23 de enero de 2025
alcalorpolitico.com
La credibilidad sigue siendo un problema en el país, en el estado, en los municipios. La gente desconfía. Las policías dan miedo no a los malandros sino a las personas comunes y corrientes. Los discursos políticos y oficiales determinan sin pruebas la inocencia de políticos y funcionarios, y con eso prolongan la impunidad. No es poco.
Uno recuerda el caso de Ignacio Ovalle, el ingenuo director de Seguridad Alimentaria, político veterano del echeverrismo, que no se dio cuenta de cómo desaparecieron miles de millones de pesos – al menos doce mil millones – del organismo que en teoría administraba. Fue declarado inocente por el presidente López Obrador. Pero ese no es el único caso de absolución oficial.
No hace mucho, aunque sea mucho tiempo en términos de la política mexicana, los líderes de las mayorías morenistas en el Senado y en la Cámara de Diputados cruzaron acusaciones públicas de corrupción y otras cosas, y amenazaron – al menos uno de ellos lo hizo – con presentar denuncias. No pasó nada. La presidenta Claudia Sheinbaum declaró que todo era un asunto menor y pidió que se presentaran denuncias. La vaina terminó en un cajón de alguna oficina sin que nadie se preocupara por ver si el líder morenista del Senado mentía o si tenía pruebas contra el líder morenista de la Cámara Baja.
Y así llegamos a Veracruz, donde la Fiscal General del Estado, Verónica Hernández Giadáns, compareció ante el Congreso Local y declaró que se ha reunido más de mil veces con familiares de desaparecidos. No se sabe si en lo que lleva como Fiscal o si fue sólo en el último año, pero según la señora – que alguna vez se presentó en un acto público portando una pistola – se atendieron quejas y se revisaron carpetas "sosteniendo una comunicación respetuosa y constante con los colectivos de familiares de personas desaparecidas", como relata el columnista Filiberto Vargas Rodríguez.
Pero parece que no fue así. Afuera del Congreso, la casa de los veracruzanos a la que no dejaron entrar a los colectivos de familias de los desaparecidos, un grupo denunciaba a gritos que la Fiscal mentía, mentía, mentía, porque nunca recibió a los familiares de los desaparecidos. Nunca. Y a los gritos se sumaron las páginas en que la Comisión Nacional de Derechos Humanos señala que las investigaciones de la Fiscalía no se hicieron como tenían que haberse hecho.
La Comisión Estatal de los Derechos Humanos ha enviado a la Fiscalía más de ochenta recomendaciones por presuntas violaciones a los derechos humanos. Según la Fiscalía, las recomendaciones no son vinculantes y por eso no les hace caso. Es la historia de las relaciones institucionales en la cuarta transformación.
Pero en el caso de la Fiscal Hernández Giadáns habría que conceder el beneficio de la duda. Yo no puedo – no sé por qué – pedir al Instituto Veracruzano de Acceso a la Información que nos diga en qué fechas, a qué hora, dónde fueron esas reuniones, qué grupos de familiares asistieron, qué funcionarios estuvieron presentes, qué se discutió, qué compromisos asumió la Fiscalía, cuáles fueron las conclusiones de esos encuentros. No es difícil, porque alguien debe haber tomado notas – tal vez hasta fotografías – y debe haber registros de esas mil reuniones.
En este caso, como en muchos otros, alguien miente. Y mentir es uno de los pecados mortales en estos tiempos del humanismo mexicano, o lo que sea ahora.
Desde el balcón
El cielo es gris y el aire es frío, viento de altura de montaña, como explicó Neruda. Por eso es miércoles. Uno sale al balcón por disciplina, copa de malta en mano, y se asoma al invierno. Mucho no hay. Ramas sin hojas que se alzan hacia el cielo purísimo, el humo de una chimenea en el asilo de ancianos, el silencio ensordecedor de los insectos.
En el parpadeo que dura la visita al balcón, uno piensa en México. Tan bien que íbamos, piensa uno. Pero no íbamos bien, piensa uno después. Quién sabe cómo íbamos, piensa uno al ratito. Y ese es el problema, piensa uno, que tal vez íbamos pero no sabíamos a dónde íbamos. Pero el ejercicio lleva lejos, y la malta se acaba. Es hora de volver a la sala y dejar de pensar.
Uno recuerda el caso de Ignacio Ovalle, el ingenuo director de Seguridad Alimentaria, político veterano del echeverrismo, que no se dio cuenta de cómo desaparecieron miles de millones de pesos – al menos doce mil millones – del organismo que en teoría administraba. Fue declarado inocente por el presidente López Obrador. Pero ese no es el único caso de absolución oficial.
No hace mucho, aunque sea mucho tiempo en términos de la política mexicana, los líderes de las mayorías morenistas en el Senado y en la Cámara de Diputados cruzaron acusaciones públicas de corrupción y otras cosas, y amenazaron – al menos uno de ellos lo hizo – con presentar denuncias. No pasó nada. La presidenta Claudia Sheinbaum declaró que todo era un asunto menor y pidió que se presentaran denuncias. La vaina terminó en un cajón de alguna oficina sin que nadie se preocupara por ver si el líder morenista del Senado mentía o si tenía pruebas contra el líder morenista de la Cámara Baja.
Y así llegamos a Veracruz, donde la Fiscal General del Estado, Verónica Hernández Giadáns, compareció ante el Congreso Local y declaró que se ha reunido más de mil veces con familiares de desaparecidos. No se sabe si en lo que lleva como Fiscal o si fue sólo en el último año, pero según la señora – que alguna vez se presentó en un acto público portando una pistola – se atendieron quejas y se revisaron carpetas "sosteniendo una comunicación respetuosa y constante con los colectivos de familiares de personas desaparecidas", como relata el columnista Filiberto Vargas Rodríguez.
Pero parece que no fue así. Afuera del Congreso, la casa de los veracruzanos a la que no dejaron entrar a los colectivos de familias de los desaparecidos, un grupo denunciaba a gritos que la Fiscal mentía, mentía, mentía, porque nunca recibió a los familiares de los desaparecidos. Nunca. Y a los gritos se sumaron las páginas en que la Comisión Nacional de Derechos Humanos señala que las investigaciones de la Fiscalía no se hicieron como tenían que haberse hecho.
La Comisión Estatal de los Derechos Humanos ha enviado a la Fiscalía más de ochenta recomendaciones por presuntas violaciones a los derechos humanos. Según la Fiscalía, las recomendaciones no son vinculantes y por eso no les hace caso. Es la historia de las relaciones institucionales en la cuarta transformación.
Pero en el caso de la Fiscal Hernández Giadáns habría que conceder el beneficio de la duda. Yo no puedo – no sé por qué – pedir al Instituto Veracruzano de Acceso a la Información que nos diga en qué fechas, a qué hora, dónde fueron esas reuniones, qué grupos de familiares asistieron, qué funcionarios estuvieron presentes, qué se discutió, qué compromisos asumió la Fiscalía, cuáles fueron las conclusiones de esos encuentros. No es difícil, porque alguien debe haber tomado notas – tal vez hasta fotografías – y debe haber registros de esas mil reuniones.
En este caso, como en muchos otros, alguien miente. Y mentir es uno de los pecados mortales en estos tiempos del humanismo mexicano, o lo que sea ahora.
Desde el balcón
El cielo es gris y el aire es frío, viento de altura de montaña, como explicó Neruda. Por eso es miércoles. Uno sale al balcón por disciplina, copa de malta en mano, y se asoma al invierno. Mucho no hay. Ramas sin hojas que se alzan hacia el cielo purísimo, el humo de una chimenea en el asilo de ancianos, el silencio ensordecedor de los insectos.
En el parpadeo que dura la visita al balcón, uno piensa en México. Tan bien que íbamos, piensa uno. Pero no íbamos bien, piensa uno después. Quién sabe cómo íbamos, piensa uno al ratito. Y ese es el problema, piensa uno, que tal vez íbamos pero no sabíamos a dónde íbamos. Pero el ejercicio lleva lejos, y la malta se acaba. Es hora de volver a la sala y dejar de pensar.