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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Todos aprobados, y ¡listo!
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
11 de junio de 2020
alcalorpolitico.com
Muy atenta para copiar y reproducir, mal o peor, lo que otros países están haciendo con la papa caliente de la evaluación de los alumnos para este ciclo educativo, ya más muerto que vivo, la Secretaría de Educación Pública ha emitido recomendaciones para ponerle número al aprendizaje que los alumnos han tenido este año lectivo.
 
En pocas palabras (no se necesitan muchas), el secretario de educación ha notificado a directivos y maestros que para la «valoración» de los alumnos se tomen en cuenta estos criterios: 1) promediar las calificaciones de los periodos anteriormente evaluados y, así facilísimamente, sacar la calificación final. 2) Tomar las famosas e inconsistentes «Carpetas de experiencias», que no son sino el compendio de las tareas encargadas a los alumnos y hechas por estos (o por quién sabe quién) en la comodidad o incomodidad de sus casitas. Claro que, dice la SEP, si estas carpetas no cumplen ni el mínimo requerido o simple y llanamente ni las presentaron, olímpicamente las olviden, pues solo deben tomarse en cuenta para aumentar la calificación y nunca para reprobar al alumno. ¿Por qué? Pues porque dada la incapacidad de muchos para poderlas presentar, ya que ni siquiera tienen los mínimos recursos para estar conectados a la red, sería injusto pasarlos por el mismo rasero que a los flojos que se dedicaron a rascarse el ombligo en su sabrosa cuarentena de más de cien días. Y, aunque sea injustamente, a aquellos se unieron los hijos de los desobligados papás que ni en cuarentena ni en la vida ordinaria les importan mucho los comportamientos escolares o civiles de sus apapachados vástagos.
 
Para completar el cuadro, ¿han pensado los que gobiernan el cúmulo de trabajo que se endilgó a los maestros? Claro, me refiero a los que sí trabajan. ¿Saben estos señores burócratas lo que es dar clases por medio de una computadora, una tableta o un simple celular a cientos de alumnos que, si teniéndolos a corta distancia en un salón de clases, se suda para hacerlos atender, entender, comprender y aprender una lección, y qué se puede hacer con esos mismos alumnos acostados en su camita, con el chat abierto, el refresco y la bolsa de papas al lado, con una oreja conectada al audífono de la clase y la otra al celular sonando la música de sus amores? ¿Y saben, entienden, comprenden lo que significa añadirles a las tareas burocráticas de costumbre, al llenado de formularios y «evidencias», al seguimiento de los acuerdos tomados en los vanos y vacuos Consejos Técnicos, el revisar por correo electrónico los espantajos y bodrios que muchos hacen para mediana o malamente cumplir con el compromiso (si es que pudieron o lo intentaron)? Y aún más, contestar con mensajes individuales y personalizados a cada alumno. Compadezco al maestro de cálculo revisando las carpetas de experiencias, o al maestro de anatomía, al de teoría de la comunicación, al de contabilidad, al de filosofía (si es que estos aún sobreviven), al de historia, al de música, al de pintura, al de ballet, o a los maestros de primaria que, además de todo, tienen que tomar cursitos de tarasco o chino mandarín, o de cocina para aprender a hacer frijoles rellenos de escamoles...
 

Nuestro sistema educativo es un desbarajuste, y a esto tendremos que añadir los caprichos de algunos de volver patas pa’rriba todo lo que encuentran a su paso, revolcando hasta la misma historia y, para colmo, esta malparida pandemia. No imagino qué resultados habrán de obtener los alumnos que están «estudiando» delicadas carreras universitarias o tecnológicas, o qué harán las escuelas de estudios superiores con los exámenes de admisión de los aspirantes, o los maestros de bachillerato con los alumnos que les mandará la educación básica.
 
Los países a los que comúnmente las autoridades educativas intentan copiar han tenido que enfrentar los problemas de esta misma pandemia, y sus estrategias han sido tan veleidosas, inconsistentes y aleatorias como las que estamos presenciando por estos lares. Pero tienen la ventaja de contar con recursos suficientes y con pueblos más ordenados y democráticamente exigentes que están confrontando la situación con mejores armas.
 
Por estos rumbos, seguiremos en el último escalón en las evaluaciones internacionales, y que el azar nos ayude a que ya no haya más países evaluados para que ese último lugar no llegue hasta el inframundo.
 

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