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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Un grillito cantor
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
30 de noviembre de 2017
alcalorpolitico.com
Hace 110 años, exactamente el 6 de octubre de 1907, en la ciudad de Orizaba, la legendaria Pluviosilla, enfrente de su hermosa Alameda, nació uno de los compositores mexicanos más queridos por cientos, miles de niños: Francisco Gabilondo Soler, conocido por todos como Cri-Cri, el Grillito Cantor, nombre que él mismo se adjudicó cuando empezaban sus éxitos en la XEW, por aquellos años de 1934.
 
Según testimonio de su nieto, Óscar Gabilondo Vizcaíno, director de la Fundación que lleva el nombre de Cri-Cri, y que ha sido publicado en la Web «Verne» por Eugenia Coppel, Gabilondo Soler tuvo la inspiración de su abuela, Emilia Fernández Flores, «La dueña del ropero (“Abre el ropero, abuelita”, “Di por qué”) y musa de sus canciones. Ella “tenía facilidad para tratar a los niños: sabía de música, tocaba el piano y mi abuelo decía que era la mejor para contar cuentos”. Según Gabilondo Vizcaíno, fue la abuela del compositor quien lo enseñó a desarrollar la imaginación. De niño le asombraba la vejez de su abuela, y la canción Di por qué es un reflejo de ello. “Él decía que las viejitas eran señoritas de una época diferente”, recuerda su nieto». (https://verne.elpais.com/verne/2017/07/23/mexico/1500836051_106369.html).
 
Cri-Cri padeció en su infancia muchas dificultades y penas: la muerte de hermanos menores, el divorcio de sus padres, el vivir en internados, la pobreza, etc. Quizá por ello en muchas de sus canciones infantiles subyace un sentimiento de tristeza, de nostalgia, de melancolía. Desde pequeño abandonó la escuela, aburrido por no encontrar en ella los estímulos que su imaginación requería. Su aprendizaje fue, pues, espontáneo, libre, sin ataduras ni compromisos de ninguna especie, y sus fuentes fueron la naturaleza, los libros y los viajes, a Nueva Orleans (a donde fue a aprender el oficio de linotipista, que nunca ejerció), la Patagonia y Cuba.
 

Según el retrato que de él hace en su portal la Sociedad de Autores y Compositores de México, de la que él mismo fue uno de sus fundadores, «Cuando tenía 19 años decidió aprender música; pidió permiso para estudiar en la pianola de unos baños públicos de Orizaba (los baños Mancera) en la que accionaba el mecanismo, se fijaba en dónde bajaban las teclas y ponía los dedos en ese lugar hasta que, a fuerza de practicar, dominó el teclado y se convirtió en pianista» (http://www.sacm.org.mx). Aunque años más tarde se propuso y logró aprender piano por nota.
 
Muy difícil es hablar y escribir de sus canciones y cuentos. Según su biografía, compuso más de doscientas canciones, de las cuales grabó unas ciento veinte, y escribió una variedad de cuentos, muchos ligados a sus propias canciones. ¿Cómo escoger algunas para siquiera nombrarlas?
 
De los cuentos, para mí el preferido es Viaje de Cri-Cri, en que relata su visita al país de Guantia, en donde sufre el robo de su preciado violín, debido a que ese lugar tenía una particularidad: abundaban los ladrones, pues la cleptomanía era considerada una virtud o, por lo menos, como la ausencia de tonteo
 

De las canciones, sin duda las más populares son, a más de las de la abuelita, El Chorrito (la primera que interpretó en la XEW), La Patita (retrato de Rosario Patiño, la primera esposa de Cri-Cri y su productora y representante), la negrita Cucurumbé, Negrito Sandía y Cleta Dominga, que son un homenaje a la tercera raíz de la cultura mexicana (la negritud); Marinero y Sirenita son un canto de gran belleza a la imaginación de marineros y pescadores; Venadito, quizá un retrato de su propia soledad infantil; Pico Peñón («Cuando me cansa la gente y sus mañas//voy a la cumbre de Pico Peñón…»), Jorobita y Jicote Aguamielero para enseñarnos que la riqueza y el poder no dan la felicidad; Gallegada, plena de morriña y ternura, como Vals del Rey; un recuerdo del paisaje lluvioso de Orizaba en Tarde de lluvia y Llueve; un retrato picaresco de los sabrosos pleitos de comadres en El Comal y la Olla; una evocación de la vida escolar que él no pudo digerir en Caminito de la Escuela, Marcha de las Letras, Pobre Hans, Escuela de Perritos y Solfeo de los Patos; una severa y divertida crítica a los gringos en El Ratón Vaquero; un canto a los bellos sentimientos del pequeñín en Cochinitos Dormilones; vivos retratos de los diversos oficios populares en Ropavejero, Velador, Peluquero, Gato Carpintero, Conejos Panaderos, Pollitos Jardineros, Fiesta de los Zapatos y Ratones Bomberos; un canto a la libertad en Pobre Cu-Cu, Fantasma y Chung Ki Fu; la niña riquita y díscola en Cocada; el amor desairado en Chonita; los berrinches infantiles en Merienda y Papá Elefante…
 
En fin, geniales son Casamiento de los Palomos, Chivo Ciclista, Canción de las Brujas, Jota de la Jota, Ché Araña, etc., etc. En toda la variedad de los géneros musicales: vals, tango, fox-trot, danzón, bolero ranchero, jota aragonesa, pasodoble, etc.
 
Aunque varios han sido sus intérpretes (incluyendo al tenor Plácido Domingo), las interpretaciones del propio Cri-Cri son inigualables e insuperables. Hay en ellas un sello tan personal y un sentimiento tan íntimo que es imposible reproducir sus canciones con otra voz y con otra alma que no sean las suyas.
 

Cri-Cri: un hermoso regalo de la región para los niños del mundo entero.
 
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