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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Saber para prever...
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
9 de abril de 2020
alcalorpolitico.com
Dicen los que saben de investigar las causas de un delito que la primera pregunta que hay que tratar de responder, para que sirva de clave y guía para enderezar la investigación, es a quién beneficia, quién sale ganando con ese hecho, porque quién sale perdiendo es obvio.
 
Aquí y ahora, en este asunto del maldito espantajo que nos tiene acogotados en el mundo, la pregunta es la misma: quién sale ahora y quién saldrá ganando mañana con esta plaga.
 
Aunque resulte incómodo decirlo, los primeros que salen ganando son los científicos que se dedican precisamente a estudiar estas “máquinas infernales”, que ni son vivos ni son inertes, sino una extrañísima combinación, o mejor dicho, que están exactamente en el umbral entre los seres vivos y los seres inertes. Son entidades, dicen, que no tienen la capacidad de reproducirse, sino que necesitan meterse a una célula, engañarla, acomodarse en su seno como en una madre huésped y robarle las condiciones sin las cuales aquello es imposible. Al menos, por lo que se dice, por ahí van las cosas, aunque, después de presenciar un reportaje trasmitido por la UNAM sobre los macrovirus, los últimos descubrimientos están sorprendiendo a todos, pues en Siberia, escondidos en los hielos a no sé cuántos metros de profundidad, han encontrado unos de esos entes que «resucitan» al sacarlos a la luz y al calorcito y muestran algunas propiedades que verdaderamente aterrorizan. Y nos avisan acerca de lo que puede venirse por el calentamiento de la Tierra...
 

Los científicos dedicados al estudio de esos virus están de plácemes, pues tienen un campo (o muchos) de interesante investigación. Y afortunadamente esto sucede, porque ahora más que nunca la humanidad depende del trabajo de estos hombres. Todos esperamos que dediquen su esfuerzo, todas las horas posibles e imposibles, sus energías, saberes, habilidad, sus sentidos, todo su profesionalismo, todo su amor a la ciencia para encontrar, por lo menos, un paliativo, un remedio aunque sea provisional y, después, aquel suero bendito, aquella vacuna o lo que sea para que nos saque de este endemoniado túnel.
 
Por eso, las noticias que muchos buscamos, más allá de la información seca y fría del estado que guarda el mundo enfermo y más allá de las manipulaciones de esos otros parásitos que se aprovechan de esta morbosidad para jalar, literalmente, de la gamarra del miedo a los incautos para llevarlos a su molino ideológico; las noticias, digo, que muchos buscamos son las relativas a los avances que los científicos van logrando en esta batalla contra el tiempo.
 
En este apresuramiento, en esta especie de apuramiento al que sometemos a los estudiosos de los virus, macros, micros y demás cofrades, poco y nada nos preocupamos de la precaria realidad que aquellos mismos viven. Reclamaba una investigadora, al ser cuestionada sobre los avances que llevan al respecto, por qué no le preguntaban eso mismo a esos futbolistas que ganan millones de euros o de dólares, mientras sí se presiona a los científicos cuyos sueldos, en comparación, resultan ridículos. Y se refirió a los futbolistas, pero igual andan otros ídolos que acumulan inmensas riquezas gracias al fanatismo deportivo, o al mundo de la farándula.
 

Sin duda, tiene toda la razón. Estos hombres que tratan de conocer más a fondo la naturaleza, sus misterios y enredos, se esfuerzan por realizar éticamente su encomiable labor en condiciones económicas y sociales sumamente adversas. Ahora ellos tienen que encontrar lo que todos anhelamos, pero pocos se solidarizan con ellos cuando se les escatiman hasta los mediocres recursos asignados para realizar eficientemente su trabajo.
 
Pero aquí tenemos otros beneficiados: aquellos gobernantes con tentaciones totalitarias que han descubierto una forma rápida, ágil y segura de conculcar las garantías individuales y recobrar el control absoluto de los pueblos, especialmente de los que se han rebelado ahítos de la acumulación persistente de abusos y demagogias. Y, por añadidura, encuentran en esta pandemia una justificación a las erradas acciones de sus mandatos.
 
Aprovechando el ver con qué facilidad sus pueblos son sometidos, callados y encerrados en sus casas; de qué manera tan sencilla y efectiva se evitan las manifestaciones, las exigencias de pan, trabajo, medicinas, pensiones, justicia, paz y seguridad, mediante una estratégica manipulación del miedo, sea por causas naturales o inventadas. El riesgo es que sientan que su poder se ha restablecido al grado de erguirse como los emperadores, reyes y tiranos de antaño que tuvieron que sucumbir ante pueblos que lucharon y dieron sangre y vida por hacer respetar sus derechos y su dignidad.
 

Estos son también indudables beneficiarios de la invasión de esos minúsculos seres que están brotando de las mismas entrañas de esta Tierra sucia, contaminada, enlodada por la desidia de todos nosotros, y que somos cómplices de quienes siguen pensando que es más importante besar un logotipo que amar y defender a sus pueblos.
 
El filósofo Francis Bacon decía: saber para prever con el fin de proveer...
 
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