, Silvia Lemus; y que ella habría de disponer la forma y tiempos de entrega de la biblioteca personal. En el 2013, a un año de la muerte de Carlos, Silvia tuvo la gentileza de invitarme como testigo ante el notario que dejaría la constancia testimonial de dicha donación. Seis años después, Silvia empezaría a desocupar su residencia de Londres, por lo que me pidió comentar a la UV que procedería a ceder la parte de su biblioteca ahí ubicada, para iniciar el proceso de entrega-recepción. El contenedor con las cajas de libros se encontraba listo en el muelle de Londres, cuando inició la contingencia del Covid-19 que frenó el traslado global de bienes, mercancías y suministros. Al término de la contingencia, en el 2021, se retomó el proceso de envío, pero el agente aduanal reportó que la autoridad fiscal mexicana no lo autorizaba porque se había rebasado el término de seis meses que se otorga para el envío de menajes de casa desde el extranjero. A la fecha, y después de múltiples gestiones, las secretarías de Cultura y de Hacienda o el SAT no han resuelto el traslado de dicha biblioteca. Ante esa situación, hago una petición formal como ciudadano mexicano, para que el presidente López Obrador o la Doctora Beatriz Gutiérrez Mueller apoyen, con el mismo ahínco y fervor que mostraron con la pretendida recuperación del Penacho de Moctezuma, la aprobación del traslado de la biblioteca personal de Carlos Fuentes y Silvia Lemus, dado que se encuentra detenida por oficinas del propio gobierno mexicano en el muelle de Londres, desde hace más de tres años. Muchas gracias.


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Artículo de la serie:
Carlos Fuentes y su relación indeleble con Veracruz (I)
Carlos Fuentes y su relación indeleble con Veracruz (II)
Carlos Fuentes y su relación indeleble con Veracruz (III)
Carlos Fuentes y su relación indeleble con Veracruz (IV)