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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Democracia colapsada
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
4 de enero de 2018
alcalorpolitico.com
Se ha dicho que este año se renovarán más de dos mil cargos de elección popular, contando desde ayuntamientos hasta la presidencia de la república, pasando por gobernadores, senadores y diputados. Malhaya año y desventurado, no para quienes salen de esos cargos, que bien cargados salen de ellos, y tampoco para quienes se auparán a ellos, pues su esperanza y firme propósito están muy lejos de lo que predican y sí muy cerca de su afán de cargarse lo suficiente para después, como dijo aquel político de pueblo, dedicarse a sus humildes negocios particulares: cuidar unos cerditos y unos pollitos y unas vaquitas que tiene por ahí, un restaurantito familiar, una cadenita de hoteles, un negocito de bienes raíces, una veintena de taxis o de líneas de autobuses para el servicio público, o las tres notarías que le heredó su padrino por su fidelidad, etc. La malandanza y desventura del año será para los millones de ciudadanos que se hartarán de los mensajes publicitarios, ¡millones, millones, millones!, con los que los candidatos a esos cargos buscarán lavarse las caras para aparecer limpios, pulcros, relucientes, bienintencionados, llenos de energía divina, comedidos, hogareños, humildes, sencillos, cercanos a ese pueblo que cree sin creer, espera sin esperar y aguanta hasta la ignominia.
 
Al menos como lo dicen los voceros oficiales y los crédulos del sistema, de lo que se trata es de una magna elección, de un inusual ejercicio de la democracia que es, hoy por hoy, la mejor forma de gobierno que pudo inventar la raza humana. Si bien no está maltratada humanidad y sí algún duende de ultratumba ha ideado otras formas peores de gobierno: la monarquía, la oligarquía, la plutocracia (que es el gobierno en manos de los ricos, que no de aquel perro disneilandés), la tiranía y la aristocracia. La democracia, dicen, significa que es el pueblo mismo, a través de sus diversas formas de organización social, quien decide el derrotero que debe tomar su país. Es decir, decide la orientación de sus finanzas, de su economía, de su sistema de salud, de educación, de seguridad, etc., etc. No es la forma de democracia ejercida por los antiguos griegos, en donde solo los ciudadanos, es decir, los hombres libres, tomaban las decisiones fundamentales. Solo los hombres libres y, por lo tanto, ni los esclavos (que eran mayoría) ni las mujeres ni los niños ni los extranjeros ni los dementes. Esa democracia no es la de los estados modernos. Ahora hablan de la democracia representativa, en donde unos cuantos, elegidos por la mayoría (relativa), creen que, desde el momento de alcanzar esa categoría, ya son absolutos para tomar las decisiones en nombre de esa mayoría. El problema es que, en ese mismo momento, se olvidan de la mayoría y pasan automáticamente a ser antidemocráticos y se tornan dictatoriales, tiránicos.
 
De ahí pasan al siguiente escalón de la antidemocracia. Para justificar su carácter representativo y, fundamentalmente, por propia conveniencia, se volvieron voceros, representantes y guardianes de los grupos de poder más elitistas de la sociedad que, a su vez, se convirtieron en sus supremos electores. Y así se cierra el círculo vicioso en que esta forma de gobierno, quizá noble en sus principios, ahora está convertida.
 

El filósofo norteamericano Noam Chomsky lo dice de esta manera: «Las democracias europeas llegaron al colapso total, independientemente del color político de los gobiernos, porque las decisiones las toman dirigentes y burócratas de Bruselas no electos». «Tanto en Estados Unidos, como en Europa la agenda política es dictada por los intereses particulares de grandes grupos financieros y bancarios, que tienen como objetivo principal la destrucción del sistema previsional que fue una de las principales conquistas europeas de la postguerra». Aunque el filósofo habla de Europa y de EEUU, aclaró que el fenómeno es universal y que la sociedad actual va hacia la plutocracia. «Hasta el Wall Street Journal ha descrito que la democracia estadunidense está al borde del colapso, pues todo gobierno, sea de derecha o de izquierda, sigue la misma política, decidida por grupos de banqueros y burócratas», afirmó. Esto, con Trump, ya lo hemos comprobado.
 
¿Hay algún resquicio para la democracia de adeveras? ¿Podrán las redes sociales revertir ese rumbo? ¿Acaso los periódicos? Chomsky opina que «A menudo los nuevos medios llevan hacia una visión más estrecha del mundo, porque las personas son atraídas por medios que expresan exactamente su misma concepción de las cosas». Y explicó que mientras que los diarios todavía pueden presentar opiniones diferentes, en un blog por internet existe solamente una. «Depende mucho de cómo se usan estos medios. Pueden ser un bien al ampliar nuestros horizontes, pero también un mal» (http://elcastellano.org/noticia.php?id=2357/).
 
Difícil y arduo el camino: usar bien los medios sociales y leer y robustecer los diarios y portales noticiosos que todavía son independientes. Para los ciudadanos libres no hay de otra. Como lo señala el escritor José Luis Lens: «Por eso, decidimos pensar en el concepto de “democracia real”. La esencia de la democracia real no es la consulta, ni indirecta, ni tampoco directa, al pueblo, sino el involucramiento activo, comprometido y movilizado del pueblo en la “construcción” de las políticas públicas. Frente a la lógica de la “consulta”, típica de la democracia liberal, la democracia real se sostiene en la lógica de la “construcción” […] En síntesis, la posibilidad de una democracia real depende del nivel de conciencia política de la población. Por lo tanto, sin un pueblo empoderado, esto es, sin poder popular, la democracia real es imposible. ¿Podemos decir que en las democracias que vivimos el pueblo tiene el poder? Es evidente que no, por lo tanto no son democracias reales, sino aparentes, ficticias, controladas, o como queramos llamarlas, pero nunca verdaderas democracias» (https://www.autoformacionyempoderamiento.com//2/1/18).
 

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