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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Las preguntas sin respuesta
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
17 de marzo de 2022
alcalorpolitico.com
Voy a seguir un ejercicio que hizo José Saramago en su novela El año de la muerte de Ricardo Reis: A veces hacemos preguntas que son solamente un fingimiento. ¿Por qué? Porque sabemos de antemano una de tres cosas: primera, que solamente se formulan para hacer más explícita la ausencia de respuesta; segunda, porque al mismo tiempo la respuesta es verdadera y falsa; tercera, porque hay la posibilidad de tener respuestas oblicuas que tienen oculto interés.
 
Esta pregunta que voy a hacer es exactamente de esta categoría. Y sigo a Saramago: ¿Por qué razón los noticieros siempre informan de las cosas que ya sucedieron? Nos cuentan que las cosas fueron de esta o de esta otra manera, que ayer o antier o hace tanto tiempo los señores políticos: presidentes, legisladores, gobernadores, alcaldes, etc., etc. dijeron que...; que los manifestantes mostraron signos de rebeldía institucional, que los empresarios hicieron fraude en sus declaraciones fiscales, que los anteriores gobernantes solo velaron por sus propios intereses, que los contratos de estas y aquellas obras públicas fueron otorgadas sin previa licitación porque con ello se garantizó el progreso de la «patria» (con minúscula, porque con mayúscula solo hay una), que el socavón se produjo porque llovió demasiado y no porque la carretera hubiera estado mal construida, que los niños murieron sin medicinas porque la compraventa de estas estaba siendo objeto de lucro de quién sabe quién, que los niños reprobaron porque los maestros anduvieron en mítines, que los porristas futboleros fueron auspiciados por..., etc.
 
Esta costumbre de los noticieros de escribir las informaciones en tiempo pasado: pretérito perfecto o imperfecto, pero siempre pasado, hace que las cosas ya no se puedan remediar. ¿Qué se puede hacer para que los empresarios paguen ayer lo que no declararon antier, o para que los manifestantes no hubieran sido agredidos, o para que los gobernantes del pasado no hubieran visto por sus personales intereses, o que las obras, ya inauguradas, se concesionen ahora por legal licitación, o que las lluvias del mes pasado no hubieran sido tan copiosas que arrasaran el puente ya terminado, o que los niños fallecidos recuperen la vida al comprarse hoy las medicinas que entonces no se adquirieron, o que los niños queden ignorantes por aquel funcionario que mutiló su educación?
 

Todos estos asuntos ya no pueden ser resueltos. No podemos regresar el tiempo jalando las manecillas del reloj en sentido contrario ni por más que nos ilusionemos dejando de arrancar las hojitas del calendario.
 
Si los noticieros, en lugar de informar de las cosas del pasado publicaran lo que viene mañana, o la semana siguiente, o el próximo año, o en el 2024, tendríamos suficiente tiempo, aun siendo premura si fuera mañana, de «saber para prever y poder proveer», como lo indicó hace muchos años aquel político y pensador inglés, llamado Francis Bacon, quien, no obstante su acertado principio, no fue capaz de aplicárselo a sí mismo y nunca previó que, por no pagar sus deudas, iría a pasar días en lúgubre prisión en lugar de en su apacible hogar. Y lo más patético, no previó que moriría por una neumonía que contrajo al enterrar un pollo en la nieve para comprobar si el frío efectivamente conserva los alimentos...
 
Si los noticieros nos informaran, decimos, con suficiente antelación lo que va a suceder, entonces las informaciones serían de inobjetable utilidad. Podríamos, entonces, tomar las precauciones debidas para que los empresarios paguen correctamente sus impuestos, para que los manifestantes se ahorren salir a la calle a gritar y exponerse a ser agredidos por los vándalos que por ahí se acercan a ofrecer sus valiosos servicios, para que los gobernantes eviten ejercer su autoridad para protegerse a sí mismos o favorecer a sus familiares y amigos, a sus partidos políticos, a sus empresarios dadivosos, etc.; para que las obras públicas se otorguen a las mejores empresas y a las que sacrifiquen ganancias por el bien de la Nación (con mayúsculas, porque es la única que existe), para que las lluvias que se avecinan no arrasen carreteras, puentes y casas, para que se compren las medicinas que evitan que los niños sufran y mueran tempranamente...
 

Si los noticieros nos anunciaran el futuro, podríamos evitar, desde ahora, o al menos procurar evitar que los niños salgan de la escuela elemental sin saber lo elemental, que los adolescentes y bachilleres dejen de pensar en una frustrante educación que los induce a triunfar socialmente y no en ser seres útiles y positivos, para que los becarios puedan continuar sus estudios y luego regresen a aplicar aquí sus saberes, que los investigadores produzcan vacunas, medicinas, instrumentos y mil cosas más para beneficiar al Pueblo (con mayúsculas, por favor) y que los maestros puedan ejercer libre y sanamente su noble encomienda de educar y no tener que dedicar su valioso tiempo a buscar prebendas políticas.
 
Y también, con noticias del futuro, podríamos evitar todos los daños que se ocasionarán con dejar sin alimento y con una pobre educación a más de 3.6 millones de niños, especialmente los más necesitados.
 
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