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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Irritación política
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
26 de abril de 2018
alcalorpolitico.com
Aunque me había prometido no participar con algún comentario en esta guerra política que se ha desatado con motivo de la sucesión presidencial (y las demás que la acompañan), las reseñas de los medios de comunicación y las mesas de análisis postdebate que han proliferado, sobre todo en la radio y la televisión, inducen una profunda preocupación por lo que nos espera como país.
 
Ya se había visto en ocasiones anteriores que los candidatos a presidente, aprovechando la oportunidad de ser enfocados gratuitamente por las cámaras de televisión, por los micrófonos y por las cámaras fotográficas, se dijeran entre sí muchas verdades (y también muchos infundios), que es lo que habitualmente predomina en estos encuentros mediáticos. Quizá el más reciente, por esto mismo, pudiera haber sido visto, como pregonaron, por muchos millones de espectadores. Lo ignoro porque los números que manejan esos medios de comunicación respecto a sus espectadores o escuchadores son muy poco creíbles. Esos números de audiencias me recuerdan aquel anuncio de una empresa que decía producir tantos litros de vino que habría sido necesario que todo el país estuviera sembrado de vides. Aunque, como bien dijo Marcello Martroianni en la película Stanno tutti bene, ‘Todos están bien’: el vino también se hace de uva...
 
En este caso del debate se dijeron, otra vez, tantas mentiras, tantas promesas, tantos insultos mutuos y tantas descalificaciones que uno, espectador medio agnóstico y escéptico, se llena de angustia al pensar que uno de ellos y nadie más va a ser el próximo presidente, en cuyas manos estarán muchas decisiones que afectarán la vida de millones de seres humanos. Terrible pensar en que la debacle política, económica y social continúe.
 

Los temas tratados, especialmente los relativos a corrupción-impunidad, seguridad y democracia, exhibieron retazos de verdad, pedacitos de verosimilitud, carretadas de promesas y más de una propuesta verdaderamente esperpéntica. Y no solo la de aquel señor que les pretende cortar la mano a los rateros, sino también las que se expusieron con cara seria, excesivo desparpajo y hasta pasmoso cinismo. ¿Que uno va a acabar con la inseguridad del país haciendo canchas para que los jóvenes jueguen? ¿Que otro va a vaciar las prisiones, pero que esa no es la «amnistía» que ha predicado, sino que él se refiere a «otra» que apenas va a inventar? ¿Que el otro no quiere que le quiten el fuero? ¿Que uno más va a crear una policía cibernética (¡!) para frenar la violencia? ¿Que el de allá arriba va a restablecer la guillotina? ¿Que la otra va a cerrar con candado virginal la puerta de la corrupción que tanto proliferó cuando su marido no lo hizo?
 
Lo preocupante no son estos dislates, que se le van al más pintado cuando tiene enfrente a cuatro francotiradores, sino que se enhebren uno tras otro y todos compitan por ser el más original en exponerlos, sin rubor, frente a un país abarrotado de pobres, de marginados, de asesinados, de desaparecidos, de violentados, de explotados, de ignorantes, de corruptos y corrompidos. ¿De verdad cero corrupción? Y eso, ¿dónde va a ser? ¿De verdad amnistía a delincuentes? ¡Ah, sí, pero no ese perdón en el que ustedes piensan sino otro, en el que solo yo estoy pensando! ¿Y la retahíla de gobernadores corruptos? ¡Ah, esos traicionaron al partido! ¿Y la nave industrial? ¡Bueno, de eso no hay pruebas! ¿Y el millón de credenciales chafas? ¡Ya me exoneró la suprema autoridad! Y adelante, ustedes voten por mí y ya verán que a este país lo convierto en el México lindo y querido, en donde no habrá pobres, ni ignorantes, ni explotados, ni asesinados, ni desaparecidos, ni, ni, ni ninis
 
Y vendrás las elecciones. Y millones de votantes acudirán a escoger a alguno de estos insólitos superhéroes, tan inmaculados, tan ingeniosos, tan patriotas, tan aguerridos, tan juiciosos. En nuestro país habrá triunfado nuevamente la democracia. Todas las fuerzas policiacas estarán cuidando que el voto sea personal, libre, secreto. Que nadie perturbe la gran fiesta de la democracia. Ya luego, cuando el encumbrado por el voto popular y la respetable opinión pública y sus autonombrados voceros se olviden de todo este espectáculo, al rato va a resultar que todos vamos a ser responsables de lo que se venga con cualquiera de los que ahora se rompen las narices entre sí por obtener la silla del palacio. Entonces nos recordarán: «ustedes lo eligieron».
 

Entonces no nos quedará más que bajar la testuz y estar pendientes de escondernos en el momento preciso...
 
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