16 de octubre de 2025
alcalorpolitico.com
La semana pasada se desbordó ligeramente el río Cazones, según la gobernadora Rocío Nahle. No sé quién le dijo que dijera eso, y tampoco sé si lo dijo porque así lo creía, pero la señora volvió a meter la pata cuando abrió la boca.
Decenas de miles, cientos de miles de veracruzanos de cuarenta municipios, resultaron afectados por la inundación. Y la gente se encabronó, con razón y sin ella, porque nadie avisó que los ríos estaban creciendo y había riesgo de que se salieran de sus cauces.
Pero las inundaciones no causaron daños sólo en Veracruz. También hubo daños a personas y propiedades en Hidalgo, en Puebla y en Querétaro. Y en esas partes y en otras hay malestar y reclamos porque no hubo ninguna estrategia de prevención: nadie les dijo nada a quienes corrían el riesgo de morir o de perder lo que tenían.
Los corifeos – sobre todo los corifeos de la gobernadora Rocío Nahle – de inmediato descalificaron el enojo de los damnificados con el argumento de que la desgracia no requiere de culpables inventados ni de linchamientos mediáticos.
Para ellos nadie fue responsable de lo que pasó, aunque sea responsabilidad de las autoridades informarse e informar para prever precisamente lo que pasó. Abundan los testimonios de que se conocía el riesgo que se corría en las zonas afectadas, y no hubo ningún preparativo para hacer frente a lo que se venía.
En su ignorancia, los corifeos de la gobernadora alegan que buscar responsables de un fenómeno natural (sic) resulta no sólo absurdo, sino también ruin, mezquino y miserable. De ese tamaño, como si no fuera obligación del gobierno – de cualquier gobierno – velar por la protección de los ciudadanos. Pero hasta ahora nadie ha dicho que el gobierno de Veracruz es responsable de las inundaciones...
Lo ruin, lo mezquino, lo miserable
Lo que es ruin, mezquino, y miserable es que los tres niveles de gobierno impidan que la ayuda solidaria del pueblo bueno llegue directamente a los damnificados. Sobran testimonios de que el ejército, la guardia nacional, o la policía impiden el paso de quienes llevan agua, comida y otras cosas para auxiliar a quienes lo necesitan.
Se insiste en que sólo el gobierno puede y debe manejar la ayuda, que se ha convertido en bolsas con los colores del partido en el poder, distribuidas por medios y con recursos oficiales, sin duda con fines de propaganda política.
El ejemplo que mejor ilustra la forma en que el partido oficial intenta adueñarse de la solidaridad con los damnificados es el de Clara Brugada, quien cobra como jefa de gobierno de la ciudad de México.
La capital preparó veinte camiones con bombas de succión, dos equipos de bombeo, diez camiones torton, retroexcavadoras, y otros tipos de vehículos que estaban listos para ir a Veracruz desde las seis de la mañana pero tuvieron que esperar hasta el mediodía para que la señora se tomara la foto dando el banderazo de salida del equipo.
Desde el balcón
Uno sale a la tarde tibia y mira los cerros de Portugal, tan cerca y tan lejos, pone la copa de malta en la mesita junto al diccionario de María Moliner todavía envuelto en el celofán original, y oye a los trabajadores que desmantelan las ventanas del edificio arriba de El Cielo, que es un bar local desde hace tiempo.
Hoy no está uno para metáforas. Un vidrio cae y se hace pedazos en la calle, y uno piensa que pudo haber sido un arcángel malhumorado pero sabe que no fue así. A fin de cuentas, no fue así. El cielo que nos dijeron está ocupado castigando del otro lado del mundo a las comunidades cuyos pecados son tantos que merecen destrucción y muerte.
Bendito sea Dios. Salud.
Decenas de miles, cientos de miles de veracruzanos de cuarenta municipios, resultaron afectados por la inundación. Y la gente se encabronó, con razón y sin ella, porque nadie avisó que los ríos estaban creciendo y había riesgo de que se salieran de sus cauces.
Pero las inundaciones no causaron daños sólo en Veracruz. También hubo daños a personas y propiedades en Hidalgo, en Puebla y en Querétaro. Y en esas partes y en otras hay malestar y reclamos porque no hubo ninguna estrategia de prevención: nadie les dijo nada a quienes corrían el riesgo de morir o de perder lo que tenían.
Los corifeos – sobre todo los corifeos de la gobernadora Rocío Nahle – de inmediato descalificaron el enojo de los damnificados con el argumento de que la desgracia no requiere de culpables inventados ni de linchamientos mediáticos.
Para ellos nadie fue responsable de lo que pasó, aunque sea responsabilidad de las autoridades informarse e informar para prever precisamente lo que pasó. Abundan los testimonios de que se conocía el riesgo que se corría en las zonas afectadas, y no hubo ningún preparativo para hacer frente a lo que se venía.
En su ignorancia, los corifeos de la gobernadora alegan que buscar responsables de un fenómeno natural (sic) resulta no sólo absurdo, sino también ruin, mezquino y miserable. De ese tamaño, como si no fuera obligación del gobierno – de cualquier gobierno – velar por la protección de los ciudadanos. Pero hasta ahora nadie ha dicho que el gobierno de Veracruz es responsable de las inundaciones...
Lo ruin, lo mezquino, lo miserable
Lo que es ruin, mezquino, y miserable es que los tres niveles de gobierno impidan que la ayuda solidaria del pueblo bueno llegue directamente a los damnificados. Sobran testimonios de que el ejército, la guardia nacional, o la policía impiden el paso de quienes llevan agua, comida y otras cosas para auxiliar a quienes lo necesitan.
Se insiste en que sólo el gobierno puede y debe manejar la ayuda, que se ha convertido en bolsas con los colores del partido en el poder, distribuidas por medios y con recursos oficiales, sin duda con fines de propaganda política.
El ejemplo que mejor ilustra la forma en que el partido oficial intenta adueñarse de la solidaridad con los damnificados es el de Clara Brugada, quien cobra como jefa de gobierno de la ciudad de México.
La capital preparó veinte camiones con bombas de succión, dos equipos de bombeo, diez camiones torton, retroexcavadoras, y otros tipos de vehículos que estaban listos para ir a Veracruz desde las seis de la mañana pero tuvieron que esperar hasta el mediodía para que la señora se tomara la foto dando el banderazo de salida del equipo.
Desde el balcón
Uno sale a la tarde tibia y mira los cerros de Portugal, tan cerca y tan lejos, pone la copa de malta en la mesita junto al diccionario de María Moliner todavía envuelto en el celofán original, y oye a los trabajadores que desmantelan las ventanas del edificio arriba de El Cielo, que es un bar local desde hace tiempo.
Hoy no está uno para metáforas. Un vidrio cae y se hace pedazos en la calle, y uno piensa que pudo haber sido un arcángel malhumorado pero sabe que no fue así. A fin de cuentas, no fue así. El cielo que nos dijeron está ocupado castigando del otro lado del mundo a las comunidades cuyos pecados son tantos que merecen destrucción y muerte.
Bendito sea Dios. Salud.