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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La mejor escuela para tus hijos
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
5 de julio de 2018
alcalorpolitico.com
Al son de esta pregunta «¿y tú, a qué colegio llevarías a tus hijos?», pregunta que podemos hacer a todos los padres de familia, el psicólogo Alfredo Hernando se puso a recorrer mundo. Visitó países como Colombia, Perú, Chile, Brasil, Ghana, Indonesia, Japón, Finlandia, etc., para conocer cuál era la respuesta que puede orientar a quienes buscan la mejor escuela para que sus hijos ahí estudien y se formen.
 
Resultan muy interesantes algunas de sus conclusiones porque pueden orientar, al dar a conocer de manera concisa lo que las más destacadas escuelas están haciendo para ser, precisamente, escogidas por los paterfamilias.
 
Voy a resumir apretadamente sus hallazgos, dados a conocer en su libro Viaje a la escuela del siglo XXI y platicados en una entrevista concedida al diario El País. «La clave, dice, está en detectar colegios que estén desarrollando experiencias novedosas y entender por qué funcionan».
 

Eso está bien, pero ¿cuáles son esas experiencias novedosas? «Hay tres focos para entenderlo, dice el psicólogo. Primero debe ser un caso de éxito: sus alumnos deben llegar al éxito, entendido más allá de lo académico. Segundo, ese caso de éxito se debe poder replicar, de forma que otra escuela se pueda llevar a un contexto semejante lo que ese centro innovador ha hecho; que pueda copiarlo o adaptarlo para llegar al éxito con sus propios alumnos. Hay una tercera idea, que es la necesidad de documentar este proceso. Necesitamos que sea un concepto claro para que las familias lo entiendan». Y acota: «Innovar no significa tener como foco primario el aprendizaje basado en proyectos, o el modelo de un ordenador para cada niño, o evaluar con menos exámenes, o más o menos deberes [...] Hemos superado ya esa fase en la que decíamos que había una solución para transformar cualquier escuela. Ese es un mensaje peligroso. Lo que sí hay son escenarios que aparecen con mucha frecuencia y que engloban varias metodologías. No inventan nada nuevo, sino que combinan elementos presentes en todas las escuelas de una forma novedosa y que mejora los resultados». Es decir, innovar es usar las distintas metodologías según los requerimientos de los alumnos, su entorno y las demandas del mundo que les toca vivir.
 
En estos tiempos que se avecinan, y con la experiencia largamente acumulada de los maestros que han visto pasar una sarta de “«reformas educativas», dictadas casi todas desde los escritorios de los intereses ajenos al «éxito» de los alumnos, entendido este como una mejora en sus propias vidas y en su mejor desempeño como ciudadanos privilegiados, es tiempo de que se haga conciencia de que este éxito debe ser producto del trabajo tesonero y bien pensado de un binomio: escuela y familia. Escuela es decir maestros, alumnos y directivos. Y familia es decir padres y alumnos.
 
«No se trata –dice el psicólogo Alfredo Hernando– de mirar a Finlandia o a Corea del Sur; el enfoque de los sistemas no aporta practicidad ni a las familias ni a los colegios. Y, además, creo que las escuelas en los entornos de mayor necesidad tienen las probabilidades de crear experiencias más innovadoras; es la forma de tener más posibilidades para que sus alumnos alcancen el éxito»
 (https://elpais.com/economia/2018/06/29/actualidad/1530267834_541816.html).

 
Si una escuela decide hacer innovación, ser una escuela de calidad y enfocarse en ese «éxito» de sus alumnos, no necesita de mesiánicas reformas educativas trazadas desde la cúpula del poder (siempre afanado en sus muy particulares intereses y ambiciones de clase, de partido, de alianzas, de ideología, de liderazgos caudillescos), sino en su propio trabajo, en su propia labor cotidiana. Si hay recursos económicos, muy bueno; si son parcos, mayor es el reto a la iniciativa y al compromiso. De esto hay suficientes pruebas. Países con exceso de dinero tienen escuelas mediocres y naciones pobres hacen escuelas excelentes. O, de otro modo, hay escuelas de ricos pésimas y escuelas pobres que hacen excelentes alumnos. Finalmente, la educación se hace en el salón de clases, es decir, en el trabajo colaborativo de maestros y alumnos. Lo demás es periférico.
 
Romper el determinismo social y económico está en las manos de quienes entienden que los derechos no son dádivas sino conquistas y menos dependen de uno u otro gobierno y sí más de las manos, la inteligencia y la recta intención de la propia comunidad. En este caso, de maestros, alumnos y padres de familia.
 
Y, como resume el citado Alfredo Hernando: «la evidencia de todo este proceso son los estudiantes».

 
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