17 de julio de 2025
alcalorpolitico.com
Para algunos fue noticia. Para otros fue más de lo mismo. Andaba de gira la gobernadora Rocío Nahle cuando se topó con los vecinos de Mundo Nuevo, una congregación de Coatzacoalcos, no muy lejos de Nanchital, y cerca de los complejos de la Cangrejera, de Pajaritos, del complejo petroquímico Morelos, de Sales del Istmo, de Puerto México.
Desde hace poco más de un mes el aire huele mal, y muchos tienen problemas respiratorios e irritaciones en los ojos. Ya se han quejado. Las autoridades federales están ocupadas en otras cosas, en otros proyectos, y no pueden intervenir, lo sentimos mucho. Y entonces pasó por ahí la gobernadora Nahle.
La nota fue que la señora tomó un teléfono y ordenó al Procurador de Medio Ambiente que fuera a la zona y se quedara ahí hasta saber qué era ese olor y quién lo provocaba, y el asunto del mal olor y de su fuente quedó en el aire.
Lo más probable es que Ángel Carrizales López – el procurador de Medio Ambiente – siga viviendo en Nuevo Mundo, o en Nanchital que no está lejos, o en Coatzacoalcos, que tiene mejores hoteles, y haga desde ahí los estudios que corresponden y firme comunicados y eventualmente diga de dónde viene la contaminación, y ahí quede la cosa.
Porque la cosa siempre ha quedado ahí. Hay una orden directa de la gobernadora – antes era del gobernador –, hay una presunta investigación, se emiten boletines de prensa, y el problema sigue como si nada. El aire sigue apestando, aunque el procurador del Medio Ambiente ande por ahí.
Todo está sucio
Basta con ver los tiraderos a cielo abierto. Hay casi ciento veinte en el estado, hoy como hace seis años. La procuraduría del Medio Ambiente ha clausurado pequeñas y medianas industrias que presuntamente contaminan más que las industrias que arrojan sus desechos a los ríos y las lagunas de Veracruz.
Hay más. Desde hace tiempo que se sabe que los ríos veracruzanos están contaminados. El doctor Margarito Páez Rodríguez, maestro de la facultad de Biología, advirtió hace tiempo que los dieciocho ríos que hay en el territorio del estado reciben desechos de la industria petroquímica, de las empresas textileras, de los fabricantes de refrescos y de los productores de leche.
Pero también de la industria alimentaria, de la cítrica, de la química, de la azucarera, de la cervecera, de los beneficios de café, de las papeleras, de las curtidoras, de fertilizantes y gases, y de las aguas negras de todos nosotros, que van a dar a la mar...
La procuraduría veracruzana del Medio Ambiente no se ha atrevido a tocar a ninguno de los responsables de tanta basura en el agua y en el aire, ni se atreverá a clausurar las fuentes de contaminación, como no lo ha hecho nunca. Todo está sucio. A ver qué dice don Ángel Carrizales López.
Desde el balcón
Hay días de solazos y días de chubascos. La malta brilla o se oscurece según el tiempo. Una paloma zurea obsesiva su sonsonete, y a veces se oye un perro lejano. Lo demás es silencio, algo que suena como un zumbido sin serlo y sin sonido, pero que está ahí, en el calor o en la lluvia del verano.
En tardes como esas, la musa asoma a ver qué onda. Deja uno de pensar en los grandes problemas nacionales, en las congojas veracruzanas, en el denso tráfico de Xalapa, que ahora se llama – casi oficialmente, o al menos para los turistas – Ciudad de las Virtudes.
Tres virtudes – obra del xalapeño Enrique Guerra – terminaron en Xalapa porque no había espacio para ellas en el palacio de Relaciones Exteriores de la ciudad de México hace ciento quince años, y desde hace noventa y cuatro el mármol de Carrara de la Fortaleza, la Justicia, y la Prudencia resiste el paso de los carros en el parque Juárez.
A finales de los setenta, el maestro Armando Zavaleta hizo una copia de la Templanza con mármol de Tatatila, que es la que se añadió a las tres que ya estaban en Xalapa. La Templanza original – moderadora de pasiones y apetitos – está en Chapultepec, quién sabe por qué. Uno hace bailar la malta en copa, y una brisa tímida promete una noche de pasiones y apetitos, pero a la vez fresca y virtuosa.
Desde hace poco más de un mes el aire huele mal, y muchos tienen problemas respiratorios e irritaciones en los ojos. Ya se han quejado. Las autoridades federales están ocupadas en otras cosas, en otros proyectos, y no pueden intervenir, lo sentimos mucho. Y entonces pasó por ahí la gobernadora Nahle.
La nota fue que la señora tomó un teléfono y ordenó al Procurador de Medio Ambiente que fuera a la zona y se quedara ahí hasta saber qué era ese olor y quién lo provocaba, y el asunto del mal olor y de su fuente quedó en el aire.
Lo más probable es que Ángel Carrizales López – el procurador de Medio Ambiente – siga viviendo en Nuevo Mundo, o en Nanchital que no está lejos, o en Coatzacoalcos, que tiene mejores hoteles, y haga desde ahí los estudios que corresponden y firme comunicados y eventualmente diga de dónde viene la contaminación, y ahí quede la cosa.
Porque la cosa siempre ha quedado ahí. Hay una orden directa de la gobernadora – antes era del gobernador –, hay una presunta investigación, se emiten boletines de prensa, y el problema sigue como si nada. El aire sigue apestando, aunque el procurador del Medio Ambiente ande por ahí.
Todo está sucio
Basta con ver los tiraderos a cielo abierto. Hay casi ciento veinte en el estado, hoy como hace seis años. La procuraduría del Medio Ambiente ha clausurado pequeñas y medianas industrias que presuntamente contaminan más que las industrias que arrojan sus desechos a los ríos y las lagunas de Veracruz.
Hay más. Desde hace tiempo que se sabe que los ríos veracruzanos están contaminados. El doctor Margarito Páez Rodríguez, maestro de la facultad de Biología, advirtió hace tiempo que los dieciocho ríos que hay en el territorio del estado reciben desechos de la industria petroquímica, de las empresas textileras, de los fabricantes de refrescos y de los productores de leche.
Pero también de la industria alimentaria, de la cítrica, de la química, de la azucarera, de la cervecera, de los beneficios de café, de las papeleras, de las curtidoras, de fertilizantes y gases, y de las aguas negras de todos nosotros, que van a dar a la mar...
La procuraduría veracruzana del Medio Ambiente no se ha atrevido a tocar a ninguno de los responsables de tanta basura en el agua y en el aire, ni se atreverá a clausurar las fuentes de contaminación, como no lo ha hecho nunca. Todo está sucio. A ver qué dice don Ángel Carrizales López.
Desde el balcón
Hay días de solazos y días de chubascos. La malta brilla o se oscurece según el tiempo. Una paloma zurea obsesiva su sonsonete, y a veces se oye un perro lejano. Lo demás es silencio, algo que suena como un zumbido sin serlo y sin sonido, pero que está ahí, en el calor o en la lluvia del verano.
En tardes como esas, la musa asoma a ver qué onda. Deja uno de pensar en los grandes problemas nacionales, en las congojas veracruzanas, en el denso tráfico de Xalapa, que ahora se llama – casi oficialmente, o al menos para los turistas – Ciudad de las Virtudes.
Tres virtudes – obra del xalapeño Enrique Guerra – terminaron en Xalapa porque no había espacio para ellas en el palacio de Relaciones Exteriores de la ciudad de México hace ciento quince años, y desde hace noventa y cuatro el mármol de Carrara de la Fortaleza, la Justicia, y la Prudencia resiste el paso de los carros en el parque Juárez.
A finales de los setenta, el maestro Armando Zavaleta hizo una copia de la Templanza con mármol de Tatatila, que es la que se añadió a las tres que ya estaban en Xalapa. La Templanza original – moderadora de pasiones y apetitos – está en Chapultepec, quién sabe por qué. Uno hace bailar la malta en copa, y una brisa tímida promete una noche de pasiones y apetitos, pero a la vez fresca y virtuosa.