En el Consejo Universitario General del lunes 15 de diciembre se discutirá sobre la artimaña que usó Martín Aguilar para solicitar sin sustento jurídico una prórroga de 4 años a su gestión. También, la manera en que la Junta de Gobierno transgredió derechos constitucionales, la Ley Orgánica, la Ley de Autonomía y su propio Reglamento interno al otorgarla. Con esos reprochables actos, ambas autoridades degradaron la trayectoria y prestigio de la Universidad Veracruzana. Corresponde ahora a la máxima autoridad universitaria, el Consejo Universitario, dirimir si se rinde ante las presiones de autoridades deshonestas o se pronuncia en contra de lo que no es otra cosa más que el imperdonable secuestro del Alma Mater de destacadas generaciones de universitarios. La sociedad tendrá puesta su mirada en los consejeros que habrán de representar a toda la comunidad universitaria en una decisión de gran impacto en la trayectoria institucional de nuestra casa de estudios. De ellos dependerá que la UV naufrague en el descrédito o que recupere su emblemático prestigio ganado a pulso. De prosperar la tropelía del círculo cercano a Martín Aguilar, se avalaría a una gestión inepta y deshonesta en lo ético y lo intelectual, afectando gravemente el devenir de su comunidad académico-administrativa, las perspectivas de ejercicio profesional de sus egresados y el aporte social de la UV, pues estaría representada por una administración central ilegítima, opaca y sin consideración alguna por la rendición de cuentas.
Mucho se ha documentado sobre la ilegalidad de la prórroga y la ineptitud mostrada en la gestión de Martín Aguilar; pero hay algo más, igualmente grave, la prevalencia de una consigna centralizadora que no reconoce el talento universitario, que no lo convoca ni lo estimula; sino que recurre al control coercitivo, a las amenazas para quienes disienten de la visión oficial. Todo ello en una época en que la libertad académica, la excelencia y la creatividad son esenciales en la formación y el quehacer universitarios. Ya se ha comentado antes la importancia crucial en las universidades del liderazgo distribuido y de las decisiones colegiadas basadas en la experiencia y el talento. Son indispensables para generar la fuerza colectiva que integra conocimiento, convicción y pasión individual para lograr metas institucionales trascendentes. Sin embargo, hoy prevalece la división que es producto de una ceguera administrativa que invisibiliza la
expertise y el talento del personal universitario y de la comunidad estudiantil. A esa anomalía se suma la ansiedad e inconformidad de quienes no se sienten reconocidos, de quienes deben soportar arbitrariedades para asegurar su trabajo o la continuación de sus estudios. Esa reprobable condición de acecho estropea la productividad y la cohesión institucional, porque ahora es más importante la “lealtad a la persona” que el talento, la dedicación y los resultados verificables.
Lo vemos en el estrés laboral crónico, la simulación oficial, la pérdida de competitividad inducida por la propia autoridad porque lo único que le importa es mantener su
status quo y prebendas. Ese es su principal propósito e indicador de desempeño. Entonces, la preocupación por la subsistencia laboral conduce al “presentismo”; esto es, a estar presente aunque se rinda menos, pues no se reconoce la pasión por el trabajo, la innovación, la contribución real a la institución o a la sociedad. Hoy se exige al universitario que se “alinee” al dictado oficial y se promueve la docilidad en lugar del talento creativo, la burocracia inoperante que se impone a la academia. Además, se reprime la identificación de fallas y, en consecuencia, la solución de las mismas; se inhibe el pensamiento autónomo reflexivo; se prioriza la obediencia sobre la pasión en la entrega de resultados. Bajo esas condiciones, no hay manera que la UV retome su liderazgo nacional, porque lo que se propicia es la mediocridad. Si nuestra universidad logra distinguirse en distintos rubros de su quehacer es por la encomiable labor de quienes saben esquivar tanta ineptitud administrativa para lograr sus objetivos profesionales.
La suma de ilegalidad, ineptitud directiva y control coercitivo ha llevado a que la UV viva una de las etapas más oscuras en sus 81 años de quehacer institucional. De tal grado es la debacle que sólo la fuerza interna de su comunidad puede revertir esa tendencia dañina de enormes implicaciones negativas. No hay de otra, la UV debe restablecerse a sí misma y recuperar su trayectoria, imagen y prestigio social con el impulso de liderazgos académicos históricos y emergentes, pero sobre todo, de quienes se encargarán de reconstruir su rumbo hacia un futuro promisorio. El punto de partida será discernir si su situación actual es digna de una universidad que ha sido referente nacional en materia de excelencia y aporte social. Ahora que lo inesperado ha abierto la perspectiva de nuevos liderazgos sindicales, es momento de dilucidar cómo puede impulsarse desde los gremios a cargo de las condiciones laborales, el relanzamiento de la UV en estrecha coordinación con los núcleos académicos de mayor productividad y presencia social. Se trata de visualizar e idear qué futuro se merece la Universidad Veracruzana y cuáles deben ser los pasos a tomar. El compromiso de los consejeros universitarios no debe estar atado al pasado reciente, a una administración que exige lealtad a cambio de la debacle institucional. Este próximo lunes 15 de diciembre del 2025, ustedes, miembros del Consejo General Universitario, tienen la palabra porque en sus manos está el destino de la Lis de Veracruz, del Arte, la Ciencia, la Luz.
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Ver artículos de la serie:
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (I)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (II)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (III)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (IV)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (V)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (VI)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (VII)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (VIII)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (IX)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (X)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XI)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XII)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XIII)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XIV)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XV)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XVI)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XVII)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XVIII)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XIX)
La trascendencia social de la Autonomía Universitaria (XX)