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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Dos razas y una nobleza (culminación)
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
2 de agosto de 2018
alcalorpolitico.com
Como coronación de la historia que la escritora Sonia Saucedo Aguilar se propuso contar, aparece la tercera y última parte de Dos razas y una nobleza, obra que tiene por escenario la huasteca potosina y allí recrea las leyendas y tradiciones de las que fueron protagonistas los ricos hacendados de esa época, los indios pames, despojados de sus tierras y, de colofón, los italianos que fundaron la colonia en Ciudad del Maíz, población ubicada a unas dos horas de la capital del estado.
 
Un alumno de don Edmundo López Bonilla, excelente maestro de creación literaria que forjó su cultura desde el autoaprendizaje y que en su haber tiene publicada una buena media docena de libros de cuentos, le dijo un día que, «dado que los escritores de novelas, cuentos y poemas hasta cierto grado visualizan las acciones de sus personajes y los hacen vivir en la imaginación, tienen o sufren alucinaciones, y por lo tanto, somos esquizofrénicos». Y el maestro me comenta: «Creo que tiene mucha razón. Refuerzan este modo de pensar los que de modo inopinado ―o quizá porque se sientan incapaces o sientan miedo de crear esos mundos paralelos―, sostienen que quienes escriben ficción están locos… o casi».
 
Ignoro lo suficiente de psiquiatría como para poder decir si las ensoñaciones, las alucinaciones y la vivencia en mundos paralelos, en donde existen personajes que son, dicen y hacen las cosas más inverosímiles, pero, al mismo tiempo, plenas de la esencia humana, puedan ser encuadradas en estas categorías. Lo que sí podemos entender es que toda creación literaria, desde una impresionante novela, como las escritas por los autores clásicos, hasta un ingenioso haikú, son revelaciones de lo mejor que la humanidad ha podido crear desde que Adán y Eva se comieron, por feliz desobediencia, la fruta del árbol de la sabiduría, o desde que Prometeo tuvo la ocurrencia de robar el fuego a los soberbios dioses del Olimpo.
 

La tercera parte de la novela Dos razas y una nobleza, que ahora nos ofrece la autora y que da culminación a la trilogía que se propuso idear, es una de estas creaciones de un mundo paralelo. En ella están plasmadas, con la belleza o crudeza que implican, muchas de las cualidades y características de los humanos que aún habitamos este maltrecho mundo.
 
Al leer y releer sus capítulos, gracias a la generosidad y confianza que la autora tuvo de hacérmelos llegar tan pronto salían de su pluma, me confirmo en que la novela referida rescata, aun dentro de la ficción, los aconteceres perfectamente posibles, verosímiles, de una ciudad, de una región, de un mundo en el que han vivido, viven y quizá seguirán viviendo Adelas, Isabeles y Elenas, vivos y bien retratados ejemplares de anacrónicas familias de rancio abolengo, con todas sus sabidas debilidades, y también los Rafaeles, Pilares y Rocíos, hombres y mujeres buenos y generosos, siempre dispuestos a ayudar a quien lo requiera; y asimismo los artistas, como Aldo, que llenen con su arte el espíritu de quienes no solo viven de pan. Y también seguirán poblando este mundo personajes como aquellos emigrantes italianos que llegaron a este país esperanzados en lograr un modo digno de vivir, huyendo de la pobreza y de las guerras, y encontraron miles de obstáculos, algunos propiciados por políticos venales, pero que siempre estaban «dispuestos a superar las dentelladas de la pobreza que lastimaban a sus hijos. Deseaban que la nueva generación tuviera alimentos y ropa mejores. Día a día labrarían las perspectivas de un mejor futuro para ellos. Emanaba de cada inmigrante un aura de entereza y valor pese a los reveses sufridos». Y, tristemente, mientras la justicia se les niegue, seguirán habitando este país los Jerónimos, víctimas de circunstancias ajenas a su naturaleza y de las ambiciones de quienes sienten que en sus venas corre una sangre de distinto color. «Muchos de aquellos indios que, como dice la autora, preferían ahorcarse para no sufrir la situación de esclavitud y sometimiento a la que se enfrentaban, tal como lo hicieran sus antepasados. Aquella tierra de indios pames, como la de tantos grupos indígenas, tenía el resplandor del drama. Y Jerónimo deseaba terminar con el drama de los suyos».
 
Todo este reparto, al que se añaden otros bien logrados personajes secundarios, es retratado con acierto por la autora, quien, dentro del espíritu de corte romántico de la novela, hace que sus acciones y pasiones queden enmarcadas y sean eco de los escenarios naturales en que se desarrollan y que conocemos a través de apropiadas y vívidas descripciones.
 

Quienes hayan seguido la historia de estos personajes en las dos partes que preceden a esta, encontrarán aquí el desenlace en el que se mezclan los hechos y pasiones más encontrados: leyenda e historia, dolor y muerte, amor y alegría, sufrimiento y esperanza, maldad y ternura. Y, tal vez, alguno de aquellos espectros que regrese a rescatar el misterioso tesoro…
 
Por todo ello, esta tercera parte de Dos razas y una misma nobleza cierra con elegante y bella forma la saga que la autora se propuso. En ella se encuentran, encerrados en cada línea, los sentimientos y avatares humanos, vividos por los personajes y proyectados a través de la creatividad literaria de su autora. De esta manera ha logrado conjurar el maleficio que pesa sobre cada artista, cada autor: el de vivir previamente en carne propia el mundo paralelo que su imaginación ha creado.
(Retomado del prólogo de la tercera parte de Dos razas y una nobleza)
 
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