Hace una semana, cientos de elementos del Ejército mexicano así como de la Policía Federal se congregaron en la ciudad de Toluca, la razón: la llegada de los tres mandatarios de América del Norte. Estos tres mandatarios representan una población de alrededor de 470 millones de personas cuyas economías combinadas constituyen casi 19.2 billones de dólares (USD). Estos tres líderes se propusieron comer y beber varios temas que tienen en común pero, sin duda alguna, el platillo fuerte no podía ser otro más que el NAFTA (North America Free Trade Agreemen).
 
Desgraciadamente la Declaración Conjunta de los Líderes de América del Norte[1] no ha sido lo suficientemente específica como para observar un verdadero interés por cambiar el actual status quo de dicho tratado. Peor aún, a 20 años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la situación económica de los mexicanos presenta una serie de claroscuros que muy bien vale la pena analizar.
 
El TLCAN ha sido toda una conquista para la diplomacia mexicana pues ha elevado las exportaciones de productos manufacturados y gracias al mismo han llegado una gran variedad de productos a los consumidores. México se ha convertido, para algunos, en un ejemplo a seguir en cuanto a la liberalización de la economía.
 

México, por vez primera en toda su historia llega con unas cifras macroeconómicas que para muchos rayarían en lo envidiable pues posee suficiente solvencia económica para cumplir con todos sus compromisos internacionales.
 
Pero no todo son aplausos, la percepción económica a interior del país es totalmente distinta, a saber, el Banco de México y INEGI publicaron el Índice de Confianza al Consumidor el cual observa una caída mensual del 6.20%.[2] ¿Qué quiere decir? Que los mexicanos perciben que la situación económica es peor que hace doce meses y que su poder adquisitivo de bienes se ve impedido por esta misma situación.
 
También es menester reconocer que los indicadores de la distribución de la riqueza han venido a la baja tal como lo muestra el coeficiente de Gini (entre el coeficiente se acerque más al 0, más igual es la distribución). México tiene un coeficiente de 48.1[3] lo cual lo coloca en el lugar 61 del mundo, un nivel similar al de Cuba, Costa Rica y Granada. Sin duda alguna el pastel se hizo más grande pero el pastel no fue repartido entre más gente.
 

La realidad sobre las percepciones macroeconómicas a largo plazo (crecimiento arriba del tres por ciento porcentual)[4] realmente difiere mucho del irrisorio 1.28% de crecimiento que se tiene en este momento.
 
México ciertamente ha cometido algunos deslices, como la apertura abrupta del mercado el cual terminó afectando a una gran cantidad de pequeñas y medianas quienes proveían casi del 50% de los empleos en el país. Pero aún se está a tiempo de recomponer el camino.
 
Asimismo México aún tiene el gran reto de superar la inseguridad pública pues esto provoca incertidumbre no sólo en la población general sino en el quehacer económico cotidiano y, por lo tanto, en la inversión extranjera directa. Es así como México simplemente no podrá salir adelante si no promueve un ambiente propicio para el crecimiento económico y el desarrollo de su población.
 

El TLCAN apenas ha cumplido 20 años de edad, afortunadamente es lo suficientemente joven como para ayudarle a recomponer su camino, siempre y cuando los padres así lo deseen con vehemencia, sobre todo México, quien debe jugar un papel preponderante y propositivo en la renegociación del TLCAN.