icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Humanos, libres, honestos, dignos
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
20 de febrero de 2020
alcalorpolitico.com
El lunes 27 de enero murió, en Túnez, Lina Ben Mhenni, a los 36 años de edad.
 
Quizá este nombre resulte desconocido para muchos, muchísimos. Pero en el mundo árabe y especialmente en aquellas sociedades en donde la mujer es considerada un ser inferior, sea por principios religiosos, por razones políticas o por prejuicios de sexo, Lina era y es un paladín, una figura señera de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, y por otros valores de los que están anémicos. Porque Lina no solo luchó en su corta vida contra la desigualdad, el menosprecio, la segregación de las mujeres, sino fue mucho más allá. Fue una luchadora social pionera en aquella famosa Primavera árabe, que terminó con la dictadura de Ben Ali, en 2011, y quien gobernó su país como amo absoluto desde 1987, es decir, durante 24 años.
 
Como un símbolo de sus logros en la lucha por los derechos de las mujeres y de todos aquellos que sufren alguna forma de represión política o religiosa, a su funeral asistieron mujeres y fueron ellas quienes llevaron su ataúd, cosas prohibidas por la tradición religiosa musulmana. Más aún, dos mujeres pronunciaron la oración fúnebre.
 

Muy pocos días antes de morir, la Asociación de Mujeres Demócratas le organizó un homenaje y, en él, la tenaz luchadora les habló a sus padres con palabras que bien deberían ser recordadas y poder ser expresadas por todos: «Jamás podré agradecer a mis padres, vuestros cómplices, que han vivido mi calvario junto a mí y que continúan apoyándome en todo lo que hago. Mis padres, que han hecho de mí lo que soy hoy, me han enseñado los principios del humanismo, la libertad, la honestidad y la dignidad».
 
En este mundo nuestro (aún nuestro, a pesar de nosotros mismos), estas palabras bien pueden resumir algo de que nos está haciendo falta, como dice el refrán campirano, «como agua de mayo».
 
Estamos muy, demasiado preocupados por la salud económica de nuestros hijos. Tan preocupados que buscamos aquellas escuelas que mejor les enseñen matemáticas, física, química, geografía, etc. Luego, nos angustiamos por la profesión que van a seguir. Preguntamos por aquí y por allá, con amigos y conocidos, con maestros y adivinos, cuáles son las carreras en donde se puede obtener el mayor éxito, entendiendo esto como el triunfo en el mundo de los negocios, en actividades más lucrativas, en la obtención de fama y prestigio social.
 

Y no deja de haber motivos plausibles para ello. En esta sociedad en donde los responsables de la vida económica, política y social, obedeciendo servilmente los dictámenes de los dueños del dinero, están empeñados en desmontar todos aquellos beneficios que se habían obtenido para la consecución y aseguramiento de un cierto bienestar (o, al menos, para una frugal supervivencia) y para una vida más o menos tranquila al culminar la etapa laboral. Esta sanguinaria guerra contra el derecho y el deber de vivir dignamente y de asegurar una vejez mediante un sistema justo de pensiones tiene a los jóvenes y a sus padres cada día más desprotegidos y angustiados.
 
Sin embargo, estas justas preocupaciones pueden y están llevando a olvidar, menospreciar o postergar la orientación que, como personas, como seres humanos, debe ser el principal objetivo y primordial razón para elegir, desde la escuela y la profesión hasta el sistema de valores que puedan permitirles su formación integral y su inserción en la comunidad como personas de real valer.
 
Las palabras que Lina dirigió a sus padres en su homenaje fue el verdadero y más valioso contenido del evento: «Mis padres han hecho de mí lo que soy hoy, me han enseñado los principios del humanismo, la libertad, la honestidad y la dignidad». El humanismo y la honestidad para saber que, más allá del principio del tener está el principio del ser. Que no se puede suplantar ni suplir este por aquel, que el ser un hombre o una mujer humanos y honestos es mucho más importante que el monto de la tarjeta de crédito asignado por un banco o el auto que se maneje. Y ser libre y digno están más en el fondo y en la esencia de nuestro ser como personas que el triunfo económico o social que puedan propiciar el vasallaje, la humillación, el sojuzgamiento, el servilismo, el caer a los pies del amo...
 

Un padre de familia y un maestro, por extensión de responsabilidades, se deben sentir más orgullosos de que un hijo o un alumno les agradezca haberlos enseñado a ser humanos, libres, honestos y dignos, a ser «exitosos» y «triunfadores» a cambio de ser sujetos inhumanos, insensibles, indignos y deshonestos.
 
A esto puede reducirse toda la educación.
 
[email protected]